OPINIóN
Columna de la USAL

Semana Santa: la preparación para la Pascua

Si bien está claro que marca un pasaje de un estado impuro a otro luminoso, no tenemos en cuenta que debemos prepararnos para lograr ese salto.

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Falta poco para una nueva celebración de Pascua. | Pixabay

Falta poco para Pascua y todos, en mayor o menor medida, tenemos una idea de la Pascua. En el ámbito Cristiano es el pasaje de la muerte a la vida eterna, el sacrificio de Jesús por todos nosotros para salvarnos del pecado original. En el ámbito judío es el pasaje de la esclavitud a la libertad. Está claro que marca un pasaje de un estado, si se quiere ver desde un punto de vista espiritual, impuro a otro luminoso, al que está llamado el hombre. Pero tal vez no tenemos mucho en cuenta que para realizar este pasaje debemos prepararnos para lograr las condiciones necesarias que amerite dicho salto.

En el Antiguo Testamento la salida de Egipto por parte de los hebreos y la llegada a la tierra prometida, con el cual culminaría el pasaje a la libertad, no se produce inmediatamente, es un proceso que lleva 40 años. El acontecimiento del vellocino de oro, que se produce cuando Moisés sube al monte Sinaí para que Dios le de la Ley, simboliza el hecho de que estamos muy atados a nuestras actitudes cotidianas, a pesar de haber salido de Egipto el pueblo hebreo sigue con la mentalidad de un esclavo, no está preparado para recibir la Ley de la libertad. Es por ello que Moisés rompe las tablas al descender del monte y se produce el peregrinar del pueblo hebreo por el desierto a lo largo de 40 años. En la Biblia, el número cuatro simboliza el universo material, al estar seguido de ceros significa el tiempo de nuestra vida en la tierra. Es el tiempo de una generación, para lograr con esto que el pueblo entrante en la Tierra Prometida tenga mentalidad y espíritu de libertad y no de esclavitud.

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En el Cristianismo tenemos la Cuaresma, por suerte son 40 días y no 40 años. Debería ser un momento clave para el creyente en donde reflexionar sobre nuestra vida y acciones. Acá cobra un especial simbolismo una celebración que en la actualidad no encarna el verdadero sentido que tenía y que deberíamos asignarle y que es el Carnaval. Señalemos primeramente que la Pascua cristiana se determina a partir de la primera luna llena después del equinoccio de primavera para el hemisferio norte, es decir que caerá siempre entre el 22 de marzo y el 25 de abril, y se fija el domingo inmediato siguiente. Una semana antes quedara entonces determinado el Domingo de Ramos, comienzo de la Semana Santa, a partir de ahí se contabilizan 40 días hacia atrás y quedaran determinados los días de Carnaval.

El Carnaval resultaría de fiestas paganas incorporadas al Cristianismos en sus principios, aunque no lo considera en sentido religioso, su nombre proviene de “Carne para Baal”. Baal era un dios cananeo que aparece en la Biblia y que sin entrar en detalles correspondería a Satanás, la idea de carne para Baal provenía de los sacrificios que se realizaban en su honor. El sentido del Carnaval es la subversión de valores, en esos días se permitía toda lujuria, desenfreno moral, de ahí surge el disfraz para el anonimato y no reconocimiento. Es demostrar la bajeza en la que es capaz de caer el hombre y su alejamiento de lo divino.

Inmediatamente después viene el miércoles de ceniza, comienzo de la cuaresma. La ceniza, producto de la quema de los ramos de olivos del Domingo de Ramos del año anterior, representa la muerte, la nada, lo insignificante del hombre frente a su creador, justamente unas de las palabras que puede utilizar el sacerdote cuando las impone en la frente del cristiano son las del Gn 3,19 “Porque eres polvo y al polvo tornarás”. Qué significa, que luego del deterioro tan grande al que ha llegado en los Carnavales toma conciencia de su verdadera naturaleza y comienza un período de acogimiento y reflexión sobre sus actos para volver a su acercamiento con su creador.

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De esta manera entramos en la Cuaresma que es el tiempo de arrepentimiento y de cambio. Justamente el color litúrgico es el morado para indicar el luto y la penitencia a seguir en este período. Es un momento de invitación al cambio, luego de presentarnos los excesos del Carnaval, a través de buenas obras y de asistencia al prójimo. Es un redescubrirnos y reevaluar nuestra moral de acuerdo a nuestras acciones realizadas. La preparación para el día de Resurrección se convierte en lo más importante porque el pasaje a una nueva vida conlleva la muerte de la anterior, elemento que está muy ejemplificado en el Hinduísmo a través de la figura del dios Shiva cuya función principal es la destructiva, nada nuevo surge si no se destruye lo anterior.

No dejemos de tomarnos un tiempo para reflexionar sobre la vida que llevamos, qué buscamos lograr en ella, cuales son los valore más importantes que ponemos en primer lugar. Miremos a nuestro alrededor para ver a quienes nos rodean y darnos cuentas que son seres humanos como nosotros, con virtudes y defectos, y de esa manera reconocer en el otro nuestras propias falencias y poder de esa forma ser más pacientes. Seamos o no creyentes aprovechemos este período Pascual para una introspección que nos permita asentarnos más puramente en nuestro centro óntico, como nos reclama la filosofía In-sistencial del Padre Ismael Quiles S. J.

(*) Por Dr. Carlos Manuel Rúa. Director de la Escuela de Estudios Orientales “Rev. Padre Ismael Quiles S.J. Facultad de Filosofía, Letras y Estudios Orientales. Universidad del Salvador.