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Crítica cine

Rocketman: Tributo a un ícono de la música pop mundial

El film biográfico sabe matizar y sacar provecho de los elementos musicales y de los escandalosos.

Rocketman 20190531
Elton John es productor del film sobre sí mismo. | UIP

Calificación: Muy buena

 

El Andy Warhol de la música pop tiene su biopic, un tributo a él mismo, ya que el propio Elton es productor de la película.
Como si hubiera abierto un baúl en el que guarda recuerdos, el gran Elton, amigo de Lady Di, algo que no aparece en el film, se permite diseñar una producción a su medida y encontró en el director Dexter Fletcher, el mismo que reemplazó a Bryan Singer en la biopic de Freddy Mercury Rapsodia bohemia, al creador ideal para llevarlo a la práctica. 
Acá la unión de Fletcher y el guionista de Billy Elliot, Lee Hall, le da el toque maestro a esta fantasía musical, cuyo valor es que se corre de lo estrictamente biográfico para permitirse volar en escenas por instantes tan surrealistas como inmersas en aquel movimiento glam rock. El contexto de la película equilibra muy bien las extravagancias del glam que para algunos podría rozar el ridículo por sus colores y vestimentas, solo que detrás de aquellos artistas como Elton se podía disfrutar de esa música pop, con influencias del rhythm and blues, el country y el rock.
El film abre con el tema que da título a esta producción y fue escrito en 1972. A partir de ese instante, una vorágine de imágenes despegan y encienden la pantalla, con matices que exhiben al artista desde su niñez en Londres, la poca importancia que le dio su madre a la música, aunque su abuela hizo lo contrario, y la tenacidad del niño para convertir la música en su escudo de guerra contra la discriminación que sufrió por su elección de vida a lo largo de los años, tanto sexual (en el film aparece su relación con el compositor Bernie Taupin, a cargo de un estupendo Jamie Bell y con John Reid, su mánager) como por sus adicciones.
La historia a contar en manos de Dexter Fletcher adquiere la virtud de un colorido vórtice musical y coreográfico, en el que se disfruta de las contradicciones más descabelladas de los 70 hasta la melancolía de la niñez. Para diseñar tan amplia elipsis narrativa el cineasta se valió de un lenguaje que recuerda la maestría del gran Richard Lester y sus dos films sobre Los Beatles –¡Socorro! y ¡Yeah, yeah, yeah!–. Claro que uno de los pilares del film es sin duda la excelente interpretación de Taron Egerton, que se devora a su personaje con avidez, en su momento de gloria.

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