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Golpe ‘suave’ o protestas, el debate que divide a Venezuela

El antichavismo exigió ocupar las calles “hasta que caiga Maduro” y desde el oficialismo se advirtió que peligraba la democracia. Pero los especialistas no se ponen de acuerdo en el diagnóstico. Mensaje de CFK.

Violencia. Las marchas organizadas por el antichavista Lepoldo López y los jóvenes encendieron las alarmas en Venezuela y en toda la región.
| Cedoc

En su reciente discurso ante la Asamblea Legislativa, la presidenta Cristina Fernández denunció un “intento de golpe suave” contra el gobierno de Venezuela. Otros mandatarios regionales tampoco dudan en describir así la crisis política que atraviesa el país caribeño. Pero el uso de la categoría “golpe de Estado” para el  escenario venezolano divide aguas entre los especialistas.

En los casos de Honduras y Paraguay, la cuestión era menos difusa: allí hubo instituciones del Estado involucradas en los movimientos contra los gobiernos. Las Fuerzas Armadas sacaron a Manuel Zelaya en pijama del palacio presidencial. Y el Parlamento paraguayo destituyó a Fernando Lugo en un juicio político viciado de ilegalidad por sus plazos. Pero, ¿qué ocurre cuando el eje pasa por las protestas civiles, la oposición y los grupos económicos? El dirigente antichavista Leopoldo López convocó a manifestarse “hasta que caiga el gobierno de Maduro”. ¿Es eso condición suficiente para hablar de un intento de golpe?

En diciembre de 2001, Eduardo Duhalde también dijo: “O el presidente cambia, o habrá que cambiar al presidente”. Y miles de personas salieron a las calles al grito de “Que se vayan todos”. Salvando el abismo político e ideológico entre el antichavismo y el Argentinazo, ¿puede decirse que Fernando de la Rúa sufrió un golpe de Estado? “La Argentina de 2001 y Venezuela no son casos asimilables –dijo a PERFIL el politólogo y sociólogo Atilio Borón–. En un caso, hubo protestas espontáneas de gente despojada, que fueron previas al accionar de la dirigencia política; en el otro, hubo manifestaciones orquestadas por una extrema derecha que llama a provocar la caída del gobierno”.

Borón adscribe a la teoría del golpe “blando” o “suave” que, según quienes la postulan, se rige por una serie de pasos ideados por el experto de la CIA Eugene Sharp para derribar a un gobierno sin el uso de la fuerza militar: desabastecimiento programado, corridas cambiarias, ataques mediáticos, violencia en las calles y, finalmente, intervención de una potencia extranjera.

“Hablemos claro: un golpe de Estado es la remoción por vía no consitucional de un presidente electo –opinó el ex canciller Dante Caputo–. Algo distinto es un proceso de desestabilización, que puede incluir la creación de ambientes de opinión pública y la movilización callejera para golpear a un gobierno. Pero eso es otra cosa, no se lo puede llamar golpe de Estado”.

Caputo reconoce que en Venezuela “hay personajes con historias preocupantes como López, quien participó en el intento golpista de 2002”, aunque aclara que “de ahí a decir que hay un proceso de golpe de Estado en marcha, sería emitir un juicio sin pruebas”.

En opinión de Horacio González, director de la Biblioteca Nacional, “la gran fuerza que tiene la oposición, alimentada en una situación de economía en crisis, la obliga a bifurcarse en dos hipótesis: jugarse en un golpe ciego innmediato o utilizar la potencial carga golpista para cercar a un gobierno al que encontrarían totalmente deteriorado en las próximas jornadas electorales”.

Según el intelectual, “Venezuela vive una situación donde actúan métodos golpistas clásicos (el juego de suma cero) y el metódico golpeteo de cadáveres arrojados contra las paredes constitucionales”. González advierte que un golpe es “una acción política muy dramática en un teatro de operaciones donde, tras los gritos de las movilizaciones, se escucha el andar sigiloso y meditado de fuerzas productivas y comunicacionales mundiales cuyo nombre no es difícil de descifrar”.

Para el politólogo Carlos Escudé, “la acusación de intento de golpe de Estado parte de clichés inducidos por la politización y teñidos de fantasmas del pasado por la experiencia de las dictaduras militares en Latinoamérica”. El teórico del “realismo periférico” afirma que “la conceptualización del golpe ‘blando’ juega con la idea de que los golpes de la derecha son malos y los de la izquierda son buenos, pero Chávez y Maduro también fueron golpistas”. Escudé acepta que “hubo intentos desestabilizadores con apoyo de Estados Unidos y cómplices regionales”. Pero subraya: “Eso no significa que estemos frente a un intento de golpe de Estado en Venezuela. Esas son palabras muy fuertes”.