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Declaración Universal de los Derechos Humanos

70 años después de este documento internacional encuentra un planeta poblado de seres humanos que luchan por sobrevivir.

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Eleanor Roosevelt, Presidente de la Comisión de Derechos Humanos para la Declaración Universal de Derecho | Cedoc

Hoy 10 de diciembre se cumplen 70 años de la célebre Declaración Universal de Derechos Humanos. 

Este documento internacional constituye una fotografía a todo color del siglo veinte, una especie de diagnóstico perfecto de aquel mundo arrasado de finales de los años 40 que expuso la deshumanización en su máxima expresión, y a la vez, una referencia para analizar -en términos de fortaleza de las democracias constitucionales modernas- este siglo veintiuno al que hemos llegado. 

Me pregunto entonces: ¿Cómo era el mundo hace más medio siglo? ¿Cuáles eran las características políticas, económicas y jurídicas mundiales al tiempo de escribirse la Declaración Universal? Y por último: ¿cuál es el mundo de nuestro hoy?

En primer término, es preciso señalar -al menos brevemente- que la ONU estaba recién constituida y dando sus primeros pasos en la historia, apenas habían transcurrido tres años de la finalización de la Segunda Guerra Mundial y dos de los Juicios de Núremberg, en aquella época todo comenzaba a enmarcarse en un contexto de polarización ideológica establecido entre EE.UU. y la U.R.S.S, la Guerra Fría pronto llegaría a su apogeo, comenzaban a surgir “nuevos” países en la comunidad internacional producto de los procesos de descolonización, sobre todo en el Continente Africano y por supuesto, la democracia aún no era el sistema político más generalizado, pues en gran parte del planeta los pueblos padecían la opresión de las dictaduras.  

Ese era, a trazo grueso, el mundo para el cual y desde el cual la tercera Asamblea General de las Naciones Unidas, reunida en París, dispuso que los derechos humanos se encuentren expresamente reconocidos y deban ser protegidos siempre y en todas partes. 

Lo cierto, es que 70 años después nos encontramos sobre un planeta poblado por millones de seres humanos que luchan día a día por sobrevivir, contra el abandono institucional y ante la indiferencia de sus sistemas de derechos. Un mundo en donde cada vez más personas huyen de sus países con sus familias perseguidos por el hambre o por la violencia. Países que se amurallan ante migrantes desesperados, pueblos que ceden derechos y libertades a cambio de ultranacionalismo, un deterioro ambiental que no se detiene y la siempre presente amenaza nuclear; todo ello frente a bibliotecas donde, tanto la Declaración Universal de Derechos Humanos como el resto de los tratados y convenciones que vinieron después (acompañadas de sus respectivos órganos jurisdiccionales de contralor), nos observan impotentes.

Pero tal vez lo más incomprensible sea que la Declaración Universal de los Derechos Humanos cumple 70 años en un mundo donde los mismos discursos políticos de odio, racistas y xenófobos -que condujeron a esa Europa hacia los totalitarismos, persecuciones y genocidios que motivaron precisamente la necesidad de establecer a los derechos humanos como limites normativos y objetivos a los atropellos del poder y declarar de forma expresa y documentada que todos los seres humanos somos iguales (más allá de nuestra raza, religión, ideología, nacionalidad) para que el horror no se repita- vuelven a surgir.