INTERNACIONAL
Condenado por el Lava Jato

Lula cumple un año preso, entre la desazón personal y la vigencia política

Sigue operando como estratega del PT. Pero su liberación es improbable y ya apunta a la prisión domiciliaria. El duelo por la muerte de su nieto y la rutina en la cárcel.

20190407_1401_internacionales_CP30 Agencia Afp
Custodiado. Rodeado de policías, el día que lo llevaron de la prisión en Curitiba al velorio de su nieto, en San Pablo, donde recibió el cariño de cientos de seguidores del Partido de los Trabajadores, que controla desde la cárcel, donde escribe cartas manuscritas para amigos y familiares. | AFP y AP

Mientras retiene el comando estratégico del Partido de los Trabajadores, Luiz Inácio Lula da Silva empieza a asumir la idea de que le queda cárcel para rato. El ex presidente brasileño cumple un año preso este domingo, en un clima político y judicial en el que su libertad resulta impensable. El arresto domiciliario aparece hoy como el escenario menos malo para él. Por ahora, los jueces que definen su suerte no quieren saber nada con la excarcelación de un preso golpeado pero vigente.

A sus 73 años, y condenado a 12 de prisión en el marco de la Operación Lava Jato, Lula vive lo peor de su vida. No tuvo tregua desde la destitución de Dilma Rousseff en 2016. Luego vinieron la muerte repentina de su esposa, la cárcel, el triunfo de Bolsonaro, la muerte de su hermano y después, hace poco más de un mes, la de su nieto Arthur, de 7 años, cuyas visitas a la sede de la Policía Federal en Curitiba eran una de las pocas cosas que lo alegraban.

El Supremo Tribunal Federal de Brasil acaba de aplazar sin fecha la revisión de la jurisprudencia que permite encarcelar a condenados en segunda instancia como Lula. De todas formas, puede haber fallo de tercera para su caso en cualquier momento. Se espera que el Supremo Tribunal de Justicia empiece a tratar en los próximos días −tal vez este martes− un recurso de la defensa del ex presidente contra sus condenas por corrupción pasiva y lavado de dinero.

Esto no le gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

En la bandeja de opciones está que el STJ reduzca la pena de Lula, lo que le permitiría pasar a un régimen semiabierto de salidas diurnas, eventualmente en prisión domiciliaria. Ningún medio brasileño pudo anticipar qué decisión tomará el tribunal. Apenas puede decirse que el STJ tiene baja tendencia estadística a torcer fallos de instancias inferiores; que hasta ahora desestimó todos los recursos de la defensa; y que en el caso Lula nunca se sabe.

El ex presidente nunca pidió el arresto domiciliario porque se considera un perseguido político. Lo cual no significa que no haría uso del beneficio si existiera la opción. Viene de pasar un año confinado en una celda de 15 metros cuadrados

“Hubo cierta expectativa de que, una vez pasadas las elecciones, las elites harían un esfuerzo de pacificación que incluiría la liberación de Lula da Silva como elemento clave –dijo a PERFIL el politólogo Luis Felipe Miguel, profesor titular del Instituto de Ciencia Política de la Universidad de Brasilia–. Pero la victoria de Bolsonaro demostró que algunos sectores de poder optaron por la radicalización. El proyecto de los perseguidores de Lula es dejarlo morir en la cárcel”.

Pese a todo, Lula sigue siendo Lula. “Tiene una influencia grande en el PT y, de alguna forma, su liderazgo frena el ascenso de nuevas figuras que surgen en el campo de la izquierda”, señaló el profesor Glauco Peres da Silva, del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de San Pablo.

Lula mantiene una rutina diaria de encuentros con sus abogados y de visitas de familiares, amigos y compañeros de militancia. Consume diarios, noticieros, novelas y fútbol. No se pierde un partido del Corinthians. Lee, escribe cartas y hace gimnasia. No da entrevistas por impedimento judicial, pero suele enviar mensajes a la militancia.

Conserva su rol de estratega del PT. Recibe pendrives con grabaciones de las reuniones del directorio y de la mesa nacional. Está en contacto permanente con la presidenta del partido, Gleisi Hoffmann. Y toma decisiones. Según Estadão, la semana pasada delineó la postura de los legisladores del PT en la Comisión de Constitución y Justicia del Parlamento, cuando el ministro de Economía, Paulo Guedes, fue a defender el proyecto de reforma jubilatoria del gobierno.

En medio de la seguidilla de muertes de seres queridos, el ex presidente se conectó también con su costado espiritual. En una extensa nota sobre el día a día de Lula preso, Folha contó que hasta enero solía recibir a referentes de distintas religiones: curas, pastores, budistas, umbandas. Después una jueza se lo prohibió. Dicen que también presta mucha atención a los programas evangelistas en la TV. Conoce a los pastores por sus nombres y afirma que son protagonistas del nuevo momento que atraviesa Brasil.

La permanencia de Lula en la cárcel es interés del gobierno de Bolsonaro y de un sector del Poder Judicial cuyo tótem es Sérgio Moro, ayer juez y hoy ministro. Para ellos, Lula preso es la prueba viva de que la “nueva política” llegó para quedarse, de la mano de los cruzados anticorrupción del Poder Judicial. El cuadro se completó días atrás con la detención de Michel Temer, otro caído de la guerra entre política y justicia, aunque de signo opuesto a Lula.

Su liberación o no vuelve a ser un tema de timing político. En opinión del profesor Peres da Silva, “cualquier pronóstico sobre el futuro judicial de Lula depende del desempeño del actual gobierno y, de forma más general, de la performance de la derecha en el ejercicio del poder”. En su celda en Curitiba, el ex presidente habrá sonreído anteayer al leer los últimos sondeos sobre la imagen popular de Bolsonaro.