INTERNACIONAL
Anuario 2017

2017, el año de la grieta que Trump provocó en Estados Unidos y en el mundo

No sólo a islamistas o latinos provocó. Gran parte de la población norteamericana y mundial se vieron obligados a adoptar una posición frente a sus dichos y acciones.

Donald Trump durante la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Donald Trump durante la Asamblea General de las Naciones Unidas. | Cedoc

Apenas un mes después de su victoria electoral, Donald Trump fue elegido en diciembre de 2016 Persona del Año por la revista "Time", que mostró en portada una imagen del presidente electo con la leyenda "Divided States of America" (Estados Divididos de América).

"Yo no he hecho nada para dividir a los estadounidenses, estaban ya divididos", manifestó él en lo que se podría definir como una nueva “grieta” a nivel internacional y local.

Al mes siguiente del comienzo de su mandato, lanzó un mensaje apaciguador al ser investido presidente: "Es momento de que confluyamos como un pueblo unido", dijo. Pero ha pasado casi un año de aquel 20 de enero y la fractura se ha agrandado.

Qué dicen los expertos y las encuestas. “La sociedad estadounidense está más polarizada que nunca desde la década de los 60", comentó Cynthia Miller-Idriss, profesora asociada de Sociología en la American University. "La gente está dividida por las líneas partidistas de una manera que no he visto en mi vida. Hay ira, antipatía y una sensación de traición".

Un 66 por ciento opina que Trump hizo más por dividir que por unir, según una encuesta reciente de ABCNews y The Washington Post.

Fronteras con México y con el mundo. Lanzó su carrera a la presidencia en 2015 con un discurso en su torre de Nueva York en el que prometió construir un muro en la frontera con México para impedir la entrada de los indocumentados de ese país, a los que acusó de ser narcotraficantes y violadores. Y ya en la Casa Blanca atacó a inmigrantes, a musulmanes, a medios de comunicación y a políticos y deportistas negros; insultó a demócratas y también a republicanos en desacuerdo con él y defendió a neonazis que salieron a la calle con antorchas.

"Necesitaba y sigue necesitando configurar enemigos contra los que su base pueda movilizarse", explicó John Feffer, analista del Institute for Policy Studies.

Entendiendo el contexto de la llega de Trump


Estados Unidos no era un país armonioso antes de su llegada. La presidencia de Barack Obama había agudizado la división racial por la hostilidad de determinados grupos blancos al primer presidente negro; la pérdida de empleos manufactureros y la consolidación del sector agrícola agudizaron la brecha entre lo rural y lo urbano en un país en el que crecían las diferencias en términos de riqueza.

Durante los años de Obama, la legislación nacida de la cooperación demócrata y republicana fue escasa. Y a partir de las elecciones legislativas de medio término en 2010, el mandatario acudió cada vez más a sus decretos para modificar y crear políticas que celebró una parte de la sociedad y detestó otra.

El mundo: con él o en contra de él


"Trump heredó una nación dividida", indicó Michael Shifter, presidente del 'think tank' Inter-American Dialogue, "pero profundizó las divisiones y forzó a todo el mundo a tomar parte y declarar si se está con o contra él. Ha explotado, magnificado y legitimado las divisiones". La de la raza es especialmente peligrosa. Aquí se inserta su negativa a condenar a los supremacistas que en agosto salieron a la calle con antorchas en Charlottesville y la equiparación que hizo de ellos con quienes protestaban contra su racismo cuando responsabilizó a "las dos partes" de una violencia que llevó a la muerte de una manifestante atropellada por uno de los neonazis.

También aquí está su guerra con los jugadores negros de la Liga del Fútbol Americano que, siguiendo a Colin Kaepernick, se arrodillan durante el himno como protesta contra el racismo. Los llamó "hijos de puta" e instó a los clubes a despedirlos.

Max Paul Friedman, catedrático de Historia de la American University, recordó que hubo otros presidentes republicanos que apostaron a la "Southern Strategy" (estrategia sureña), la apelación a los votantes blancos racistas con aversión a los cambios introducidos por el movimiento de los derechos civiles. "Pero Trump lo llevó a un nuevo nivel", señaló. "El racismo fue parte central de la sociedad estadounidense desde la fundación del país, pero mientras algunos líderes lo vieron como un problema a ser resuelto, Trump lo inflama para asegurarse de que tiene una base sólida de apoyo entre aquellos blancos más resentidos por ir perdiendo gradualmente su hegemonía".

Comunidades latinas e islámicas


La comunidad hispana, con los mexicanos a la cabeza, fue otra clave de los miedos de la América blanca. "Bad hombres" es como llama Trump a los inmigrantes latinos que quiere deportar. En agosto ejerció su poder presidencial para indultar al ex sheriff Joe Arpaio, condenado por sus prácticas racistas contra los latinos en el condado de Maricopa (Arizona). "Creo que fue tratado de forma increíblemente injusta", dijo al revocar la decisión judicial contra un hombre que metió a indocumentados en carpas donde se llegaba a 40 grados y a los que obligó a vestir ropa interior rosa.

La islamofobia la alimentó con su veto migratorio, dirigido fundamentalmente contra ciudadanos de países de mayoría musulmana, y con episodios como los recientes retuits de videos antimusulmanes publicados por la líder de un grupo ultraderechista británico.

El riesgo más inmediato de su estrategia son más episodios de violencia, cree la socióloga Miller-Idriss, aunque piensa que en el plano político puede tener un efecto boomerang para Trump: "Podría ayudar a los demócratas en las elecciones al Congreso de 2018".

Las consecuencias a largo plazo podrían ser peores, opina por su parte el analista John Feffer: "Si la polarización continúa, temo que la propia integridad de Estados Unidos esté en riesgo".