INTERNACIONAL
ELECCIONES EN BRASIL

El Capitán en su Laberinto

Hay una contradicción entre el nacionalismo económico de Bolsonaro y el neoliberalismo que propone de la mano de Guedes. Muchos se preguntan si la "parcería" durará más de un par de meses.

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Jair Bolsonaro festejó su triunfo pero cuestionó el voto electrónico | AFP

Al contrario del personaje de la novela de García Márquez "El General en su Laberinto", en donde se narra el ocaso de Simón Bolívar, Jair Bolsonaro se encuentra en el mejor momento de su carrera. El sondeo de Datafolha del pasado miércoles lo ubica con un 58% de los votos positivos. Con esos números y el antipetismo a flor de piel entre los brasileños ¿qué podría salir mal?. Lejos de estar en un laberinto tiene el camino allanado. Sin embargo, algunas contradicciones y debilidades comienzan a mostrar sus consecuencias y, de agudizarse, podrían ser originar serios problemas ya una vez en el gobierno.

ECONOMÍA. A lo largo de su extensa carrera como Diputado Federal, Bolsonaro nunca fue de dar grandes definiciones en materia económica. Él mismo lo ha dicho: "no entiendo de economía". El único aspecto de su pensamiento económico que ha quedado claro en sus años como diputado es el nacionalismo y cierto estatismo, oponiéndose a las privatizaciones, por ejemplo. Sin embargo, en agosto y un mes después de haber oficializado su candidatura, Bolsonaro se alió al economista ultra liberal Paulo Guedes, hombre de la Escuela de Chicago a quien posicionó rapidamente como su futuro ministro de hacienda. Desde entonces "el mercado" y los inversores ven en Bolsonaro a "su" candidato. AsÍ, luego del triunfo del domingo pasado a primera hora del lunes el Índice Bovespa subió repentinamente un 5%, reflejo de la euforia del mercado. Sin embargo el entusiasmo se vio rapidamente opacado.

El día miércoles Bolsonaro lanzó una serie de definiciones económicas de corte nacionalista y antiliberal: rechazó la posibilidad de privatizaciones en áreas estratégicas de energía, deslizó pretender limitar las inversiones chinas al declarar "China no está comprando en Brasil, está comprando Brasil, ¿usted dejaría Brasil en manos chinas?". También se manifestó en contra de la esperada reforma previsional impulsada por Michel Temer, ya que para él debe ser menos drástica y con más consenso en Diputados. Luego del entusiasmo del lunes y aquella suba del 5%, con las declaraciones del miércoles el Ibovespa cayó nuevamente y cerró la semana en el mismo lugar que la había iniciado, el entusiasmo se disolvió. Hay una contradicción entre el nacionalismo económico de Bolsonaro, proveniente de las fuerzas armadas, y el neo-liberalismo que propone de la mano de Guedes, quien, por ejemplo, anteriormente había dicho que no habría límites para las privatizaciones. No es la primer desavenencia, en varias ocasiones el actual diputado ha desautorizado a Guedes e incluso le prohibió realizar declaraciones. Por ello en Brasil muchos se preguntan si la "parcería" durará más de un par de meses en Brasilia. Guedes genera optimismo en el mercado; Bolsonaro lo enfría.

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¿Por qué él? Claves del fenómeno Bolsonaro

VIOLENCIA. La violencia verbal del ex capitán, bien resumida en Las 20 frases más polémicas de Jair Bolsonaro, le valió para hacerse conocer, pero luego de la elección del domingo dio su fruto más genuino: la violencia política. Partidarios suyos fueron victimarios a lo largo y ancho de Brasil. El asesinato de 12 puñaladas del mestre de capoeira en Salvador y la mujer a la que le gravaron una esvástica en su cuerpo en Porto Alegre fueron los casos con mayor trascendencia. Publica, una agencia de periodismo de investigación, reportó al menos 50 ataques de parte de simpatizantes de Bolsonaro en todo el país. En el plano de las redes sociales, La Fundación Getúlio Vargas contabilizó 2,7 millones de twits sobre violencia política en los cuatro días siguientes al triunfo de Bolsonaro, contra 1,1 millón de todo el mes de septiembre. El candidato primero dijo no tener nada que ver, ya que no puede controlar a sus seguidores, habló de casos aislados y recordó que él mismo fue victima cuando lo apuñalaron a comienzos de septiembre. Luego, rectificó su postura ante la importancia que el tema tomó en la agenda pública. Después de décadas de discursos violentos Bolsonaro salió a condenar su propia cosecha, cosecha que aparece justo cuando él intenta cambiar su imagen violenta y extremista.

