INTERNACIONAL

Murió Abdallah, el rey más anciano y rico del mundo

En la sucesión del trono de Arabia Saudita quedó su hermanastro.

El rey Abdallah murió a los 90 años.
| Cedoc

El monarca más anciano del mundo, Abdallah de Arabia Saudita, murió a los 90 años y de inmediato fue sucedido por su hermanastro, Salman, un octogenario que hasta ahora era Ministro de Defensa y fue, durante décadas, gobernador de Riad, capital saudita. Con su ascenso al trono, la Casa de los Al-Saud garantiza la estabilidad del principal exportador de petróleo del mundo, y mantiene la paz entre las decenas de príncipes varones -nietos y bisnietos del rey fundador- que aspiran a la corona.

Nacido en 1924, Abdallah fue uno de los 44 hijos varones del rey Abdulaziz Al-Saud, hombre que unió los reinos y tribus del territorio para formar, en 1932, el reino de Arabia Saudita. Criado en tiendas beduinas y en la más estricta doctrina coránica, Abdallah cultivó una gran pasión de los hombres del desierto, la cría y domesticación de halcones, lo que lo distanció de muchos de sus hermanos, más dados a la vida cosmopolita, los palacios lujosos, los yates en el Mediterráneo y la ostentación.

Esperó 80 años su momento para ser rey, ya que su padre dispuso que todos sus hijos varones deberían reinar. El primero, Saud, fue derrocado por su ineptitud, en un golpe palaciego organizado por sus hermanos, en 1964. El segundo, Faysal, fue asesinado en 1975 por un sobrino que se resistía a la modernización del país y, sobre todo, a una nueva “blasfemia” llamada televisión.

Los siguientes reyes, Khalid (1975-1982), Fahd (1982-2005) y Abdallah se esforzaron por mantener apaciguadas y ocupadas a las jóvenes generaciones de la familia, que empezaron a mostrar rebeldía y hasta se alinearon con redes islámicas fundamentalistas. También mantuvieron en excelentes condiciones las relaciones diplomáticas con EE.UU. y colaboraron en la lucha contra el terrorismo de Al-Qaeda.

Abdallah fue nombrado jefe de la Guardia Nacional saudita en los años 60 y príncipe heredero en 1982, el día que su medio hermano Fahd ascendió al trono. Aunque llegó al trono en agosto de 2005, tras la muerte de Fahd, Abdallah ya ostentaba el poder de facto desde que, en 1995, el rey comenzara a tener serios problemas de salud. Considerado más austero y nacionalista que Fahd, Abdallah llevó las riendas del poder saudita en una etapa crítica para esta monarquía absolutista por la irrupción del terrorismo, Al-Qaeda, la Primavera Árabe y ahora el terrorismo del Estado Islámico.

Los cambios que introdujo Abdallah en sus diez años de reinado parecieron diminutos para el resto del mundo, pero en un reino donde los clérigos ultraconservadores conservan un estricto control sobre todos los aspectos de la sociedad, las crecientes reformas del fallecido rey fueron bien recibidas. Por eso, Barack Obama, dijo que Abdallah “siempre fue sincero y tuvo el valor de sus convicciones”.

Cuando Abdallah tomó la iniciativa sin precedentes de abrir una nueva universidad donde hombres y mujeres estudiarían en las misma aulas, encontró oposición entre los grupos de línea dura que forman la base de la poderosa clase religiosa, los “ulema”, y un jeque dijo abiertamente que la mezcla de sexos en la universidad promovida por el monarca era “un gran pecado y un gran mal”. A esto, Abdallah respondió despidiendo al religioso del consejo de ulemas.

En el plano internacional, en 2011 Abdallah intervino de forma indirecta en la guerra civil que estalló en Siria. Apoyó y armó a los rebeldes que luchaban por derrocar al presidente, Bashar Al-Assad, y presionó al gobierno de Obama para que hiciera lo mismo. Ese año, envió tropas para liderar una fuerza militar en Bahrein para ayudar a la monarquía de la diminuta nación insular a aplastar protestas chiíes que pedían más derechos. “Podría decirse que Abdulá fue en cierto modo el líder de la anti Primavera Árabe”, comentó Ehsan Ahrari, analista político en Alexandria, Virginia, que sigue asuntos de Oriente Medio, citado por AP.

Los restos de Abdallah reposarán en el Cementerio Al Ou, envueltos en un sudario pero sin féretro, en una tumba donde no habrá lápidas ni flores. Las arenas del desierto saudita, como lo hicieron con las tumbas de los anteriores hombres que ocuparon el trono, se encargarán de borrar toda huella de este rey que, en el momento de su muerte, era uno de los hombres más ricos del planeta. 

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