En el año 10.000 antes de Cristo, la población mundial total era de tan sólo un millón de seres humanos. En el 1000 de la nueva era, este número ya ascendía a 300 millones de almas. En el 2000, los de habitantes del planeta tierra eran casi 6100 millones. El último registro realizado en 2017 indicó 7700 millones de personas en la tierra.
Hiperpoblado, nuestro mundo sufre los embates propios del crecimiento y la expansión de la longevidad del ser humano, producto de los numerosos avances en la salud. Como si de alguna manera, el beneficio del progreso trajera a su vez su propio agobio: dos caras de una misma moneda.
En este contexto, el campo de la salud pública afronta una enorme transformación, representada por una diversidad de temas plurales: la multiplicación de la demanda social; el impacto de la tecnología en la eficiencia médica; la gestión presupuestaria en contextos de ampliación de la base de pacientes; la integración de los nuevos talentos a la disciplina; entre muchos otros. Pero todos estos asuntos, convergen en un mismo punto: la salud del paciente, como resultado final del servicio que prestamos.
Un enfoque holístico. Dicen que cuanto más complejo es el contexto, más simple deben ser las ideas fundamentales que debemos poner en práctica. En este sentido, deseamos proponer un concepto que si bien no es nuevo, fue puesto como uno de los siete puntos fundamentales remarcados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), en su 72ª asamblea celebrada en mayo pasado en Ginebra: la seguridad del paciente. ¿De qué se trata?
Es un enfoque que se concentra en el problema de fondo de la salud: según la OMS, debido a la atención insegura de los pacientes, cada año se producen 2,6 millones de muertes que podrían evitase. Esta falta de seguridad en la operatoria, es producto de unos 130 millones de eventos adversos que cada día suceden en distintos hospitales del mundo. Y tienen que ver con distintos motivos: falta de infraestructura, procedimientos poco claros o no tipificados, falta de comunicación, errores administrativos, retraso en los diagnósticos, falta de integración de los sistemas de apoyo, etc. Paradójicamente, actividades supuestamente de alto riesgo, como la aviación o el trabajo en centrales nucleares, tienen en el mundo, un historial de seguridad muy superior al de la atención médica.
Según la OMS, más del 80% de estos eventos adversos podría evitarse y además, su erradicación significaría un ahorro sustantivo. La inversión en la mejora de la seguridad en el paciente significó en los Estados Unidos un ahorro de 28 mil millones de dólares para Medicare entre 2010 y 2015. Si se piensa que la inversión en salud es cara, la no inversión es mucho más costosa… Pero, ¿cómo encarar el desafío de lograr la seguridad en el paciente?
Para alcanzar este objetivo, en el Hospital Garrahan estamos desarrollando un proceso holístico: la inversión en calidad. A tal efecto, en 2018 se ha iniciado un proyecto de acreditación internacional frente a la Joint Comission International, entidad que ha calificado a más de 20 mil instituciones de salud de todo el mundo.
Este proyecto transversal, involucra en forma orgánica a todas las áreas del hospital, generando una visión integrada de las fortalezas y los desafíos que hoy presenta. Y nos obliga a pensar más allá de la coyuntura, planteando soluciones y proyectos de mediano y largo plazo. Porque la gestión debe ser generosa, priorizando en función del bien común y dejando de lado los intereses parciales o particulares de nosotros, que somos meros administradores de la función pública.
Aquí el protagonista es el paciente y siempre debería serlo. Y para restituir el orden, entendemos que un enfoque centrado en ellos y en su seguridad, es la mejor manera de que el Hospital Garrahan siga siendo un líder indiscutido en América Latina. Una idea simple, para un mundo complejo.
*Doctora. Titular del Consejo de Administración del Hospital Garrahan.