Demasiado tarde para cambiar las cosas, su llegada al poder será leída por los violentos como la legitimación de la violencia, a contramano de su reciente transmutación en predicador evangélico. Precisamente, Bolsonaro articuló una alianza con varias iglesias evangélicas, por ejemplo la Iglesia Universal del Reino de Dios. La irrupción de la violencia política, sumado a la violencia propia de una política de mano dura ¿podría afectar la alianza con el poder evangélico? Difícilmente. Por el contrario, seguramente vaya a ser su aliado más importante, con medios de comunicación tales como canales de aire, radio y diarios, con presencia territorial que su partido no posee y con una heterogénea pero numerosa bancada, la evangélica, representa mucho de lo que Bolsonaro necesita. De todos modos, no deja de ser una contradicción con los evangélicos el discurso de violencia y la decisión de liberar el porte de armas.

SISTEMA POLÍTICO Y DEMOCRACIA. La promesa de "acabar con los bandidos" se basa en gran medida en la reforma penal, para evitar según sus propias palabras que "un policía que dispara en defensa del Estado y la Sociedad sea enjuiciado, cuando debería ser condecorado". Esta reforma, al igual que la previsional, debería pasar necesariamente por el multipartidista y fragmentado congreso, y entonces surge el tema de la falta de mayoría y la necesidad de coalición. Todos los gobiernos en Brasil realizan una coalición electoral y una vez en el gobierno la mantienen para poder gobernar, siendo la práctica más común repartir cargos políticos entre los aliados. Boslonaro no ha realizado una coalición electoral, aun así le fue muy bien en la elección, es que representa las promesas de una nueva política y es un antisistema, en apariencia ajeno a la clase política tradicional. Ese aislamiento es percibido como saludable por aquellos que lo votaron, en función de que daría cuenta de que es distinto al resto. Pero gobernar es diferente a ganar elecciones. Habrá que ver de qué modo un hipotético gobierno suyo resuelve la disyuntiva de mantenerse intransigente o bien ampliar su sustento político del modo tradicional. El contexto es el de un sistema político castigado por la corrupción y que todavía está buscando re acomodarse a ese escenario, pero al mismo tiempo es un congreso que desde el retorno de la democracia removió a dos presidentes mediante juicio político. Bolsorano encarna la crítica a la clase política y ese es su principal capital, la encrucijada que tendrá por delante será radicalizar ese enfrentamiento o morigerarlo en pos de acuerdos. La realpolitik o un verdadero populismo de derecha.

Esto nos lleva al problema central que representa Jair Bolsonaro. Además de ese choque con los partidos políticos, entrará indefectiblemente en conflicto con los principios democráticos. Por más que ahora lo intente disimular, Bolsonaro es fascista, y por si existe alguna duda cabe citarlo: "Vamos a hacer un Brasil para las mayorías. Las minorías tienen que someterse a las mayorías, las leyes deben existir para defender a las mayorías. Las minorías se someten o simplemente desaparecen". No es un discurso de hace treinta años, sino de comienzos del año pasado, y ni tampoco es algo aislado. El grueso de los brasileños que lo han votado lo han hecho subestimando su fascismo. El único grupo "estigmatizado" a nivel general es la clase política y por lo tanto no hay lugar para el fascismo en la sociedad brasileña, ni tampoco para un proyecto antidemocrático. Bolsonaro reivindica la intervención militar iniciada hace 54 años y que duró hasta 1985, pero la cultura política y la democracia no son lo mismo. Él lo sabe, pero a juzgar por lo que dice y hace no lo tiene aprendido. Posiblemente tampoco le interese. El autoritarismo y la violencia ya no tienen cabida, al menos no como antes. Expuesto, ocupando el lugar de jefe de Estado, inevitablemente el Capitán, tarde o temprano, entrará en su propio laberinto.