Roberto es un
reputado peluquero de la zona de Villa Fiorito que, desde
hace un par de días, está como en otro mundo. “Mirá, no me considero un tipo fácilmente
impresionable", afirma Minutegui, mientras atiene a un pelilargo.
"Si bien es cierto que alguna vez tuve que peinar a Nahuel Mutti, lo asumí como un desafío
profesional. Pero debo admitir que, cuando vi el último peinado de Carlitos Tevez, quedé
impactado", declaró el peluquero que aún no salía de su asombro.
Discípulo de Tony Cuozzo -el célebre peluquero de Carlos
Menem- recuerda con cariño a su maestro. “El sí que era un fenómeno. En la época menemista yo
era su asistente, y tuve que escuchar las órdenes más extravagantes que le deba Carlos Saúl a Tony.
Una vez, recuerdo que le preguntó: `¿Qué necesito para batirme el pelo?´ Y Tony le contestó:
`pelo´. Es que lo de Menem no era un peinado, era un milagro. Cuando nos pedía hacerse raya al
medio, le cortábamos en juliana los pocos pelos que tenía para que hicieran bulto.”
Volviendo a Tevez,
el peluquero sostiene que lo del ex jugador de Boca quedará en los
anales de la peluquería: “Es maravilloso –dice, mientras recorta la cabellera
del todavía pelilargo-. Haber puesto todos sus pelos de punta tiene, además de cierta audaz
belleza, significados ocultos:
es un puercoespín en celo, un gato en guardia, es, como dicen, el
Increíble Hulk.”
En ese punto, Minutegui se pone serio: “Creo que, con Carlitos, estamos de alguna
manera conectados. Lo digo porque yo también he iniciado un estudio sobre los cortes de pelo de los
superhéroes. El ostenta un estilo “Increíble Hulk”, y yo promocione entre mis cortes el
estilo “Superman” (pelo cortito, con jopo endurecido a fuerza de gomina para que no se
le mueva en pleno vuelo), el estilo “X Men” (el tipo lobo de
Wolverine exige toneladas de spray) y el estilo Oaky (que
tan bien lleva adelante Riverito).
Mientras prosigue con el corte al cliente, el peluquero ya lagrimea: “Creo que, después
de esta visión, mi vida ha cambiado. Me estoy replanteando todo lo que tiene que ver con mi
profesión. Ya nada puede ser superior a ese corte y…
-¡Eh! ¿qué me hizo en la cabeza? –grita el cliente pelilargo, que ya no es pelilargo (y
suponemos que tampoco cliente), cuando se da cuenta que, en su testa, ostenta un peinado similar al
popular Carlitos.
Y mientras Roberto corre por todo el local para guarecerse de los golpes que le propina su
cliente, nosotros comprendemos el nuevo dilema que ha atrapado a nuestro hombre del día.