INTERNACIONAL
Una nueva era en la Casa Blanca

Erin Brockovich, el azote ambiental de Biden

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JULIA ROBERTS. Ganó el Oscar por su interpretación de la activista. | cedoc

Todo comenzó con una canción de su padre. “Mira esa agua maravillosa, que fluye por el arroyo, no la des por sentada, algún día puede desaparecer”. “Antes de morir me dijo que la escasez transformaría al agua en un recurso más valioso que el petróleo o el oro. Desgraciadamente, creo que tenía razón”, recuerda Erin Brockovich, que trasciende la pantalla de Hollywood, se hace carne y amenaza con transformarse en el azote ambiental de Joe Biden.

Interpretada por Julia Roberts en la película que llevó su nombre y retrató la batalla legal contra la Pacific Gas and Electric Company, la abogada, una fiel exponente del “sueño americano”, es una de las principales activistas que luchan contra la contaminación del agua en su país. En un artículo en The Guardian titulado “Querido Joe Biden: ¿Me estás cargando?”, apuntó los cañones esta semana contra el presidente electo: “Tenía esperanzas de que esta nueva administración marcaría el comienzo de un nuevo día. Cuando se anunciaron las selecciones para el equipo de transición de la Agencia de Protección Ambiental (EPA), me sentí preocupada y descorazonada porque había una persona de la industria química en la lista”.

Michael McCabe, un histórico asesor de Biden en el Senado, trabajó entre 2003 y 2006 como consultor de DuPont, una compañía acusada de contaminar napas de agua con el ácido perfluorooctanoico (PFOA). También conocido como C8, es utilizado, entre otras cosas, para fabricar sartenes y ollas de teflón, ropa resistente al agua, y envases de comida. McCabe trabajaba en DuPont cuando la compañía fue demandada por arrojar 7.100 toneladas de PFOA en West Virginia y contaminar las napas que abastecían a 100 mil personas. Ese caso también llegó a Hollywood, con la película Dark Waters, protagonizada por Mark Ruffalo.

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Según consignó Brockovich en su libro Superman no va a venir: nuestra crisis nacional del agua y lo que nosotros, el pueblo, podemos hacer al respecto, hay 40 mil productos químicos en el mercado estadounidense, de los cuales apenas cientos están regulados por las autoridades. La contaminación incide en una mayor proporción de casos de cáncer, hipotiroidismo y, según el profesor de la Universidad de Harvard Philippe Grandjean, podría reducir la eficacia de una eventual vacuna contra el Covid-19.

Biden enfrenta varios dilemas políticos vinculados con su gestión medioambiental. Su narrativa electoral postuló una transición hacia energías limpias, en un guiño al electorado más progresista del partido demócrata. En su página web, propone “que las comunidades de todo el país, desde Flint, Michigan, hasta Harlan, Kentucky, y la costa de New Hampshire, tengan acceso a agua potable limpia y segura”, al tiempo que promete “tomar medidas contra las empresas de combustibles fósiles y otros contaminadores”.

Pero la designación de McCabe evidenció que su relato de campaña no necesariamente será el de gobierno. El presidente electo se enfrenta a un complejo equilibrio, entre sus propios impulsos políticos –nunca se distinguió por ser un activista por la protección del medioambiente-, la demanda de su base y la urgente reactivación de la economía. Si diese un paso en falso, provocaría la desafección de muchos de sus votantes, entre ellos artistas, científicos, las minorías y los jóvenes que lo llevaron a la Casa Blanca.

Una fallida política medioambiental también afectaría su credibilidad en la escena internacional, en momentos en que postula que “América está de regreso”. Biden reincorporará a su país al Acuerdo de París en su primer día de gobierno. Despegarse de Trump y echarle la culpa por la declinación absoluta de Estados Unidos será muy fácil, pero lograr que Washington vuelva a ser “la ciudad que brilla en la cima de la colina” será un poco más difícil. Para reconstruir el multilateralismo en la lucha contra el cambio climático, la Casa Blanca tendrá que liderar con el ejemplo y sus políticas ser percibidas como sinceras y coherentes. ¿Con qué autoridad reclamará que otros países reduzcan las emisiones de Gases de Efecto Invernadero si no puede garantizar que sus ciudadanos consuman agua limpia y saludable en sus comunidades?

Desdeñar un área que el propio Biden puso en el corazón de su proyecto político tendría severas implicancias en el poder blando de Estados Unidos, es decir, en la capacidad de atracción de otros actores mediante sus políticas, valores y cultura. Paradójicamente, la protagonista de una película de Hollywood, “la fábrica de sueños” y faro de ese poder blando, es quien le marca la cancha a Biden.