INTERNACIONAL

‘Educación inclusiva, el desafío’

default
default | Cedoc

Señoras y Señores,

Panamá, “puente del mundo”, es hoy el lugar de reencuentro de las Américas. Celebramos, aquí y ahora, la valiente iniciativa de los presidentes Raúl Castro y Barack Obama de reestablecer relaciones entre Cuba y Estados Unidos, poniendo fin a este último vestigio de la Guerra Fría en la región, que tantos perjuicios nos trajo. Saludo, igualmente, a Su Santidad, el Papa Francisco, por la contribución dada para que esta aproximación se realizara.

Con el aplauso de todos los líderes presentes en este encuentro, los dos presidentes dieron una prueba de cuánto se puede avanzar cuando aceptamos las enseñanzas de la historia dejamos de lado prejuicios y antagonismos, que tanto afectaron a nuestras sociedades.  
Estamos seguros de que se darán otros pasos, como el fin del embargo del que, hace más de cinco décadas, es víctima el pueblo cubano y que debilita al sistema interamericano. Ahí, sí, continuaremos construyendo las líneas que guiarán nuestro futuro y estemos siendo contemporáneos de nuestro presente.
Amigos e amigas, innumerables oportunidades nacen de este nuevo ambiente, razón por la cual saludo el tema elegido por Panamá para esta cumbre.

La prosperidad, la equidad y la cooperación son valores muy caros a todos nosotros. Junto con la inclusión social y la democracia representan todo por lo que luchamos en los últimos años y décadas. Reflejan el espíritu que debe presidir esta nueva etapa de las relaciones hemisféricas.
Desde la Cumbre de Miami, nuestros avances económicos, sociales y políticos en esta región fueron notables.  En 1994, enfrentábamos problemas crónicos como el hambre, la miseria, el desempleo, causados, en gran medida, por visiones y políticas equivocadas que agravaban la exclusión social. Recién salidos de regímenes autoritarios, recibimos un legado de endeudamiento, concentración de renta y bajo desarrollo.
Hoy estamos en un contexto diferente.

La consolidación de la democracia y nuevos paradigmas políticos, en cada uno de nuestros países, invirtieron la lógica de la acción del Estado, dando prioridad al desarrollo sustentable con justicia social. América latina y el Caribe tienen ahora menos pobreza, menos hambre, menos mortalidad infantil y materna, menos analfabetismo. Pero sabemos que se necesita más riqueza, más dignidad, más seguridad, más educación, y así es lo que construiremos en los próximos años. Sin dudas, aumentamos la expectativa de vida, el índice de desarrollo humano y el PBI per cápita.
Sin embargo, nos queda por delante aún un largo camino y muchos desafíos. También, tenemos más comercio, más inversiones y más turismo.
En varios países, como en el mío, erradicamos el hambre, objetivo que parecía inalcanzable.

Estas conquistas sociales son una demostración del vigor democrático y de la capacidad de movilización de nuestras sociedades, de nuestra capacidad de organización en foros como el Mercosur, la Alianza del Pacífico, Unasur y Celac. La afirmación de la democracia –en su sentido más completo, con participación social- es un patrimonio de gran valor en nuestra región. Es necesario preservar, ampliar y desarrollar esas conquistas.
Tampoco podemos cerrar los ojos ante la persistencia de desigualdades que aún afectan, en diferentes grados, a todos los países del hemisferio.
Este fenómeno no pasa desapercibido a una sociedad que ayudamos a crear, que está cada vez más esclarecida, más exigente, más crítica.
La concentración de renta y de riqueza aún amenaza la cohesión social y el desarrollo de nuestras economías.
Esta disparidad es aún mayor si se la analiza bajo la óptima de género y raza, en especial en lo que hace al acceso a la educación, el ingreso y el poder.

