ESPECTACULOS
Veronica Llinas

Una actriz especialista en imitar a las señoras paquetas

Legendaria fundadora de las Gambas al Ajillo, se luce en Carcajada salvaje con Diego Barassi. Revela cómo graba sus famosos videos y opina sobre estos tiempos.

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Lista. Verónica Llinás parece haber nacido para estar en el escenario. Todo lo que hace pega. | Piemonte

Protagoniza uno de los nuevos éxitos de la cartelera teatral porteña, Carcajada salvaje, junto a Diego Barassi, en el MultiTabarís Comafi. Verónica Llinás, quien integró el grupo emblemático Gambas al Ajillo y es una de las figuras con más seguidores en las redes sociales con sus creaciones en video, se sube al escenario de miércoles a domingos.

“La gente siempre tiene necesidad de reír –subraya– porque la risa, como dice mi personaje, es un tónico, un bálsamo. Desde lo físico, porque genera movimientos, hasta psíquicamente hace bien. Pero en los momentos de crisis, como ahora, donde hay muchas razones para estar angustiado, deprimirse y no ver futuro, es más importante reírse”.

—¿Es cierto que te habían ofrecido interpretar “Madre coraje” y desististe?

—Sí. Es cierto que hablé con Telerman pero no me bajé, porque nunca me subí a la propuesta. Para mí un proyecto oficial es hoy inviable, por una cuestión económica. Vivo lejos, moverme es mucho gasto y los ensayos son complicados.

—¿Y cómo apareció “Carcajada salvaje”?

—Hace varios años, me llamó Mercedes Morán, que la quería dirigir. Me había gustado el texto, porque la vi una obra muy atípica e interesante. Cuando me convocó Corina (Fiorillo), la volví a leer. Es otra época, estoy más grande y me parece que la pude disfrutar más. Nunca había trabajado con esta directora, pero me gustaban sus puestas. Vi potencial de comicidad, pero con tuétano, no liviana, sino con cierto existencialismo que a mí me hacen los proyectos más interesantes.

—En la televisión hiciste varias de veces de “paqueta”, como Inés Murray en “Viudas e hijos del rock & roll” o Alicia Castelnuovo, madre del personaje de Luciano Castro, en “100 días para enamorarse”…

—Me encantan porque son seres muy vistos por mí. Mi infancia la pasé en pleno Barrio Norte y fui al Club Hípico. Si bien mi familia no encajaba en ese lugar… fueron los bichos medio raros en ese ambiente. También disfruté mucho a Mecha Ludueña en Educando a Nina, esa cordobesa me costó mucho por la tonada. La pinochetista que hice en 100 días... fue un desafío porque debí buscar que no se pareciera a Inés. Me gusta armar esos personajes un poco esperpénticos, sobre todo en las tiras, donde los protagonistas son más aburridos, menos bufos y menos graciosos. Les tengo mucho cariño a los Ortega y a Pablo Culell. Hace años que me llaman y hay un respeto mutuo. En Viudas… Sebastián vino a la primera grabación y dijo: “Que ella haga lo que quiera”. Fue un voto de confianza enorme, lo agradezco porque no es común.

—Cuando te preguntaron por los videos que mostrás en Instagram, dijiste que tenías “tu” Duran Barba: ¿quién es?

—El no quiere que lo diga. Es mi compañero de vida. Esos videos son justamente momentos nuestros de mucho placer creativo. Empecé sola, después me filmó él  en algunos. Ahora estoy muy vaga, con los ensayos para el teatro no tuve tiempo. Parte del placer de grabarlos es hacerlos cuando tengo ganas.

—Se cuestionó que los artistas opinaran de política: ¿cuál es tu posición?

—Creo que cada uno debe hacer lo que quiere. Es parte de las libertades individuales. Incluso el mismo artista puede querer opinar sobre algunos temas y no pronunciarse sobre otros. Ultimamente, con las redes sociales, hay mucha gente que puede soltar su peor cara, porque está detrás de una máscara. Hay dedos acusadores de lo que deberías haber dicho o no. Todo esto es posible –en la mayoría de los casos– por la impunidad que da el anonimato. Creo que el artista debe interpelar al poder o a su época si no hace pasatismo, que no está mal tampoco.

—¿Cómo ves a la mujer en la política?

—Me parece muy interesante la energía femenina en la política. Quizá sea esquemático lo que digo, pero somos más sensibles, no solemos imponernos, la política es muy fálica. Es enriquecedora la presencia femenina en todos los campos y es muy bueno que tengan esos lugares.

—¿Te imaginabas esta situación?

—Sabía que iba a venir algo incómodo, pero no con este nivel de insensibilidad tan grande. Sé que había que hacer cambios. No creo que antes todo fuera maravilloso, pero ahora se dio una combinación muy difícil. La gente se está quedando sin trabajo. Las tarifas aumentan de manera monstruosa, las jubilaciones no suben como lo habían prometido y la inflación se come los sueldos. Las inversiones no vinieron, los impuestos no bajaron, se cortan subsidios a la investigación, a la cultura. ¿Qué país tendremos: la patria financiera? Si algo no da dinero, no sirve. Nunca fue así. Los gobiernos deben promover la investigación y el arte. Somos famosos en el mundo por nuestro teatro y nuestro cine. Mi hermano –Mariano Llinás– salió con su película La flor en la tapa de Libération. No se hizo con el Incaa sino con fondos extranjeros.

Del aborto legal y los acosos

Poco puede anticipar Verónica Llinás de su próxima participación en televisión. “A lo mejor estaré en la próxima tira de Underground, pero no sé nada más. Me llamaron y creo que me sumarán”.

Cuando se le pregunta por los debates sobre la ley del aborto legal y gratuito, responde: “Percibí discursos progresistas y otros más cavernícolas, pero no dependiendo del sexo. Vi hombres apoyando respetuosamente y me gustó. No soy una militante feminista, todo lo miro desde mi inteligencia. Hay hombres feministas y mujeres machistas. Creo que el tema del aborto involucra a toda la sociedad. Les doy más valor a las preguntas que a las respuestas, porque estas últimas cambian con las épocas”.

Como integrante del Colectivo de Actrices Argentinas, otro tema importante es el de los acosos. Confesó y relató varios, pero por fuera del ámbito artístico: “De niña (tenía 6 años) me violentó un señor en un ascensor, me hurgó en la bombacha. Sentí que eso estaba mal, abrí y salí corriendo. Mi madre se dio cuenta y buscó al tipo, sin encontrarlo. A la noche sentí que me habían puesto una bomba en el cuerpo. Después, más grande, iba con amigas al Jardín Botánico y había un exhibicionista. De más grande sufrí un intento de violación, primero fue un robo y como no tenía dinero buscó violarme. No lo consiguió y cuando lo denuncié en la comisaría me humillaron con preguntas insistentes, incluso el comisario me quiso levantar, invitándome a salir. Yo tenía 21 años”.