OPINIóN
Análisis

Acuerdo Unión Europea-Mercosur: un gran paso que puede quedarse en la nada

Establecer relaciones con el mundo requiere estabilidad y continuidad. Nos sigue haciendo falta un gran acuerdo que deje de lado la miopía nacional y los intereses electorales.

Histórico acuerdo entre la Unión Europea y el Mercosur.
Histórico acuerdo entre la Unión Europea y el Mercosur. | NA

De la mano del acuerdo comercial que se alcanzó el viernes 28 de junio entre la Unión Europea y el Mercosur, Argentina quiere volver a hacer pie en la escena global. Se trata de un gran primer paso indiscutible, por ahora con más repercusiones en la política interna que en la economía. La reinserción en el mundo fue desde el principio uno de los ejes del proyecto político de Mauricio Macri, y el acuerdo llega en el momento más necesario para devolverle algo de mística al Gobierno. Estos logros significativos, sumados a la calma en el frente económico, acrecientan la confianza del oficialismo para la contienda electoral de octubre.

La oposición, entretanto, tuvo algunos elogios ocasionales para el acuerdo, pero también muchas críticas y escepticismo. Máximo Kirchner lo catalogó como “una avivada de los europeos”, y Alberto Fernández, más comedido, afirmó que, en caso de ser elegido presidente, estará dispuesto a revisar los acuerdos firmados por Macri. Un pacto con la UE, sin embargo, había sido pedido y buscado durante el gobierno de la propia Cristina Kirchner. Es comprensible que, en tiempos electorales, la oposición no lo celebre con bombos y platillos, pero la crítica desmedida solo sirve para incrementar la desconfianza y la incertidumbre en el mundo.

Incluso Evo Morales, cuyo país es hoy un miembro adherente del Mercosur, festejó el acuerdo con la UE por medio de Twitter. Morales, que terminaría su presidencia el año que viene, tras 14 años en el poder, es hoy el único sobreviviente de la camada populista aparte de Nicolás Maduro. Pero la historia de Bolivia es mucho más feliz que la de Venezuela, y esto se debe en parte a una dirigencia que también eligió abrir sus horizontes en lugar de cerrarse sobre su propio discurso. Al día siguiente del acuerdo, Evo Morales festejaba también la decisión de Estados Unidos de ampliar la cuota para la importación de azúcar boliviana.

También es interesante pensar que el acuerdo con el Mercosur llega en un momento en que la Unión Europea se encuentra atravesando una gran crisis comercial. Mientras la escena global está protagonizada por EE.UU. y China (y, en menor medida, Rusia), la relevancia geopolítica de Europa se ve seriamente cuestionada. Con menores recursos y herramientas de presión, los europeos se ven obligados a tender puentes y buscar nuevos socios y mercados. Es una tendencia que también tiene correlatos políticos.

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Recientemente, una encuesta realizada en España por @sigmados de Rosa María Díaz Fernández ,reveló que, en caso de tener que repetirse las elecciones celebradas en abril, la intención de voto se volcaría hacia los dos grandes partidos tradicionales, el PSOE y el PP, restándoles terreno a las fuerzas políticas emergentes: Podemos, Ciudadanos y Vox. Es un escenario semejante, aunque no idéntico, al que parece construirse en Argentina. Los españoles temen que la fragmentación de los partidos lleve a la parálisis política, y eso los lleva a refugiarse en las fuerzas de centro, frente a las propuestas populistas de izquierda y derecha, impredecibles por naturaleza. El moncloísmo sigue muy vigente en España.

Esta comparación es importante para pensar en los límites del acuerdo entre la UE y el Mercosur. Es un gran paso, pero uno que fácilmente puede quedarse en la nada cuando parece que el destino del país está ligado al del espacio político que lo gobierne. Establecer relaciones con el mundo requiere estabilidad y continuidad, y ni una cosa ni la otra es posible si la propuesta política es echar por la borda todo lo que hizo el gobierno anterior.

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Nos sigue haciendo falta un gran acuerdo que deje de lado la miopía nacional y los intereses puramente electorales. La clave es que Argentina se proyecte al mundo mediante la diplomacia, pero también ganando en competitividad. Los altos costos en nuestro país suponen un obstáculo a la inserción, y superarlo requiere la participación de distintos sectores. Hay realidades que preocupan al resto del mundo pero que en Argentina todavía nos cuesta mucho ver.

Es necesario que el estado replantee su rol y que aumente su eficiencia para no ahogar a la producción nacional con sus impuestos. También, que los sindicatos se aggiornen, sin perder de vista las necesidades de los trabajadores, y sin caer tampoco en la torpeza de quererlo todo. Hace falta más previsión; atender a los problemas de hoy y al mismo tiempo adaptarse a las nuevas lógicas laborales y económicas impuestas por el avance tecnológico.

Tomemos por caso el sistema jubilatorio, que hoy se encuentra en crisis en muchos países del mundo. ¿Por qué no iba a estarlo en la Argentina, que siempre lo manejó mal? Sabemos que si no le encontramos la vuelta en los próximos años, quizás nosotros lleguemos a cobrar algo, pero seguro que nuestros hijos no lo harán. Pero en lugar de encarar el problema con un plan contundente seguimos atados a la lógica de las elecciones y el cortoplacismo.

Este tipo de desafíos requieren más que nunca un consenso del arco político para asegurarnos que se va a mantener un rumbo consistente en las próximas décadas. Hoy necesitamos un progresismo conservador más que un progresismo típicamente de izquierda. Hacen falta fuerzas políticas que estén dispuestas a mantener los compromisos asumidos, no partidos que vengan a refundar el país cada cuatro años.

ER/AB/FF