IDEAS
Alfonsín, 10 años

Un hombre, múltiples significados

Las huellas de la política de los años´80

29032019 Alfonsin
Raúl Alfonsín con Cafiero y Manzano en las Pascuas | CEDOC

¿Qué significa “pasar a la Historia”? Una primera definición de la expresión podría remitir a la chicana anglosajona: “You’re History”. La idea de un pasado muerto, inmutable e inmodificable, lo que fue y también lo que ya no será. La historia que se jugó y ya no tiene vuelta atrás, la infinita cadena de decisiones, casualidades y restricciones estructurales que llevaron, por ejemplo, al “Felices Pascuas”. Algo de eso puede verse en el muy interesante documental de Sergio Wolff, Esto no es un Golpe, sobre la sublevación carapintada de 1987. Los protagonistas de esa semana clave son entrevistados y recorren el minuto a minuto, la anatomía del instante alfonsinista, con una doble certeza: que podría haber sido de otro modo y que la a vez ya no lo será. Un aire trágico (en el sentido “griego” del término) recorre la película por ese mismo motivo. El pasado pisado.

Creo, sin embargo, que existe otra definición de la expresión, una más vital, presente e infinita: una que no muere jamás. Cada época reinterpreta los liderazgos políticos según sus propias dilemas y necesidades, y así como existen tantos “Últimos Perones” (el que habilitó al tandém Isabel- López Rega y el del abrazo Perón-Balbín, el carnívoro y el herbívoro) existen en la historia de nuestra democracia muchos “Alfonsines”. El escritor Martín Rodríguez lo sintetizaba en una nota titulada Elige tu Propio Alfonsín: está el Alfonsín reivindicado por el último cristinismo, el de la lucha contra la Sociedad Rural, La Iglesia y el Partido Militar. Un Alfonsín “anticorporativo” en el cual la última Presidenta buscaba reflejarse. Está también el Alfonsín Cambiemista, el del estadista derrotado y manso, ícono del posibilismo y de la resignación digna, en una versión prácticamente opuesta a la anterior. Me surge una pregunta: ¿Cuál es nuestro Alfonsín versión Argentina 2019, en la era de la polarización y la grieta?

Yo querría reivindicar hoy el Alfonsín que expresaba síntesis y que corporizaba acuerdos aún en el marco de la más profundas crisis nacionales. No me refiero a la mímica del diálogo, la orquestación de la política para el Instagram. Hablo de un espíritu de época que Alfonsín supo expresar y liderar: Los ’80 fueron la década que operó un consenso insólito en la práctica de la clase política argentina, una Moncloa que no se atrevía a decir su nombre. Se ve en el balcón del “Felices Pascuas”: Cafiero y Manzano, los principales referentes del peronismo como partido, apoyando la institucionalidad democrática. Centrados en la descripción de la confrontación entre el peronismo sindical y el Gobierno (los famosos 13 paros generales), la mayoría de los análisis tienden a perder el eje de que en lo fundamental -la defensa de la democracia y la lucha contra el partido militar- ambos partidos mayoritarios estuvieron siempre espalda contra espalda. En ese sentido, la política de los ´80 es otra huella ejemplificadora hacia el presente: el consenso oficialismo-oposición como la clave de la superación de los momentos de crisis.

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Tenemos que recuperar algo de ese espíritu de los ’80 para salir por arriba del laberinto de la grieta. Y también, en otra coyuntura decisiva de nuestra Historia, la crisis del 2001, está otro Alfonsín: el que ya desde el despoder extiende la mano y la política para articular junto con el peronismo de Eduardo Duhalde una salida a la peor crisis económica que haya vivido la Argentina.

El Alfonsín presidente nacido para cerrar las grietas de la crisis de representación heredada y fundar el espíritu democrático tiene una continuidad en el Alfonsín senador que lee y anticipa la crisis del 2001. Se distancia del rumbo económico tomado por la Alianza y en la víspera de las cacerolas, inicia las primeras rondas de dialogo político para salir de la crisis. El Alfonsín del 2001 se para como un hombre de Estado sin camiseta partidaria, equidistante tanto del oficialismo como de la oposición, con el objetivo de tender los puentes hacia la salida de una crisis que es tan política como económica. El acuerdo Duhalde-Alfonsín del 2002 fue un modelo de mancomunión política que ante cada nueva crisis resuena con mayor actualidad.

El Alfonsín presidente nacido para cerrar las grietas de la crisis de representación heredada y fundar el espíritu democrático

¿Podría haber existido la renegociación de la deuda, la salida de la Convertibilidad y el posterior crecimiento sin la base de ese pacto? El mismo Roberto Lavagna, cuya conducción de ese proceso fue tan central y decisiva, esta convencido de que no.

A Raúl Alfonsín se lo homenajea mejor con menos estatuas y cotillón y con mucho más de su política, en el sentido más profundo del término. Alfonsín tiene algo para decirle, hasta el día de hoy, a la Argentina.

*Licenciada en Comunicación Social UNLP. Especialista en Comunicación Política y Organizaciones.