Combatir la desigualdad en todas sus manifestaciones, en un espíritu de cooperación, es algo importante en todos los fotos y ahora como lema de esta VII Cumbre, es el gran desafío de las Américas y del mundo en el siglo XXI.
Este combate aquí en nuestra América demuestra también la necesidad de un crecimiento económico continuo de nuestros países, capaz de asegurar la sustentabilidad de la inclusión social. Este combate debe estimular una verdadera cultura y práctica de la integración. La integración comercial y de las cadenas productivas es uno de los mecanismos capaces de asegurar que en todos los momentos y, en especial frente a problemas o crisis, podamos sustentar el desarrollo.

Nuestro hemisferio fue capaz de construir acuerdos de integración diversos, concretos y complementarios, que ampliaron el diálogo político, el intercambio comercial, la realización de inversiones y la integración de cadenas productivas. Nos acercaron política, cultural, económica y socialmente. Ya no se puede pensar en temas como el comercio, la salud y el combate a las drogas de manera local. Ya no se puede pensar en democracia, en promoción de los derechos humanos y en políticas basadas en nuestra capacidad de sustentar la inclusión por medio de la educación con base en modelos únicos. Pero tenemos que tener metas únicas. Los modelos pueden ser diversos, pero las mejores prácticas deben ser adoptadas por nosotros. Presidentes y presidentas, jefes de Estado y de gobierno.
Hace tiempo celebramos el hecho de que, desde Alaska a la Tierra del Fuego, nuestros países viven en paz unos con otros.
Esperamos conmemorar, en breve, el fin del más largo conflicto interno en las Américas.

Saludo el coraje del pueblo colombiano, de sus actores políticos y del presidente Santos, demostrado en el esfuerzo de poner fin al ciclo de violencia que asoló, por décadas, su país. La opción por una paz negociada constituye un precedente inestimable para la región y para el mundo.
Celebramos también los avances en la consolidación de la paz en Haití y afirmamos nuestro firme compromiso con la estabilidad democrática, el desarrollo y la soberanía haitiana. Apoyamos la reconfiguración de la Misión de Estabilización de Naciones Unidas en Haití, como fue determinada por el Consejo de Seguridad de la ONU.
El buen momento de las relaciones hemisféricas ya no admite medidas unilaterales y políticas de aislamiento en general, y siempre, contraproducentes e ineficaces. Por eso rechazamos la adopción de sanciones contra Venezuela.

El actual contexto en este país hermano pide moderación, pide aproximación de posiciones de todas las partes.
Es con este propósito que la Unasur trabaja para acompañar y apoyar el diálogo político entre el gobierno y la oposición en Venezuela, buscando contribuir para el pleno respeto, por todos, al estado democrático de derecho, al derecho de defensa y a la Constitución del país.
Señoras y Señores,
La cooperación facilita la búsqueda de soluciones para problemas comunes a nuestros países. Cuatro temas son especialmente relevantes: la seguridad, la educación, las migraciones y el cambio climático.

Asegurar el derecho, el derecho humano fundamental a la seguridad para los ciduadanos de las Américas sigue siendo un gran desafío.
Tenemos que buscar una cooperación que privilegie un enfoque abarcador y atento a las diversas causas y consecuencias de la violencia, otorgando una especial atención a los grupos más vulnerables –las mujeres, los jóvenes, especialmente los negros, los pueblos originarios y las personas discriminadas por su orientación sexual e identidad de género.
El combate al tráfico de drogas debe combinar represión y prevención. Las personas que usan drogas tienen derecho a una política de salud pública integrada y multidisciplinaria, basada en evidencias científicas y en el respeto a los derechos humanos. Pero el combate al tráfico de drogas debe combinar represión y prevención.

