OPINIóN
G20 EN ARGENTINA

Comercio y cambio climático: éxito o fracaso de la cumbre del G20

Un consenso sobre comercio en el G20 no hará que Estados Unidos, China y la UE sean más amables cuando negocien acuerdos futuros con la región y sus bloques.

Cambio Climático 10092018
Cambio Climático | Bloomberg

Cuando el ciudadano de a pie interpela para qué sirven cumbres del Grupo de los 20 (G20), la sabiduría diplomática convencional le responde que, en estas épocas de globalización, la gobernanza mundial demanda grandes consensos y respuestas rápidas como las que este foro ya fue capaz de ofrecer en la grave crisis financiera de 2008.

El salto al nivel de jefes de Estado y de Gobierno de las cumbres del G20, cuando el grupo llevaba una década impulsando medidas para evitar desequilibrios globales originados en la  Periferia, permitió en 2008 controlar un shock mundial pero de dirección inversa, causado por una crisis en el Centro y capeado, ahora, gracias al consenso con los emergentes.

Hoy, diez años después, la cumbre de Buenos Aires afronta dos nuevas crisis globales del tenor de aquellas: la del sistema multilateral de comercio, minado por la guerra de aranceles lanzada por Estados Unidos desde 2017, y la del imparable calentamiento global. Como telón de fondo, el multilateralismo en general, y el propio G20, estan en crisis por rebrotes nacionalistas y aislacionistas como el Brexit.

Mucho más que dos

Cuando Donald J. Trump llegó a la Casa Blanca en 2017, desafió las tradiciones más modernas del Partido Republicano sobre libre comercio agitando consignas proteccionistas. Centró sus dardos en China, el gran rival emergente, pero los lanzó también a Europa y a México y Canadá, sus vecinos y socios del Tratado de Libre Comercio (TLC o Nafta).

Desde entonces, Trump pretende revisar todo tipo de acuerdos y condiciones de intercambio comercial, y si bien logró reformular el NAFTA con cambios más de forma que de fondo, profundizó este año sus embates con una frontal guerra de aranceles con China, que extendió a aliados como la Unión Europea (UE).

El gran momento de este fin de semana será la cumbre entre Trump y su par chino, Xi Jinping. China, que hace 40 años tenía tres cuartas partes de su población bajo la pobreza, hoy lidera el mundo en número de propietarios de viviendas, usuarios de Internet, graduados universitarios y de multimillonarios. Antes, Estados Unidos le vendía el doble de lo que le compraba: ahora le vende lo mismo o menos. Sus PBI ya rivalizan.

Después de impulsar la apertura económica china y el desarrollo de su singular capitalismo (“socialismo  con peculiares chinas”), convencidos de promover una apertura política al estilo occidental, Washington afronta ahora la directa competencia del liderazgo comunista de Beijing. Detrás de esta guerra comercial de cientos de miles de millones de dólares en aranceles, se libra una carrera de patentes por la hegemonía tecnológica de este nuevo siglo.

Pero si bien las reuniones bilaterales siempre fueron grandes animadoras de las cumbres del G20, pocas veces antes un cara a cara de dos líderes puede repercutir tanto en el resto del mundo. Está fresca aún la memoria de cómo los arrestos proteccionistas de Estados Unidos en los años 30 terminaron con una tremenda caída del comercio global y pocos quieren repetirla, menos con este nivel de globalización, que no dejaría a nadie a salvo.

Actores o espectadores

China busca un acuerdo bilateral, que revertiría a su vez el fracaso principal de la última cumbre del G20, en Hamburgo 2017, cuando Estados Unidos se negó a reafirmar el libre comercio sin condiciones y, en cambio, obligó a reconocer al resto del foro la existencia de “prácticas comerciales injustas” para sus intereses, incluso para su “seguridad nacional”. A ese conflicto central se suman el Brexit y otros nacionalismos que, desde Rusia a Italia, ya no se inclinan fácilmente ante instancias globales como el G20.

Así, tan tenso y ansioso como en 2008, todo el mundo está pendiente de ese acuerdo. Trump, impredecible como es, lo ha considerado posible en estos días previos. Ello permitiría recrear un mínimo consenso global sobre las reglas de comercio que aliviaría a las grandes economías, estancadas en la última década y jaqueadas por un endeudamiento global que supera dos veces el PIB mundial.

Ese bálsamo será todavía mayor para América Latina, en momentos en que sus principales economías (Brasil y Argentina, pero también México y otras) lucen muy vulnerables a cualquier oscilación brusca que involucre a los grandes centros financieros y sufren tanto la falta de liderazgos regionales como la pérdida del sentido de cooperación e integración que habían alcanzado en años anteriores.

Un consenso sobre comercio en el G20 no hará que Estados Unidos, China y la UE sean más amables cuando negocien acuerdos futuros con la región y sus bloques.

De hecho, desde el Estados Unidos de 2008, Argentina es el primer país en organizar una cumbre de líderes del G20 envuelto en una grave crisis económica y financiera. Difícilmente le hubiesen confiado hoy la organización de otra cumbre. Y llega a ésta habiendo pagado su cuota por adelantado: el salvataje del FMI, con el apoyo decisivo de Washington.

Consenso del futuro

Hay, además, otro consenso internacional roto por Estados Unidos, que se había plasmado en el Acuerdo de París 2015 contra el calentamiento global para evitar próximas catástrofes naturales, económicas y humanitarias.

Según acaban de advertir los científicos de la ONU, esa batalla fracasará y elevará la temperatura global a más de 2°C sobre los niveles preindustriales -hasta 3,2° a finales de siglo- si las emisiones de gases invernadero no se reducen en 25% antes del 2030.

Pero Trump llega a este G20 negando el cambio climático y decidido a mantener a Estados Unidos (13% de emisiones) al margen del Acuerdo de París. Le atribuye un costo económico alto y desigual respecto de otros emisores (como China, el mayor, con 24%).

En conclusión, si este G20 2018 termina sin llegar a consensos que frenen la guerra comercial y asuman sin grietas la lucha contra el cambio climático, entonces la cumbre habrá fracasado, más allá de otros acuerdos generales que ofrezca un comunicado final.

 

(*) El autor es presidente de Fundación Embajada Abierta y autor del libro "Quién gobierna el mundo? El rol del G20 en el nuevo orden mundial"