INTERNACIONAL
el drama detras de la crisis de los refugiados

“Estado Islámico entierra vivos y crucifica a niños”

La hermana Guadalupe, una monja de San Luis, vive en Siria hace cuatro años. Su crudo relato sobre el horror de la guerra civil en aquel país.

Destrucción. La ciudad de Aleppo, donde vive la monja, reducida a  miles de escombros.
| AFP

La hermana María de Guadalupe Rodrigo nació en Villa Mercedes, San Luis, pero adoptó a Medio Oriente como su nuevo hogar. Allí vive desde 1996. Misionó en Belén y en Egipto, y llegó a Siria hace cuatro años y medio, cuando la Primavera Árabe no había aún estallado. Aleppo, el motor económico del país, la recibió con su habitual bullicio y modernidad. Pero, de repente, todo cambió. Los levantamientos rebeldes contra el presidente Bashar Al Assad estallaron en la metrópoli de cinco millones de habitantes. Estado Islámico sitió la ciudad y comenzaron a llover bombas desde el cielo.

La monja argentina pertenece a la congregación del Verbo Encarnado. Con voz pausada, recuerda las penurias que vivió durante el cerco, que duró un año y medio. Cuenta con una extraordinaria simpleza los horrores de la guerra: cómo los niños juegan a intercambiar balas, como si se tratase de figuritas; cómo salvó la vida milagrosamente  cuando estalló una bomba en su cuadra, que mató a cuatrocientas personas, y cómo la intolerancia, la persecución y la muerte castigó a los 22 millones de sirios.

“Es realmente vergonzoso que haya tenido que pasar esto del niño Aylan para que el mundo se despertara y conociera algo que viene pasando hace años en Siria. Lo que no logramos los grandes, lo logró un niño con su propia vida”, afirmó a PERFIL.

Los vecinos de Aleppo tienen una hora diaria de electricidad, cuentan con agua potable una vez por semana y enfrentan el desabastecimiento de alimentos perecederos. Según Guadalupe, los responsables de esa odisea son “grupos terroristas, entre ellos Estado Islámico”. “Entran a los pueblos decapitando, enterrando niños vivos delante de sus madres, crucificándolos. Es típico que detengan un colectivo de cristianos en la ruta, que separen a un lado a los hombres, al otro a las mujeres y que las violen delante de sus maridos”, confía con crudeza.

Viajó a Buenos Aires por un tema familiar, pero tiene la intención de regresar a Siria en el corto plazo. Al dejar Aleppo, fue a la frontera con Turquía –desbordada por cientos de miles de sirios que escapan de Estado Islámico– y presentó el pasaporte argentino. “Me dejaron pasar, pero traté de que también pasaran los que tenía cerca. Miré a los guardias y les dije: él viene conmigo, él también, ella es mi traductora... A todos los que pude los pasé para el otro lado”, explica, moviendo los brazos, como si aún estuviera rodeada de decenas de refugiados.

Guerra. El conflicto estalló  en Siria a inicios de 2011 y se cobró 240 mil vidas, según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos. Los niños son las principales víctimas. Según la ACNUR, murieron 10 mil menores y 5,5 millones fueron desplazados de sus hogares.

La persecución a las minorías religiosas es otro de los grandes problemas. Según Guadalupe, los cristianos son uno de los blancos de Estado Islámico, que los intima a convertirse al islam bajo amenaza de muerte. “Para la gente ahora el único defensor es su propio ejército. Ante semejante situación prefieren seguir así como están que terminar en manos de Estado Islámico”, agrega.

La religiosa trabaja en el Obispado de Aleppo, destino que eligió para “descansar”, tras 12 años de misión en Egipto. Pero la violencia la privó de esa posibilidad. “Con la guerra, el trabajo consiste en estar, acompañar, alentar, consolar, visitar heridos, ayudar a las familias que pierden sus casas o que pierden un familiar. Es más un acompañamiento espiritual lo que podemos hacer. Y en definitiva es lo que ellos valoran más. Porque en relación con cosas materiales, lo están perdiendo todo”, asegura.

Luego que culminó el asedio de Estado Islámico a Aleppo, viajó al Vaticano para conocer a Francisco. El Papa le pidió que continúe con su misión en Siria. Con renovadas fuerzas, Guadalupe llama a colaborar para aliviar el dolor de la guerra. De los 381 mil refugiados que cruzaron el Mediterráneo y llegaron a Europa, el 50% son sirios. De ellos, 2.860 murieron o desaparecieron.

“Si bien ahora hubo un cambio en cuanto a los refugiados, no hay que olvidarse de que es una situación temporal, un parche. Hay que acabar con esta guerra”, concluye la hermana Guadalupe, la argentina que vive en carne propia la pesadilla de la guerra en Siria.