INTERNACIONAL
Shinzo Abe, el nuevo primer ministro

Japón: las ramificaciones de un nacionalismo que resurge al compás de la falta de autocrítica

La actitud del flamante primer ministro frente a los crímenes de guerra amenaza a una de las regiones económicas más importantes del mundo. The Guardian.

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El flamante primer ministro japons, Shinzo Abe, poco amigo de la autocrtica. | AFP.
Londres (The Guardian). La actitud poco autocrítica del flamante primer ministro frente a los crímenes de guerra amenaza a una de las regiones económicas más importantes del mundo. La elección de Shinzo Abe como el nuevo líder del partido liberal japonés, y actual primer ministro, traerá importantes repercusiones en el Japón y en el Este asiático.

Muchos de los análisis relativos al anterior primer ministro, Junichiro Koizumi, acentuaban la impresión de que Japón debía aflojar la cuerda en sus relaciones con el mercado. Si bien esas cuestiones son de vital importancia, la pregunta en la que debemos detenernos ahora se vincula con el creciente espíritu nacionalista que aflora en el país.

Aunque Koizumi no es un nacionalista de derecha, fue, en un plano más pragmático, especialmente sensible respecto de la opinión pública. En este contexto, permaneció atento a ese sentimiento nacionalista en aumento: sus visitas anuales a Yakusuni, lugar santo después de la guerra, fue una de las consecuencias más notorias.

Abe es un personaje muy diferente. Mucho más joven – es el primer ministro japonés nacido después de la guerra- producto de circunstancias históricas muy diferentes, no tuvo dudas en articular todo el flujo nacionalista de los últimos tiempos. Su raigambre familiar reposa firme sobre esas bases: su abuelo, Nobusuke Kishi, fue ministro de gabinete durante la Segunda Guerra, luego apresado y sospechado de ser un criminal, terminaría ocupando el cargo de primer ministro en 1957.

Abe evitó cuidadosamente expresar sus opiniones referentes a los tiempos de guerra en su país. Sin embargo, dejó en claro que rechaza la visión consensuada de que Japón emprendió una guerra de agresión e invasión en Asia. También puso en duda- como nunca lo hizo Koizumi – la validez de los juicios de posguerra en Tokio en los que los líderes de la guerra fueron juzgados y declarados culpables.

La Justicia japonesa luchó largamente por saldar las deudas relativas al rol que el país desempeñó durante la guerra. Y se pronunció también con un pedido formal de disculpas que Koizumi repitió después de los disturbios anti-japoneses que se desarrollaron en China el año pasado. No ocurrió nada parecido al proceso catártico que Alemania inició desde 1945.

Abe rechazó, además, aprobar un primer pedido formal de disculpas emitido en 1995. Pareciera demostrar que pedir perdón por lo ocurrido le interesa poco y nada. El argumento histórico, no obstante, no es tan simple; resulta crucial para las relaciones del Japón con sus vecinos del Este asiático. La agresión de Japón hacia China y Corea – y en menor grado a otras regiones- se convierte en una fuente enorme de resentimiento en aquellos países, sus fallas en los pedidos de disculpas sólo profundizaron el sentido del agravio. La elección de Abe amenaza con exacerbar tales tensiones.

Cuando Abe heredó su banca parlamentaria luego de la muerte de su padre, se unió a otros conservadores para hacer lobby con el primer ministro con el objeto de visitar Yasukuni – sitio donde se rinde homenaje a los muertos en la guerra, incluyendo a los criminales-. También presionó a las autoridades para una revisión de los textos escolares, sosteniendo que debían manifestar un sentimiento más patriótico y que algunos crímenes de guerra debían ser revisados como tales. La clave en el resurgimiento de Abe como un político nacionalista llegó en 2002 cuando, frente a la confirmación de que Corea del Norte había secuestrado a algunos ciudadanos japoneses en los 70 y los 80, adoptó una línea más dura.

Después de las pruebas de misiles norcoreanos del último mes de julio, sostuvo que el Japón debería tener en cuenta la posibilidad de adquirir una mayor capacidad militar preventiva. Su actitud hacia China ha sido agresiva y carente de disculpas. Fue un fuerte impulsor de las visitas de Koizumi a Yasukuni, así como también fue un asiduo visitante a ese lugar sagrado.

Estas instancias dan cuenta de lo que podemos esperar de Abe como premier. Dejó claro que quiere revisar la posición de los Estados Unidos que impuso una constitución pacifista y una Ley Nacional de Educación - promulgadas en 1947 como las bases de la educación en la era de posguerra– con el fin de enfatizar los valores morales, el patriotismo y la tradición.

La alianza con los Estados Unidos está cerca de convertirse en un hecho aun más importante de cara al crecimiento de China y, con el empuje de Norteamerica, Japón asumirá el rol que le cabe en el escenario mundial. Lejos de ser convencido por el agigantado poder y prosperidad del Este de Asia – de China en particular – y dar una vuelta de página en la relaciones establecidas en la región, es evidente que Japón parece determinado a seguir el tono que definió a su posición desde la restauración de Meiji en 1868: una declarada superioridad y diferenciación.

Por mucho tiempo, en contraste con el brillante suceso japonés, el Este asiático fue visto desde la perspectiva del atraso. Pero este no es más el caso, y Japón está siendo dominado por un temor en aumento por la influencia china y su inentendible sentido del histórico agravio. Los sentimientos negativos en Japón hacia la China han crecido de manera sostenida, sólo un 28 por ciento tiene una visión positiva según una encuesta reciente, comparada con 55 por ciento en 2002. En la misma encuesta, el 50 por ciento de los japoneses veía el creciente poder de China como una mala señal, a pesar de la larga recesión en la que estaba inmerso el Japón.

La carrera de Abe como primer ministro presagia una tensión en aumento entre China y Japón en torno de la conducta de este último en la guerra, sus respectivos roles en el Este asiático en el contexto de una China cuya influencia crece a cada día, y las disputadas Diaoyu (o, como Japón las llama, Senkaku), islas cuyas aguas se supone contienen una de las mayores reservas de petróleo y gas. Su elección es vista con considerable preocupación en Beijing, aunque su triunfo había sido previsible.

Así la elección de Abe representa un aumento de la fricción entre Asia, Japón y China, la segunda y tercera economías más poderosas del mundo respectivamente. Estas ramificaciones no serán solo regionales, sino cada vez más globales.

Martin Jacques es investigador en el Centro de Investigaciones de Asia, en la Escuela de Economía de Londres.