La reciente derrota de John McCain en las elecciones presidenciales de Estados Unidos responde a
una mezcla de errores propios y circunstancias externas.
Entre los desaciertos del candidato republicano se destaca su incapacidad para tomar la
iniciativa a lo largo de la campaña. El senador por Arizona estructuró su estrategia en respuesta a
los movimientos de Barack Obama y fue incapaz de imponerse por sobre el demócrata en aquellos temas
donde supuestamente se consideraba fuerte, como la seguridad y la política exterior. En rigor,
ninguno de los debates televisivos permitió McCain ganar terreno sobre su rival. Para colmo, pocas
semanas antes de que estallara la crisis financiera confesó ser inexperto en economía.
Por otro lado, cuando las encuestas comenzaron a mostrarse desfavorables, McCain recurrió a
una arriesgada campaña negativa. Así, los asesores del postulante denunciaron los "vínculos" de
Obama con sectores musulmanes y activistas de extrema izquierda. Pero a menudo esta clase de
mensajes se convierten en un boomerang comunicacional que se vuelve en contra de su emisor. La
estrategia de difundir el miedo entre el electorado puede haber funcionado en 2004, pero no lo hizo
en 2008.
Y finalmente está el factor "Sarah Palin”. Si bien la inesperada elección de la
gobernadora de Alaska atrajo fugazmente la atención sobre la campaña republicana, al poco tiempo
comenzó a convertirse en una carga. La evidente inexperiencia y el marcado desconocimiento de la
candidata en cuestiones claves pronto dejaron en evidencia que su elección acarreó más problemas
que beneficios.
Una serie de factores exógenos también jugaron en contra de McCain. Sin dudas, el enorme
desprestigio de George W. Bush atentó contra la campaña del veterano de Vietnam. A ello se sumó la
monumental crisis económica desatada en septiembre, que marcó los últimos meses del controvertido
gobierno republicano. Ambos factores pusieron a McCain en una situación incómoda: su mensaje de
“corregir el rumbo” resultó menos atractivo para el votante que el “cambio”
prometido por Obama. Además, es cierto que la aparición en escena de una figura tan carismática
como la del afroamericano no estaba en los planes de nadie.
En este marco, el desempeño electoral de McCain fue decente, especialmente teniendo en cuenta
que la tarea de prometer cierta continuidad con la administración Bush no era sencilla. De hecho,
la incertidumbre se mantuvo hasta el final, aún cuando la mayoría de los sondeos favorecían al
demócrata. En otro país donde las pertenencias partidarias no estuviesen tan arraigadas como en
Estados Unidos, la derrota del postulante oficialista hubiese sido aún más amplia.
En suma, el pasado 4 de noviembre puso fin a una de las campañas más fascinantes de la
historia política reciente. Con Obama comienza una nueva etapa en donde la expectativa es grande.
La incertidumbre, también.
*Especial para
Perfil.com. Adriano Bosoni es director del Bachillerato Universitario en
Comunicación Social de la Universidad del Salvador