OPINIóN
Aniversario

Malvinas: un tema en boca de todos y en manos de pocos

Una reflexión serena y reflexiva es complicada, dada la intensidad de lo acontecido en las islas y lo que significa para los argentinos.

soldados de malvinas
Soldados durante la Guerra de Malvinas, en 1982. | CEDOC

Navegar por el conflicto de soberanía entre la Argentina y el Reino Unido por las islas del Atlántico Sur, es un viaje difícil de realizar con el espíritu sereno y reflexivo, por la intensidad de lo acontecido, especialmente en 1982. “Malvinas” se caracteriza por ser un tema que está en boca de todos y en manos de pocos. Hoy en la Argentina existe una sensación generalizada de que en la Cuestión Malvinas todo está al revés –y los autos circulando por la izquierda en Puerto Argentino, Port Stanley para los británicos, parecieran confirmar esta creencia colectiva–.

Desde 1965, existen resoluciones de la OEA y de Naciones Unidas que reconocen la existencia de esta controversia de soberanía sobre los archipiélagos del Atlántico Sur, y que los dos Estados involucrados deben resolverla por medio de negociaciones hasta llegar a una solución justa, pacífica y duradera, teniendo en cuenta los intereses de la población de las Islas Malvinas. Este conflicto es una cuestión colonial especial en la que no aplica el principio de libre autodeterminación de los pueblos por tratarse de una población implantada por la potencia colonial ocupante, tras apoderarse por la fuerza de una porción del territorio argentino, el 3 de enero de 1833. En este caso, debe aplicarse el principio de integridad territorial.

En términos emocionales, la Guerra de Malvinas es un hecho del pasado que al pueblo argentino le duele siempre en tiempo presente, por tratarse del territorio, un elemento importante del Estado, y por la memoria de los 649 héroes que ofrendaron sus vidas en las islas, los que volvieron pero siguen padeciendo las consecuencias del enfrentamiento armado de 1982, y los que decidieron apagar sus vidas –años después de la rendición en Puerto Argentino–, por las secuelas que no pudieron soportar. Es innegable la cicatriz que significan el 2 de abril y el 14 de junio de 1982 – fechas de inicio y fin de la contienda bélica– para el pueblo argentino. Y no es menos cierto que Malvinas es una causa nacional y como tal, sigue siendo una fuente de legitimidad a la que suelen recurrir los políticos para incrementar su legitimidad doméstica.

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"La Guerra de Malvinas es un hecho del pasado que al pueblo argentino le duele siempre en tiempo presente"

Desde una óptica de Defensa, es posible afirmar la ausencia de una evaluación racional del contexto y de las capacidades militares previo al choque armado por los archipiélagos del Atlántico Sur. Esta falencia severa embarcó a la Argentina en una guerra contra una potencia central y le costó la vida de muchos jóvenes convertidos en valientes hombres, en un par de horas.

Por la sangre y las lágrimas derramadas por la Guerra de Malvinas –y por la “guerra sucia” que aconteció en simultáneo, en el interior de la Argentina–, el autor de esta nota anhela que de producirse un fenómeno similar al de 1982, la razón reemplace a la pasión, para no tener que lamentar los efectos espantosos de una decisión desatinada que dejó marcas indelebles en el país sudamericano.

Al observar la política exterior de cada gobierno de la República Argentina sobre la Cuestión Malvinas desde 1983 hasta hoy, es importante comprender, en primer lugar, que la recuperación de la soberanía argentina sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur, Sandwich del sur y espacios adyacentes, no es un tema que le compete a un partido político, porque se trata de una cuestión de Estado y de un objetivo constitucional permanente e irrenunciable desde 1994 –votado por unanimidad-. Por estas y otras razones, es crucial que la política exterior sobre Malvinas sea consensuada con todos los partidos políticos y trascienda la fugacidad de los colores políticos de los gobiernos de turno.

