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Casa tomada: el Gobierno libera las calles y se aleja de sus votantes

Macri sigue siendo disruptivo en la cultura política argentina y eso le permitirá seguramente reelegir el año que viene.

Macri Florencio Varela 09122018
El presidente Macri visitó Florencio Varela. | Twitter

Una vez más el país quedará en manos de civiles y serán ellos quienes decidan quién circula por qué calle durante un día y medio. La descripción parece incoherente, pero es la realidad que viviremos estas horas a pesar de que el paro fue anunciado por una CGT de un raquitismo conceptual sin límites y el Gobierno podría haber tomado cartas en el asunto. Los brazos piqueteros de los partidos políticos entonces tomarán las calles, y antes de rehén a miles y miles de mujeres y hombres desesperados por no tener nada en la vida, y los llevarán a los cortes de forma coordinada, con viandas, bebidas, cumplirán su función interrumpiendo la libre circulación y volverán a sus casas con unos pesos en los bolsillos producto de la extorsión.

Así entonces, quienes son los verdaderos dueños de las calles, es decir la sociedad, irá achicando su capacidad de elegir qué parte de la ciudad recorre. Y esas presencias Cortazianas irán arrinconando la sociedad hasta que en algún momento ya nadie pueda hacer más nada si Barrios de Pie o el Polo Obrero, lo decidan. Ahora, qué cree el Gobierno que siente su electorado de Capital y Buenos Aires, es decir, los dos distritos que sostienen políticamente al presidente Macri, cuando quienes no trabajan y tienen manutención producto de la asfixia impositiva que sufre la clase media, no pueden ir a trabajar.

Esta es una ecuación sencilla: la clase media es la que más impuestos paga. Desde que brindamos el 31 de diciembre a la noche hasta las vacaciones de invierno, le entregamos nuestros ingresos al Estado. Las clases pobres no pagan impuestos lógicamente y tienen un blindaje social que no tienen ni la media ni la alta. Esto es planes de desempleo, de familia, AUH, planes municipales, de madres solteras, quita de IVA en alimentos de canasta básica y más. La clase media empezó a empobrecerse producto de la inflación indómita ni calculable en el mediano plazo (este año iba a estar en el orden del 12%, quizás llegue a ser un 400% más de lo estimado) y las paritarias por debajo de esa cifra, es decir, en términos de ingresos nominales y reales, ganamos menos cantidad de billetes y compramos menos que antes con esos mismos billetes. Empobrecimiento por dos.

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Así las cosas, quienes más sufrieron el aumento de tarifas, sin tarifa social en transporte ni subsidios, tendrán problemas para poder ir a trabajar, seguir tributando y poder permitir que el Estado recaude más para que vuelque ese dinero a los que menos tienen. Esta situación que no tiene pies ni cabeza, parece pasar desapercibido por un Gobierno que  es acusado de insensible, pero que gasta más plata que el populismo kirchnerista en los sectores eternamente postergados. El Gobierno aumenta la presión tributaria, el gasto social y la inflación le pega abajo del cinturón a los salarios medios, pero no libera las calles para que la clase media pueda seguir aportando dinero al fisco y así financiar el gasto social. Una tormenta de piñas al ingreso que ni Nicolino Locche podría pensar en esquivar sin besar la lona.

