INTERNACIONAL
Opinión

La crisis de los partidos y de la democracia en la región

Las estructuras tradicionales fueron perdiendo legitimidad, alejándose de las preferencias y demandas de la ciudadanía. López Obrador y Bolsonaro capitalizaron este descontento.

Bolsonaro y López Obrador 07122018
Bolsonaro y López Obrador | Bloomberg

Los partidos políticos son estructuras hijas del siglo XIX. Tuvieron la finalidad de hacer posible la democracia representativa, como canales transmisores entre ciudadanos y políticos. Así, los partidos de élite fueron dando paso a los partidos de masas y luego a los partidos "atrapatodo", o “catch all” por su denominación en inglés.

En el transcurso del siglo XX fueron consolidando sus estructuras, y hacia finales del mismo, reciclando sus principios y, también, sus ideas y sus líderes. Sin embargo, no se han adaptado a las nuevas realidades del siglo XXI y las posibilidades, desafíos y cambios que las nuevas tecnologías permiten. En este sentido, las tecnologías que hemos empezado a conocer y que crecerán exponencialmente en los próximos años y décadas dejarán a los partidos como estructuras vetustas en su función de representación. Los partidos ,con sus usos y costumbres, siguen las pautas y prácticas de un siglo que los dejó atrás. Así, las nuevas generaciones, nacidas a inicios de este siglo, encuentran en todo tipo de redes sociales canales de transmisión y de relación que los partidos no han podido incorporar. La relación representante – representado se ve hoy mediada por el uso del celular, esto hace posible que las distancias y los tiempos se acorten, pero los representantes, los gobernantes, no han sabido o no han tomado nota de esta nueva realidad. Los votantes del siglo XXI están dispuestos a “hacer click” emitiendo una opinión, un voto, un “like” en tiempo real, la instantaneidad es parte de su ADN.

La encuesta que revela y preocupa

Por otro lado, la emergencia de nuevos referentes no es promisoria porque la construcción de un espacio nuevo, propio, choca ante la comodidad de acomodarse sin riesgos. Es así como los jóvenes son cooptados por las viejas mañas de los políticos y sus partidos. La novedad choca con la estructura, con la burocracia o con la comodidad.

La crisis de representación es heredera de la crisis de los partidos políticos. Como muestra el último Latinobarómetro, cuyos resultados se conocieron en estos días: la confianza de los latinoamericanos en las instituciones propias de la democracia es bajísima: 22% en el gobierno, 21% en el Congreso y 13% en partidos políticos. Por caso, en Brasil solo el 6% expresa confianza en los partidos políticos, en México el 11%, en Argentina el 14% (apenas por encima del promedio de la región). Estos datos no hacen mas que evidenciar lo que ya percibíamos: los partidos políticos -desde el retorno a la democracia hacia adelante- fueron perdiendo legitimidad, alejándose de las preferencias y demandas de la ciudadanía, sin castigar la corrupción y la demagogia. Los ciudadanos no son ajenos a estos procesos y las nuevas tecnologías ponen cada vez más información a su disposición. Los liderazgos de López Obrador y Bolsonaro capitalizaron este descontento, cada uno con su discurso y su apuesta ideológica, ambos por fuera de los partidos tradicionales y renegando de los mismos.

La crisis de los partidos es la crisis de la democracia. Por delante, los partidos tienen el desafío de justificar su existencia, de aggionarse, de rendir cuentas, de transparentar su accionar y su financiamiento y, en última instancia, de responder a los ciudadanos. Deben dejar de ser estructuras opacas y cerradas. En inglés hay un término muy interesante para denominar esta tarea: “answerability”, deberíamos pensar el término en español y hacerlo posible.

 

* Profesora en la Facultad de Ciencias Sociales de la USAL