Una educación inclusive y de calidad en todos los niveles es, sin sombra de dudas, el mayor desafío en nuestro continente porque es indispensable para romper el ciclo de reproducción de la desigualdad; para generar oportunidades e innovación; para democratizar el acceso y la producción de conocimiento; sobre todo, para que no seamos apenas productores de materias primas y, sí, entremos en la economía del conocimiento basada en la educación de alta calidad, en la investigación científica y tecnológica, como base para innovar e introducir esta innovación en nuestra sociedad. Por eso, la innovación combina dos de los principales desafíos que América latina enfrenta. Primero, dar sustentabilidad a este inmenso esfuerzo de sacar de la miseria y elevar a la clase media a millones y millones de latinoamericanos. Necesitamos de educación para que esto no vuelva atrás, para que sea definitivo. Al mismo tiempo, para avanzar en dirección al desarrollo, nuestros países tienen en la educación una  de las mayores palancas para que podamos educar desde la guardería o el jardín de infantes, hasta la postgraduación con calidad y con las mejores prácticas para conseguir, de hecho,  que América latina dé un paso adelante y se transforme. Sí, tenemos riqueza, podemos ser grandes productores de commodities, pero también tenemos hombres y mujeres que serán capaces de crear un nuevo siglo de innovación basada en la investigación y la ciencia.

El siglo XXI requiere también un nuevo enfoque sobre migración, que debe centrarse en los derechos humanos de los migrantes; ser sensible al crecimiento de los flujos migratorios entre países en desarrollo; favorecer el trabajo decente; y prevenir y mitigar los efectos de desastres socioambientales.
Sigamos en el sentido opuesto al de la xenofobia y de la intolerancia, que crecen en varias partes del mundo. Tenemos que impedir que esto se constituya en una tendencia dominante aquí en América latina.

Por otro lado, la agenda global del cambio de clima también requiere avances. Con base en los debates realizados en Lima, es fundamental que la próxima Conferencia de las Partes, en París, produzca un acuerdo ambicioso, equilibrado y legalmetne vinculante, firmemente anclado en el marco de la Convención del Clima. Nuestros países, y aquí yo querría expresar mi solidaridad con la presidenta Michelle Bachelet por los desastres naturales que ha enfrentado- vienen enfrentando una serie de problemas, como es el hecho, por ejemplo, de que Brasil haya enfrentado en los últimos años la mayor sequía de su historia, no en la región tradicionalmente afectada por ella, sino en el sudeste del país, la región más rica, hasta entonces jamás afectada por una sequía de las dimensiones del presente.

De ahí que el combate al cambio climático que afecta a nuestra economía, que afecta a nuestras sociedades, que atribuye penalidades para las poblaciones de nuestros países exige el equilibrio entre el crecimiento de la economía, la disminución de la desigualdad social y la protección del medio ambiente. Brasil reafirma su compromiso con este tema. Reafirmamos y adoptamos las conclusiones de la Conferencia Río+20 de que es posible conservar, preservar, incluir, crecer y desarrollarse.

Queridos amigos y amigas,
La VII Cumbre inaugura una nueva era en las relaciones hemisféricas, en la cual es una exigencia convivir con diferentes visiones del mundo, sin recetas rígidas o imposiciones.

Es nuestra responsabilidad hacer de este siglo un período de paz y de desarrollo para todos. Sobre todo, es nuestro  desafío hacer que la regla por la cual nos medimos sea aquella con la que medimos a los demás. No podemos creer que somos superiores o inferiores a nadie.
El siglo XXI tiene que rescatar la esperanza que un día marcó nuestra región. Región que, como dice Eduardo Galeano,
“Se encuentra al otro lado de la mar – mágica mar que transfigura destinos – la gran promesa de todos los tiempos.”

La geografía nos legó un solo continente donde vivimos juntos, separados del resto del mundo por dos océanos. Estamos todos en este mismo e inmenso barco. Cabe a nosotros llevarlo a puerto seguro y garantizar que todos, que toda su población, tenga una vida digna con todos los derechos humanos, sociales, económicos y, sobre todo, protegidos contra la discriminación de cualquier tipo.

Muchas gracias.