El brillante @segregustavo, estudioso de la política regional y en especial del Brasil, escribió días atrás una serie de comentarios sobre los piquetes. Los colectivos no pueden circular sin VTV y condiciones de seguridad. Imagínese si una persona subiera a su auto standard ocho personas sin cinturones, menores de edad, sin patente ni luces, y quisiera recorrer kilómetros en ruta. Cuántos minutos duraría antes de ser detenido por la Policía. Imagine también, haciendo un esfuerzo, qué pasaría si usted deja su auto sobre la avenida nueve de julio durante unas horas sin balizas ni motivo. Cuántos minutos tardarían las grúas porteñas, con licencia vencida apenas hace 17 años, en llevarse su auto para obtener su premio en pesos. Por último, si un argentino quisiera tomar una plaza, marchar por las avenidas que rodean la Plaza Roja de Moscú o la Sagrada Familia tomando la plaza de Gaudí en Barcelona. Cuántos minutos tardarían las fuerzas de seguridad, siendo inmigrantes sin empleo, en deportarnos a la Argentina nuevamente. Si una pareja de argentinos viaja a España a buscar oportunidades laborales sin empleo, primero no podría ingresar por no tener pasaporte de la Comunidad, si lo logran sacar, deberían tener papeles de habilitación laboral, si así fuera, también una carta de presentación y a dónde se van a hospedar de acuerdo al dinero que llevan para estar allá. Si estuvieran militando políticamente y cortan la vía pública pidiendo planes sociales, y aumento en los planes que ya les proveé el estado español, serían deportados. Hay que repensar la situación de los inmigrantes, las fronteras abiertas son lo que corresponde con países hermanos que sufren, tal caso de Venezuela, pero inmigrantes sin empleo y antecedentes penales o militando en marchas contra el gobierno sin trabajar es un tema para debatir seriamente.

Porqué Argentina legitima la ilegalidad, ni el Gobierno lo sabe, le horroriza pensarlo. El derecho a huelga asiste a cualquier habitante del país, pero el avance indiscriminado de los espacios públicos, no está contemplado en ningún código. Allí también tabica la politica, imponiendo criterios por encima de la racionalidad. Patricia Bullrich sufre no tener el temblor que tienen sus compañeros de espacio político. Más de una discusión fue trasladada al presidente porque Bullrich quería avanzar sobre los piquetes para poner orden en las calles, y el temor del gobierno porteño de tener un muerto en la calle, hizo que nada se lleve a cabo.

Todas las posturas son lógicas, tienen su fundamento, y más en la cabeza de Horacio Rodríguez Larreta, quien no abandona su sueño de llegar a la presidencia y trabaja con resiliencia para su objetivo todos los días. Pero la ambición política de Larreta choca con el pragmatismo de Bullrich y la conscecuencia está a la vista: quienes sostienen el Estado no pueden llegar al trabajo.

Mauricio Macri sigue siendo moderno y disruptivo en la cultura política argentina y eso le permitirá seguramente reelegir el año que viene, a pesar de la decepción colosal que genera la pasividad ante los atropellos de los violentos.

Hay dos estudios que refuerzan la crisis sindical, de un nivel de travestismo político sólo superado por algunos dirigentes peronistas, cuando se analiza la adhesión que tienen y lo que se piensa de estos días de cortes: este año se encamina a batir otro triste récord: unos 500 piquetes por mes, el 42% en Capital y Buenos Aires, es decir 210 de esos 500. Con esa cifra, el 2018 se encamina a marcar un nuevo récord desde 2009, cuando la firma Diagnóstico Político comenzó a contabilizar las protestas callejeras. En los ocho meses del año ya hubo 3.858 piquetes, contra 3.274 de igual período de 2017, un 18% más.

Finalmente, D'Alessio-Berensztein plantea sobre la huelga de hoy: El 53% se expresó en contra de la medida de fuerza convocada por la CGT. El 17% cree que hay una intención sindical de mantener el liderazgo ante los trabajadores y sólo el 15% apuesta a que se trata de una defensa genuina de los derechos de los trabajadores.

Si la sociedad rechaza, el Gobierno detesta la imagen y la oposición alienta con financiamiento inexplicable todos estos movimientos, no es momento de que el Gobierno tome nota de que gracias a los “piqueteados” el Estado recauda y los paga a los piqueteros. Sino, como insuperablemente plantea Cortazar, la Casa Tomada "cerré bien la puerta de entrada y tiré la llave a la alcantarilla. No fuese que a algún pobre diablo se le ocurriera robar y se metiera en la casa, a esa hora y con la casa tomada”.