HUMOR
Un baista muy peculiar

El hombre del Riachuelo

Adora meterse en aguas contaminadas, un caso único en el mundo.

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Nuestro hombre del día no tiene problemas en bañarse en el Riachuelo.

Alberto Irigoyen es, básicamente, un optimista y un descreído. Vecino de Lanús, trabaja desde hace muchos años en una fábrica a orillas del Riachuelo, pero en los últimos días tomó una decisión. “Estoy cansado de los comentarios malintencionados de ecologistas y vecinos, diciendo que el Riachuelo es una porquería de contaminación y todas esas cosas. Hay que hacer algo”, gritó indignado.

Alberto mira enternecido el paisaje de basura y desperdicios que se despliega al costado del Río Matanza y se enardece. “No sé cómo pueden criticar tanto este lugar. Debe ser porque no lo conocen a fondo”, concluye.

“Quiero rebatir los puntos débiles por los que se pretende atacar al Riachuelo”, desafía Irigoyen, mientras busca su malla en el bolso. “Uno: El hecho de que sea negro no tiene nada que ver con la contaminación. ¿Acaso no existe el mar Negro, o el Río Negro? Y dos: eso de que tiene metales… ¡entonces, es como el agua mineral, que tiene minerales!”, enumera.

Irigoyen dice no saber por qué la gente se queja.

Nuestro hombre del día pliega ordenadamente su ropa sobre el capot de un auto incendiado, mientras el oloroso río actúa de marco para su diatriba: “Todos esos ecologistas son unos macaneadores. Yo mismo trabajo en una fábrica al lado del río, y jamás vi que tiraran nada”, afirma convencido.

“Sé que los vecinos se quejan, pero es porque son debiluchos. Y para probarlo, ya mismo estoy dispuesto a bañarme aquí en el río”.

Acto seguido, Alberto se acerca a la orilla esquivando botellas rotas, coloca su mano en posición de orar y hace un clavado hacia el lecho del río. Luego de dar varios tumbos sobre una heladera industrial semihundida y un barco de poco calado, llega finalmente al agua. Nuestra aprensión desaparece cuando lo vemos emerger con gran estilo.

“¿Vieron que no pasa nada?”, pregunta triunfador Alberto, cuya cara, lentamente, comienza a tomar un color rojizo.

“Es todo verso. El agua está bárbara, incluso debe ser terapéutica, porque ahora mismo siento que estoy bajando de peso”.

Efectivamente, Alberto está bajando de peso, cosa que se hace evidente cuando sale y vemos que la piel se le cae a jirones. “Debe ser porque estuve tomando sol”, afirma Alberto, que junta sus pedazos de piel en el bolso”.