INTERNACIONAL
Una gua para personas confundidas

El New York Times, preocupado por sus lectores

El diario norteamericano acaba de crear un sistema de símbolos para alertar a su público sobre lo que está a punto de leer. Pero es realmente complejo. THE GUARDIAN.

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La tapa de hoy del New York Times | ww.nyt.com
Nueva York - Según una columna del “editor público” del New York Times (alias, el ombudsman), el diario comenzó a preguntarse a sí mismo si está haciendo suficiente para distinguir entre hechos y opiniones en sus páginas.

Un “comité de redacción sobre credibilidad” evaluó seriamente el tema y llegó a la conclusión de que lo que faltaba era un “comité de división noticia/opinión”.

Los nueve afortunados editores que integran este comité “trabajaron durante meses” para crear un nuevo sistema para ayudar a los lectores del Times que no pueden diferenciar que la frase “el presidente Bush viajó a Texas” es un hecho, mientras que “el presidente Bush es un tarado” es una opinión.

De todas maneras, ningún redactor del Times escribiría que Bush es un tarado. Lo que ella o él escribiría es que “según una investigación de un profesor de Ciencia Cognitivas de la Universidad de California en Berkeley, el presidente Bush es un tarado” o que “según fuentes cercanas al Ejecutivo, que hablaron bajo la condición de no ser identificadas, el presidente Bush es un tarado”.

Todo esto hace que la opinión sea, nuevamente, un hecho. Es decir, es un hecho que el tipo lo dijo.

Y en realidad, una de las personas más calificadas para evaluar si el presidente Bush es o no un tarado, es el periodista que mira cada uno de sus gestos, que escucha cada uno de sus comentarios.

Sin embargo, su opinión está prohibida, desterrada del diario que todos los meses le paga por contarlo entre sus periodistas.

Es eso o el redactor tiene que llevar una pulsera amarilla que dice “Opinión” para alertar a los lectores y evitar que se confundan.

Esta práctica, que se utiliza en los más distinguidos diarios del país, descansa sobre un muy dudoso doble standard que dice que las opiniones son inherentemente malas –peligrosas, irresponsables, no patrióticas- pero que sus efectos pueden ser neutralizados si, simplemente, se las etiqueta como “opiniones”.

¿Qué se supone que se hace con la información de que lo que estás a punto de leer es una opinión? Que sea una opinión no la redime de errores. Igual que los hechos, las opiniones deberían ser precisas,.

Estos carteles de alerta “Cuidado, lo que sigue es una opinión”, ¿tienen la intención de asustar al lector como lo hacen las etiquetas en los paquetes de cigarrillos? Si las opiniones son odiosas, ¿por qué el diario gasta tinta en ellas?

Por otro lado, si el cartel “Cuidado, lo que sigue es una opinión” es suficiente para neutralizar sus peligrosísimos efectos, ¿por qué no caratular a todo el diario como “Opinión” y sacarse el problema de encima?

La respuesta es que todo esto probablemente no va a satisfacer a quienes acusan a los diarios de traficar opiniones. Y no podemos culpar a los diarios por tenerle miedo a esta gente: entre ellos están las personas con las opiniones más profundas (por no decir más violentas) de todo el mundo.

Lo que les molesta no son las opiniones mal etiquetadas. Ni siquiera son las opiniones en general. Son las opiniones que no comparten.

Pero volviendo al New York Times. En vez de etiquetar todo o nada como una opinión, el Times decidió crear un set de símbolos para clasificar a cada nota. El sistema es tan complejo que impresionaría hasta a un monje medieval.

El Ombudsman, sin embargo, lo encuentra inadecuado. Las columnas y críticas, por ejemplo, van a tener la firma por encima del título, en vez de utilizar el formato más tradicional que pone la firma por debajo.

Un artículo que está a mitad de camino entre opinión y noticia pura, va a tener el título centrado sobre la bajada, que también va a estar centrada (¿me seguís? Te vamos a tomar un examen al final de esta columna, eh, nota, eh, lo que sea que es esto...).

Todas estas reformas, aunque son un avance, son inadecuadas. Van a ser necesarios más signos ridículos y diseños arbitrarios para tener la plena seguridad de que el público es capaz de comprender.

Por ejemplo: una critica de un libro tendría que llevar como logo una imagen de un libro cerrado. Si una nota habla de un animal en los primeros tres párrafos, debería estar caratulada como “Comentario”; mientras que si menciona a las Naciones Unidas en alguna parte del cuerpo, debería estar etiquetada como “Análisis”.

Si es una parodia, debería llevar el cartel de “Parodia”, así nos aseguramos de cagar el chiste para que nadie pueda pensar que es gracioso.

Las columnas en la página de editoriales deberían estar etiquetadas como “Columnas”, mientras las opiniones en cualquier otra sección del diario tendrían que estar caratuladas como “Columnas de segunda clase”.

Las columnas de opinión que defienden la guerra en Irak deberían tener un logo de una carita sonriente. Mientras que las que la ataquen deberían llevar el mismo logo, pero dado vuelta.

El objetivo es decirle al lector todo lo que ella o él pueden querer saber sobre un artículo antes de tomarse el trabajo de leerlo. O decirle todo lo que necesitan para poder hablar hoy a la noche en una fiesta y que parezca que efectivamente lo leyeron.

Traducción: Carolina Thibaud