INTERNACIONAL

Un argentino podría ser el primer empresario santo

Fue un cristalero católico salido de las familias más pudientes de Buenos Aires. Fotos.

Enrique Shaw podría ser canonizado.
| Cedoc

Enrique Shaw, el pudiente argentino que unió religión y empresariado en la década del cincuenta, podría convertirse en el primer hombre de negocios que sea declarado santo por el Vaticano.

La causa del empresario Enrique Shaw dio el primer paso en el proceso eclesiástico para la canonización al cerrarse en Buenos Aires la etapa diocesana y preparar la causa para elevarla al Vaticano.

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El arzobispado de Buenos Aires dio el visto bueno para que el trámite sea remitido a la Santa Sede, al reconocer la ejemplaridad de vida de este laico, fallecido hace 50 años, fundador de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE) y de quien se asegura "humanizó la fábrica".

La causa canónica se inició en enero del 2000 cuando se conformó la comisión de teólogos y tras designarse como postuladora a la abogada Silvia Mónica Correale recién ahora se logró recopilar la información necesaria para cerrar la etapa diocesana.

Una vez en el Vaticano se iniciará un proceso largo a fin de reconocer primero las virtudes heroicas del postulante, en este caso Shaw, y después hasta dos milagros obrados por su intercesión, el primero para que sea considerado beato y el segundo para alcanzar la santidad.

Enrique Shaw, hijo de los argentinos Sara Tornquist y Alejandro Shaw, nació en París el 26 de febrero de 1921 y regresó al país con su familia cuando tenía 2 años.

Tras formarse en el colegio porteño La Salle, se enroló en la Marina, donde llegó a ser teniente de fragata, para luego pedir la baja y dedicarse a la vida empresaria en la cristalería Rigolleau.

El 23 de octubre de 1943 se casó con Cecilia Bunge, con quien tuvo 9 hijos.

A lo largo de su vida compatibilizó la actividad empresarial con la piedad religiosa, al punto de aplicar la doctrina social de la Iglesia al mundo de los negocios y fundar en 1952 ACDE, organización de la que fue su primer presidente.

En 1957 se le descubre un cáncer y debe someterse a un tratamiento que implica operaciones y transfusiones. Asombraba a los médicos la cantidad de donantes que se agolpaban para dar sangre, en su mayoría trabajadores de Rigolleau.

Murió el 27 de agosto de 1962, a los 41 años.

Las familias Torquinst y los Shaw aún hoy se destacan en la alta sociedad porteña, entre otras cosas, por ser dueñas del lujoso Hotel Plaza.