INTERNACIONAL
Encuentro en Catelgandolfo

Una cumbre inédita en la milenaria historia de la Iglesia

Francisco visitó a Benedicto XVI. “Somos hermanos”, destacó el argentino ante su sucesor. Rezaron juntos y tuvieron una cita en privado. Mensaje de unidad para anular las internas vaticanas.

Dos potencias se saludan. Luego de un breve momento de oración, Ratzinger y Bergoglio fueron a la biblioteca privada, donde mantuvieron un encuentro reservado y alejado de la prensa.
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Sólo está protagonizando hechos históricos el papa Francisco: ayer, el primer pontífice argentino y americano almorzó con su predecesor, Benedicto XVI, en una reunión inédita en los dos mil años de historia de la Iglesia. El encuentro fue en la residencia de verano del Papa, ubicada en Castelgandolfo, a 18 kilómetros al sur de Roma y a las orillas del lago Albano. “Somos hermanos”, le dijo el argentino a Joseph Ratzinger al rechazar un trato diferencial y rezar junto a él.

El encuentro privado que mantuvieron los dos papas fue detallado por el jefe de la sala de prensa vaticana, padre Federico Lombardi. “El helicóptero que trasladó a Francisco desde el Vaticano aterrizó en Castelgandolfo en el helipuerto hacia las 12.15. El automóvil con el papa emérito se acercó al lugar de aterrizaje”, explicó el vocero de la Santa Sede.
El argentino Jorge Bergoglio saludó afectuosamente a su antecesor. “Apenas el Papa descendió, el papa emérito se acercó a él y tuvieron un hermoso abrazo ambos. Luego de breves saludos, se fueron en automóvil. El papa Francisco a la derecha, es decir en el puesto clásico del Papa, mientras que el papa emérito Benedicto XVI se ubicó a la izquierda”, agregó Lombardi.

En el automóvil también estaba monseñor Georg Gänswein, prefecto de la Casa Pontificia y secretario del papa emérito. Cuando llegaron a Castelgandolfo, fueron a la capilla para tener “un momento de plegaria”. El papa emérito cedió a su sucesor el reclinatorio de honor. Pero, en un nuevo gesto de humildad, Francisco se rehusó. “Somos hermanos”, le dijo a su predecesor, al tiempo que se arrodilló a su lado, en el mismo banco.

Luego de un breve momento de oración, fueron a la biblioteca privada, donde mantuvieron un encuentro reservado, alejado de la prensa. Esos aposentos son utilizados habitualmente por el Papa cuando recibe a invitados importantes en su residencia de verano. La charla entre las dos figuras máximas de la Iglesia Católica duró 45 minutos y finalizó a las 13.15.

Durante el encuentro, el papa emérito reiteró “su reverencia y obediencia” al argentino Francisco, quien, a su vez, le manifestó “el agradecimiento propio y de toda la Iglesia por el ministerio desarrollado durante su pontificado”. En las imágenes distribuidas por la televisión del Vaticano, los dos papas lucían sotanas blancas papales, aunque era evidente que Benedicto XVI caminaba con dificultad, ayudado por un bastón, con el rostro envejecido y por momentos emocionado.

Durante el encuentro, Francisco le regaló a su predecesor un ícono de la Virgen de la Humildad. Según explicó el vocero del Vaticano, eligió ese regalo “pensando en él y en todos los ejemplos de humildad que ha dado durante su pontificado”. El almuerzo fue en un clima discreto y sencillo.
“Es de notar, en cuanto a la indumentaria, que efectivamente el papa emérito portaba una simple sotana blanca, sin banda y sin capa: son las dos características que lo distinguen en cambio de las prendas del papa Francisco, que tiene banda y capa”, explicó Lombardi a la prensa internacional.

En total, Francisco permaneció casi tres horas en Castelgandolfo, tras lo cual regresó en helicóptero al Vaticano. “Se trata de la primera transición de la historia entre dos pontificados”, subrayó ayer el diario italiano La Stampa. Los asuntos que los dos pontífices examinaron durante la reunión fueron mantenidos en secreto.

Benedicto XVI, que ayer cumplió 86 años, renunció el 28 de febrero con el argumento de que ya no tenía fuerzas para cumplir con su misión. Fue la primera dimisión de un papa en seiscientos años, que dio lugar a esta curiosa situación en la que el nuevo pontífice convive con un papa jubilado. Hubo otros momentos en los que coexistieron dos y hasta tres papas, pero fueron por luchas de poder terrenal en las que se hablaba, incluso, de los antipapas.

De esta forma, duró 23 días la reclusión de Ratzinger, interrumpida ayer para asistir a la reunión histórica con Francisco. Desde la tarde del 28 de febrero, cuando se acercó al balcón del palacio de Castelgandolfo para su último saludo como Pontífice, nadie había vuelto a ver ni oír al papa emérito.

Tras la reunión de ayer, no será fácil que se difunda otra vez la imagen oficial de Ratzinger, quien se encuentra temporalmente en Castelgandolfo a la espera de que se terminen las obras de reforma del monasterio en el interior de los jardines vaticanos, donde tiene previsto instalarse de manera definitiva.

Muchos analistas aseguran acá que el candidato de Benedicto XVI no era el cardenal Jorge Bergoglio sino el cardenal italiano Angelo Scola, a quien había designado arzobispo de Milán cuando ya era patriarca de Venecia. Scola entró al cónclave como papa, pero salió como cardenal, erosionado en su lucha contra sus colegas que se oponían a los cambios en la curia romana, que gobierna en el Vaticano.

Desde 1600, Castelgandolfo es el lugar donde los pontífices se refugian durante el verano romano, entre julio, agosto y septiembre, aunque se descuenta que el papa Bergoglio realice cambios en esta rutina que, sin embargo, mantiene económicamente a los siete mil habitantes de esta localidad.
Además, en Castelgandolfo está ubicada la famosa granja del Vaticano, con sus apreciados productos alimenticios, como sus lácteos. La residencia papal está frente a la Plaza de la Libertad, justo donde el emperador Domiciano tenía su lugar de descanso.

Benedicto XVI ha dicho que hará vida de jubilado: tocará el piano, jugará con sus gatos y escribirá libros, asistido por su secretario privado, el también alemán Georg Gänswein, un apuesto obispo de cincuenta años que es apodado “el George Clooney del Vaticano”. Ratzinger lo había nombrado prefecto de la Casa Pontificia, una suerte de jefe de todas las oficinas que asisten al pontífice, como una forma de preservarlo, y, no se sabe bien cómo, Gänswein está logrando mantener su influencia, al punto que participa activamente en la agenda y los actos de Francisco.

Sin embargo, Benedicto XVI será un jubilado influyente ya que, en lugar de emigrar a un lugar alejado como un mero cardenal, Ratzinger ha preferido que lo llamen “papa emérito” y lo sigan tratando como “Su Santidad”. Incluso, si bien está viviendo desde su renuncia en Castelgandolfo, le están acondicionando sus nuevas dependencias en el monasterio Mater Ecclesiae (Madre de la Iglesia), dentro del Vaticano.

Los buenos espíritus pueden pensar en que eso será muy bueno para Francisco porque tendrá a mano una valiosa fuente de consulta, de asesoramiento. “Vedremo”, como dicen los italianos cuando quieren señalar que algo está abierto y no es del todo seguro.

*Enviado especial al Vaticano.