ESPECTACULOS
ENTREVISTA

Graciela Borges: “Soy la actriz que soy, y si a alguien no le gusta, todo bien"

La estrella del cine nacional, ganadora de varios premios, espera el estreno de "El cuento de las comadrejas", que filmó con Juan José Campanella. Asegura que el personaje que más la marcó fue el de Heroína.

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Mirada. Graciela Borges en un momento especial de su vida donde confluyen pasado, presente y futuro. Está contenta con su camino y sus afectos. | Soli Lareo

Graciela Borges habla y el mundo del entrevistador, de quien escucha, se frena. Pocos entrevistados tienen ese poder. Es cálida, es leyenda, es presente, es protagonista del cine argentino todo, es diva, es cariño. Y lo sabe, pero nunca lo luce de ninguna otra forma que la amabilidad casi con calor de supernova. Acaba de ser homenajeada en Málaga, en el festival de cine de esa ciudad, y está por estrenar el 16 de mayo la nueva película de Juan José Campanella, "El cuento de las comadrejas" (remake de Los muchachos de antes no usaban arsénico). Sobre la película que la tiene compartiendo cartel con Oscar Martínez y Luis Brandoni sostiene: “Fue un placer enorme trabajar con Campanella. Un tipo superamoroso, supereducado, que se acerca y te pregunta si tenés frío. Este personaje que hago es genial. Un personaje al que hacíamos más vieja en el maquillaje. Hace años me hubiera exaltado si me ofrecían hacer un personaje más viejo. He tenido mucha suerte en mi vida respecto del cine. No sé si es momento o no, porque no me gusta la gente que anuncia que se retira, pero tengo la sensación de que por un tiempo el cine para mí se ha completado”.

—¿Cómo viviste el homenaje que te hicieron en Málaga? Alguna vez dijiste que no te gustaba mucho el concepto de homenaje.

—A todo el mundo le gusta que lo homenajeen, que guste lo que uno hace. Tiene que tener un aire leve, eso sí. No sé cómo explicarlo, si no, no es algo vital. Es algo que ocurre con lo que uno está muy agradecido y después sigue el camino, ¿no? De otra manera, si no fuera así, me sentiría muy mal. Son muchos años de hacer lo que hago, y me doy cuenta de que no tiene que ver nunca con el éxito o el tiempo transcurrido para que te gusten las cosas. Nunca pienso en mi cine, nunca veo películas donde yo estoy y pienso “qué lindo”. De golpe aparece El dependiente o Pobre mariposa y recuerdo días de rodaje. No tengo un ser del ego que me haga compararme y sufrir. Yo tomo las cosas muy tranquilamente: los homenajes, los éxitos y los fracasos. No era solo un “homenaje”, no solo la Biznaga de Oro, además fue volver a Andalucía, a Málaga. Me deslumbraron la limpieza, la alegría, la recorrida. Yo lo que más amo en la vida es el mar, siempre digo que es el lugar más libre de la Tierra. Me metí cuarenta minutos en el Mediterráneo. El agua te sostiene, te saca el peso, estás feliz, ligero, bien. Ya solo por ese día fue glorioso estar ahí.

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—¿Qué aprendiste de la libertad a partir de lo que hiciste durante toda tu vida como artista?

—El camino de la libertad es hacer con gusto y amor lo que uno hace y sin tener miedo. Yo nunca tuve miedo a nada. Nunca pedí nada a nadie. Nunca deseé nada que no pudiera hacer por mí misma. Nunca tuve pensamientos sobre cosas que tendría que haber sido que me hubieran hecho daño. Hice mis películas, trabajé con directores completamente distintos, con distintos pensamientos de toda clase, políticos, intelectuales, y a todos los miré con el mismo afecto, desde la alegría y el amor. Intentarlo por lo menos. Lo que te quita la libertad es la no aceptación, la no aceptación del otro. Es de las cosas más terribles.

—Tanto hablamos de homenaje, ¿a quién te hubiera gustado homenajear que sentís se le decía una celebración de esa naturaleza?

—Yo creo que la gente que he reconocido con grandeza, con talento, es gente a la que no le importaba tanto el reconocimiento. Yo creo que el cine de Raúl de la Torre no fue elogiado como debería haber sido. No tiene que ver con que haya tenido una relación profunda conmigo. He amado a Favio y tiene un reconocimiento enorme, y lo merece. Pero no creo que a Raúl le hiciera falta esto. El era tan inteligente que sabía lo que dio. No creo que uno tenga expectativas tan grandes. Todo es tan breve, ¿sabés? ¿Cuánto tiempo dura en el pensamiento de lo que decís “cuánto me gustó esa película”? No sé si recordamos tanto todo, ¿no?

