INTERNACIONAL
tension en el vaticano

La poderosa curia romana desconfía de los cambios que promete Francisco

Las reformas se iniciarían después de Pascuas. Bergoglio fue apoyado por los purpurados que quieren transformar la Iglesia. El destino de Sandri, el otro argentino en la Santa Sede.

Un encuentro muy diplomático. Jorge Bergoglio recibió ayer a los embajadores y funcionarios extranjeros acreditados en el Vaticano. Fue un encuentro protocolar, pero se produjo en medio de un contexto
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Viernes 22 de marzo, 11 horas, puerta de Santa Ana, uno de los ingresos a Ciudad del Vaticano, el pequeño territorio donde Francisco reina desde el martes. Cuatro guardias suizos controlan el ingreso de empleados, sacerdotes, monjas, diplomáticos acreditados ante la Santa Sede e invitados especiales. Aquí no hay propiedad privada; todo es del Papa. Nada parece haber cambiado demasiado con el primer papa argentino: el muy bien provisto supermercado vaticano tiene todavía la foto de su predecesor, Benedicto XVI. A unos cincuenta metros, la torreta del polémico banco vaticano, el Instituto para las Obras Religiosas (IOR), congrega a una pequeña muchedumbre de clientes.

Sin embargo, ya se perciben algunos signos del nuevo papado. Los funcionarios del Vaticano, en especial aquellos que ocupan los puestos más elevados, no quieren hablar con los periodistas. “Hay cardenales que han venido de distintos países y que deben ser atendidos”, dice la secretaria del número dos de uno de los ministerios papales. Nadie quiere arriesgar su continuidad laboral.

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Es que Francisco promete cambios profundos en el aparato de gobierno del Vaticano, en la llamada curia romana. Hasta ahora, el papa Bergoglio, un jesuita, confirmó en forma provisoria a todos los colaboradores de Benedicto XVI, con quien almorzará hoy, sábado, en la residencia que los pontífices utilizan durante el verano, en Castelgandolfo, en las afueras de Roma, a la orilla del magnífico lago Albano. Incluso confirmó al secretario de Estado, el virtual primer ministro o jefe de gabinete del Papa, el cardenal italiano Tarcisio Bertone.

Nadie sabe quién será el sucesor de Bertone. “Se espera que sea un italiano, pero ni eso es seguro”, confía un vaticanista experto en los asuntos de la sede central de la Iglesia. Circulan incluso algunos nombres de diplomáticos que colaboraron con monseñor Ubaldo Calabresi durante su larga gestión como embajador papal en la Argentina, entre 1981 y 2000, y que hoy son cardenales. Tienen a su favor que son conocidos de Bergoglio.

Cada vez que hubo un papa “extranjero”, es decir no italiano, su secretario de Estado fue de esta península, pero eso no es seguro en un papado que parece de ruptura en varios frentes, desde el estilo austero, sencillo, que predica Francisco hasta su objetivo de que la Iglesia vuelva a ser relevante a nivel global en temas como la paz y la lucha contra la pobreza.

El nombramiento de su número dos, el funcionario que se ocupa de los asuntos domésticos de la Iglesia, es clave porque destraba los cambios hacia abajo, es decir la designación del sustituto, una especie de ministro del Interior en un Estado laico, y del secretario para las Relaciones con los Estados, un canciller. Y de los nueve ministros del Papa.

Nadie apuesta a la continuidad del cardenal argentino Leonardo Sandri, que es el titular del organismo para las Iglesias Orientales. Su relación con Bergoglio es fría, distante, al punto que pertenecen a distintas “roscas” o corrientes internas en la Iglesia.

Sandri se lleva muy bien con Angelo Sodano, el decano de los cardenales y ex secretario de Estado, una persona hasta ahora muy influyente. Bergoglio, en cambio, fue apoyado en el cónclave en el que fue elegido papa por los purpurados que quieren cambiar todo en la curia romana, como los estadounidenses, los alemanes y algunos italianos, entre ellos el arzobispo de Milán, Angelo Scola. “Posiblemente, Sandri pierda su lugar, pero eso no puede parecer una vendetta”, sostuvo otro vaticanista. “Seguramente, formará parte de un cambio más amplio”, agregó.

A principios de semana se especulaba con que Francisco designaría a sus nuevos colaboradores luego de Pascua, en la segunda semana de abril. Pero ahora esa certeza se ha esfumado: “No se sabe si demorará algunas semanas o meses”, afirmó otra fuente.

Por ahora, en forma efectiva sólo designó a su secretario personal, que no es argentino, en otra ruptura con Juan Pablo II y Benedicto XVI, que nombraron a personas de mucha confianza de Polonia y de Alemania, respectivamente. En cambio, Francisco eligió al vicesecretario personal de su predecesor, el obispo maltés Alfred Xuareb.

El secretario privado de Benedicto XVI, el alemán Georg Ganswein, había sido designado por el papa alemán prefecto de la Casa Pontificia y sigue firme en ese puesto, una suerte de jefe de las oficinas que forman el entorno más íntimo del Papa. Se encarga de la agenda papal y de organizar sus actos. Alto, elegante, ex profesor de esquí, Ganswein fue llamado “el George Clooney de la Iglesia” por Donatella Versace, que le dedicó una colección de moda en 2007.

Según el diario español ABC, Ganswein es el enlace entre los dos papas que se verán hoy en Castelgandolfo. “Actualmente, la agenda y la organización de los actos de Francisco están en sus manos. Más que en las de Bertone, el secretario de Estado”, afirmó ABC. Estuvo cerca de él en la audiencia con más de cinco mil periodistas y en los actos de esta semana.

Una sorpresa, verdaderamente. Ganswein es profesor de Derecho Canónico de la Pontifica Universidad de la Santa Cruz, del Opus Dei, una prelatura de origen español que reúne a los enemigos íntimos de los jesuitas, la orden a la que pertenece Bergoglio.


*Enviado especial al Vaticano.