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vladimir putin

El hombre de varios rostros que quiere gobernar Rusia hasta 2024

Lleva 15 años en el poder en el país más grande del mundo, y aún es un enigma para Occidente. Rodeado de un entorno de incondicionales, sueña con el imperio.

Vladimir Putin
| Cedoc Perfil

Su llegada al poder hace 15 años fue una sorpresa y su personalidad sigue siendo un enigma a los ojos de Occidente. El hombre que conduce los destinos del país más grande del mundo se llama Vladimir Putin, tiene 61 años y se propone gobernar Rusia hasta 2024. Salvo que ocurra una catástrofe económica –algo que viene evitando ya que pudo dominar la situación durante la crisis europea y el precio de los commodities sigue siendo su gran aliado– posiblemente lo consiga: no hay figuras opositoras que le compitan fuerte y ya logró hace un tiempo que las mayorías legislativas que lo apoyan modificaran la Constitución sin grandes problemas en función de su deseo. Todo indica que hay Putin para rato.

Si nos tomáramos el trabajo de bucear en su historia, podríamos hablar de un hombre con varios rostros, y no solamente por las versiones que dicen que se sometió a cirugías plásticas para mantenerse joven aún a costa del ridículo. El Putin autoritario, el Putin mediador en conflictos internacionales, el Putin amante de los deportes extremos, el estadista, el administrador férreo, el hombre modelo para varias generaciones de rusas, el guerrero, el imperialista, el resucitador del orgullo perdido, el impulsor del capitalismo de amigos, el acusado de no respetar los derechos humanos de minorías étnicas y sexuales, el reconstructor de la memoria soviética en pleno siglo XXI, todos coinciden en este mismo señor pragmático y conservador, nacido en 1952 en San Petersburgo y que comenzó a acumular poder político desde su lugar como agente de la KGB para luego ir escalando puestos a fuerza de sagacidad, relaciones públicas y vínculos con los poderosos de turno.

Desde el vamos supo tener un entorno leal, en gran parte conformado por silovikis (miembros de las fuerzas de seguridad) como él y también por sujetos ambiciosos de grandes negocios, dispuestos a sacar provecho económico y, a cambio, cumplir con la consigna de no meterse en política. Y supo también tener grandes asesores de imagen, que no sólo conseguían mediante trucos fotográficos hacerle crecer unos cuantos centímetros para “agrandar” su imagen sino que lo convirtieron literalmente en el “príncipe azul” –así lo llamaban– que llegó para salvar a Rusia luego del oprobio político, económico y social de Yeltsin y para devolverle el lustre a la alicaída imagen del ex imperio soviético que mantuvo en equilibrio de fuerzas al mundo durante décadas y voló por los aires para terminar hundiendo al país y a su población.

Acostumbrado a los excesos diplomáticos, Vladimir Putin sabe que siempre tiene margen para sus desafíos geopolíticos ya que cuenta con un elemento clave por el cual Europa termina siempre retrocediendo en las escaladas cada vez que el ruso pone un pie más lejos de donde debe: bajo tierra, Rusia es dueña de un imperio de hidrocarburos y los países europeos son quienes compran el 84% del crudo ruso y el 76% del gas de ese origen, elementos que hasta ahora no han podido reemplazar aunque no cejan en su intento. Rusia tiene en China, además, un socio fundamental para alejar cualquier intento desestabilizador por parte de Occidente. Para Latinoamérica, por su parte, y sobre todo para los países que hacen de la retórica anti Estados Unidos un punto clave de su política interior, de la mano de Putin Rusia viene siendo un aliado clave, si bien hasta ahora los negocios no han prosperado comparativamente demasiado, si se tienen en cuenta la cantidad de fotos y citas conjuntas del presidente ruso con los líderes de la región.

Las pocas horas de Putin en la Argentina en el marco de la reunión de los Brics pueden ser vistas como una gentileza, una devolución de gestos a la presidenta Cristina Kirchner, quien visitó Rusia en dos oportunidades, en 2008 con Putin como primer ministro de Dmitri Medvedev, mientras esperaba el turno de su regreso al Kremlin, y la segunda en 2013, durante la reunión del G20 en San Petersburgo, con él ya como presidente nuevamente. Siempre los encuentros han sido cálidos y cómodos. Nada indica que esto vaya a cambiar en el día de hoy.

 

(*) Autora de Rusos. Postales de la era Putin (Tusquet).