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—Pareciera que vos sí. Pero también hay una obsesión con “pasar a la historia”, ¿o no?

—No estás hablando con la persona indicada. Hago mi trabajo prolijamente, como el desayuno prolijamente, preparo el día porque me levanto temprano. Si no me apoyo en eso, en una fuerza, en la libertad de no tener miedo, la voy a pasar muy mal. Entre pensar que la voy a pasar mal y usar el día para lograr lo contrario, prefiero lo segundo.

—¿Cómo te definirías hoy?

—Muchas veces tengo juicios severos de lo que hago, pero de verdad, de corazón, no por negativa, que no lo soy. Pero también disfruto a la gente que quiero mucho. Estos días en Bafici estuve conversando mucho con Edgardo Castro, y me gusta verlo hacer aquello en lo que él cree. Cuando se tuerce el camino de la gente, como le pasó a Kindergarten del pobre Polaco, uno siente un dolor inenarrable, porque ahí sí le cortaron la libertad. Polaco no era el de las últimas películas, era el que hizo Diapasón. Prohibir es una manera de matar, y cuando le prohibieron eso no pudo hacer más nada.

—¿Qué sentís respecto de tu camino a la hora de pensar los errores?

—Yo creo que fue un camino lindo. No de flores, porque no tiene por qué ser de flores. Muchos caminos no están en los mapas. Y hay que tomar el camino que uno crea que lleva a algún lado, o ninguno, pero donde uno tenga la esperanza de que hay algo que lo espera. Y está bueno. No hay que pensar tanto. Hay que hacer. No hay que estar todo el tiempo pensando. Hay que hacerlo e irse. Porque si no, uno se marca mucho. Yo me marqué mucho en Heroína, que fue el único personaje que se parecía mucho a mí. No quiero atraparme en eso. Quiero ser libre. Lo hago lo mejor posible, después me reto si me pareció bien,-mal o aquello. Ya está. Soy la actriz que soy, y si a alguien no le gusta, todo bien. Pero estoy contenta conmigo, es un buen momento (sobre todo personal). Me hablan con mucho cariño, pero me hablan como persona y eso me da mucha alegría. La vida es eso: encontrar el afecto, devolverlo, sonreír y continuar caminando como todos los días de la vida.

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“Si no lo sentis, no actuás bien”

Es sabido que Graciela Borges no quiere hablar de política. De hecho, lo dice siempre literalmente: “No hablo de política. No hablo de las cosas que desconozco. Pero sé cuáles son mis pensamientos sobre la libertad, sobre que la gente esté bien, cómo seguir lo que queda de esta vida”.

—Decías que podías ser severa, ¿qué quiere decir exactamente eso en vos?

—Si vos me preguntás realmente cómo escribiste una cosa u otra, y me decís de corazón que hable, no tengo piedad. Tampoco la tengo para mí. Pero insisto con que no conozco la palabra “negatividad”. No es realismo tampoco. El realismo tiene ver con cosas más terrenales de lo que yo busco. Son pequeñas sutilezas, de ver algo en la mirada. Yo trabajo de sentir, ¿viste? Esa cosa absurda que tenemos en nuestra precaria carrera de decir frases que no son de uno y vestirse de otra cosa se hace muy complicado. Si no lo sentís, no lo actuás bien. Veo los films del pasado, míos, y me es fácil ver cuándo no sentía en determinados momentos. Pensaba en La revolución, veía a Lautaro Murúa (un actor enorme), al flaco Luppi, y la volví a ver y era un trabajo excepcional, de alguien –yo– que no sabía ni mirar.

—Hablabas de la prolijidad en el día a día. ¿Te costó llegar a ese lugar?

—Me costó un poquito de salud, porque a veces hacés película de verano en invierno y no cuidás tus pulmones. Hemos hecho pipí al lado de una tumba, hemos comido con un sol que nos mataba, he trabajado con 12 grados bajo cero casi desnuda. La gente cree que estábamos entre almohadones. Yo hice Viudas y nunca me divertí tanto. Todo está presente. He tenido la suerte de tener una relación divina con mis compañeros, algunos del alma, como Jorge Marrale o Mercedes Morán. Cuando trabajás con gente que te responde en la mirada, en la actitud, te pone muy contento. Nunca he tenido un problema. Nunca. A algunos los he querido más. Pero no se puede trabajar sin armonía. Mi queja, que no es tal, sobre el cine es que antes se trabajaba con material fílmico, entonces había que ahorrar dinero porque había dos o tres tomas, y hoy se hacen muchísimas tomas. Ahora se graba antes de filmarla. Lo he dicho y lo repito.