La historia de Pablo me genera una enorme alegría, porque estoy convencida de que la inclusión real de las personas con discapacidad se dará a partir de ejemplos sensibilizantes. Este será un caso muy emblemático. Si tuviera la chance de darle un consejo, le diría que siempre tenga presente y claro el objetivo por el que se involucró en la política, que es el de mejorar la vida de las personas con discapacidad. Y que mantenga la serenidad suficiente para no angustiarse si las cosas no salen tan rápido como espera. Alguna vez el padre Bergoglio me dio una máxima que me ayudó contra mis ansiedades: el tiempo es superior al espacio. Cuestiones como la inclusión requieren largos procesos y no hay que entristecerse al transitarlos. La política es una herramienta de superación desafiante, atractiva y apasionante. Por supuesto que tiene sus complejidades: es un ámbito muy hostil, donde la competencia no siempre se ejerce con lealtad y valores y en el que se sufre hasta físicamente. Por eso es importante conservar siempre la calma. En mi caso, la discapacidad fue adquirida por un accidente. Ese antes y después me dio una sensibilidad mucho mayor sobre las dificultades que puede haber en la vida de la gente, y no sólo de las personas discapacitadas. La problemática de la discapacidad te brinda una perspectiva diferente sobre cuáles son los problemas verdaderos: la frustración en la vida no es la imposibilidad de caminar, sino la incapacidad de ciertas personas para amar y ser amados.
