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Norberto Oyarbide y los arrepentidos a medias

El uso de la figura del arrepentido como estrategia: decir poco y mostrarse ante la opinión pública como víctimas de aprietes de funcionarios K para evitar el encarcelamiento, pero con poca intención real de querer colaborar con la Justicia.

Oyarbide 08102018
El exmagistrado Norberto Oyarbide. | TWITTER

En el mes del arrepentido, donde por Comodoro Py desfilaron gran parte de los máximos exponentes de la patria empresaria, volvió a verse por los pasillos a quien trabajara allí durante los últimos 21 años: el polémico exjuez federal Norberto Oyarbide.

Era tanta la cantidad de empresarios arrepentidos que se hizo eco en los medios la posibilidad de que al exmagistrado se le ofrezca un acuerdo de colaboración con el fiscal, después de que manifestara “que lo apretaron del cogote”.

Sin dudas es la pieza que parece faltar en la investigación judicial para mostrar la impunidad judicial garantizada en aquel entonces y en la cual Oyarbide siempre fue una pieza clave, ya que la mayor parte de las causas de corrupción “por sorteo” caían en su juzgado.

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Pero Oyarbide solo podrá ser un arrepentido a título personal, ya que la ley en su artículo 3 impide a aquellos funcionarios susceptibles de un proceso de juicio político, según manda la Constitución Nacional, la posibilidad de adherirse a los beneficios de la ley. El extitular del Juzgado Federal Nº 5 fue uno de ellos.

Hasta los primeros días de agosto Oyarbide estaba tranquilo en su departamento en la calle Rodríguez Peña del barrio Recoleta y disfrutando de una jubilación en neto de 176 mil pesos, pero las cosas cambiaron rápidamente. Fue indagado en la causa más resonante de los últimos años y ahora si se demuestra que cometió prevaricato en la firma de sus sentencias,  los fiscales podrían pedir que se aplique el instituto de cosa juzgada írrita y reabrir las causas donde sobreseyó a distintos funcionarios que hoy son cosa juzgada.

Son tiempos en los que empieza el paralelismo y la comparación. A Bonadío se lo asemeja con el juez Moro de Brasil o con Antonio Di Pietro de Italia, y al caso se lo etiqueta con un nombre –el “Cuadernogate”, el “Caso de los cuadernos” o el “Gloriagate” – en una clara similitud con el LavaJato o el Mani Pulite. 

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La diferencia radica acá sobre los que aportan datos para la búsqueda de la verdad. Mientras allá hay empresarios condenados tras haber aportado información a la investigación y haber tenido un rol protagónico en la misma, acá la estrategia es buscar el abrazo de la figura del arrepentido, decir poco y mostrarse ante la opinión pública como víctimas de aprietes de funcionarios K para evitar el encarcelamiento, pero con poca intención real de querer colaborar con la Justicia.

Hay un peligro latente que Bonadío deberá resolver: la figura del arrepentido votada por el Congreso en 2016 le sirvió -hasta ahora- para destrabar la investigación, pero deberá pulirse el cómo, cuándo y con quien usarla, para no alejarse de la naturaleza de la ley. Porque si todos terminan arrepentidos y no va a haber condenados en esta historia de los cuadernos, entonces el sistema otra vez habrá fracasado.

*Director de El Monitor de la Justicia.