Homenaje a los soldados caídos en Malvinas
Homenaje a los caídos en el cenotafio de Malvinas 

En lo que atañe a los recursos de las islas, en un futuro no muy lejano, sabremos si el petróleo logrará pasar de riqueza potencial a riqueza real o si el avance de las energías alternativas le quitará protagonismo y relativizarán y relegarán su importancia geopolítica. En otros términos, si el petróleo adquiere mayor relevancia mundial y se convierte en recurso real en las islas, las utilidades que se podrían percibir como consecuencia de esta metamorfosis, sumado al valor geopolítico de las islas de cara al conflicto mundial por la escasez de agua potable, permite aventurar un recalentamiento del conflicto. António Guterres, Secretario General de la ONU, en alusión al tema, expresó en 2017: “El agua, la paz y la seguridad están inextricablemente unidas”. “Sin una gestión eficaz de nuestros recursos hídricos, corremos el riesgo de intensificar las disputas entre comunidades y sectores y aumentar las tensiones entre las naciones”.  Si el problema mundial del agua se agudiza, debe sumarse al análisis, la consideración de una posible presión social en ascenso que padecerán los gobiernos de los dos Estados que se disputan la soberanía de las islas del Atlántico Sur. Pero no es descabellado considerar que, si los avances científicos lograran hallar métodos económicos de potabilización del agua de los océanos, el valor geopolítico de las islas caería para la potencia usurpadora, y ya no sería tan importante para el Reino Unido poseer un punto de apoyo en el Atlántico Sur para estar cerca de la Antártida, los hielos continentales argentinos, el acuífero guaraní y la selva amazónica –importantes reservas de agua dulce del planeta–. Los avances científicos y tecnológicos jugarán, sin dudas, un rol crucial en el desenlace y en la intensidad de la controversia por la soberanía de las islas ubicadas en el sur de América, ya que tendrán el poder de alterar los intereses geoestratégicos a nivel global. Estas variables condicionarán el statu quo del conflicto.

En lo inmediato, los isleños buscarán conservar sus beneficios económicos o al menos minimizar la máxima pérdida posible de los mismos, cuando se culmine el proceso de salida del Reino Unido de la UE –Brexit–.

"Las probabilidades de otro choque armado son nulas"

Ante la pregunta si es factible que se produzca otro choque armado, la respuesta es que esto tiene prácticamente nulas probabilidades, ya que las tensiones anglo-argentinas suelen ser empleadas con fines electorales, esto es, para atraer votos y desviar la atención de los problemas sociales domésticos. Tanto en la Argentina como en el Reino Unido existe baja intención de conflicto. A esto se suma que la Argentina no posee la capacidad militar necesaria para mantener una guerra, menos contra una potencia que en el ranking global de gasto militar en función del PBI, está entre los siete primeros países, según un informe del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo. En concreto, la Argentina destinó a gastos en defensa en 2017, 0,9% de su PBI (5.700 millones de dólares), mientras que el Reino Unido destinó 1,8% de su PBI (47.200 millones de dólares). En el mismo período, China destinó 1,9% de su PBI (229 mil millones de dólares) y los Estados Unidos 3,1% de su PBI (610 mil millones de dólares), sólo para comparar con los dos Estados que más recursos destinan a defensa del mundo.

A nivel global, quedó claro que los medios que posee la comunidad internacional para evitar el derramamiento de sangre y dolor, está muy lejos de ser un dique de contención, es decir, son insuficientes. Erradicar el deseo del hombre de imponer su voluntad regida por intereses, a cualquier precio –aún, cuando esto signifique la muerte de otras personas–, debería ser un objetivo prioritario de todo partido y dirigente político. Pero la realidad nos demuestra, duele reconocerlo, que la imposición de intereses mediante el uso de la fuerza, pareciera seguir siendo la carta que, en último instante, definirá los diferendos. La Guerra de Malvinas es otro ejemplo empírico de las miserias del ser humano. La historia del choque armado de 1982 en el Cono Sur, tiene que ver con dos gobiernos que decidieron dirimir la controversia de años mediante el uso de la fuerza, buscando de este modo, elevar la legitimidad doméstica en caída que poseían. El valor de la vida humana se minimizó como en tantos otros conflictos bélicos mundiales. En las guerras, las personas se convierten en números y las batallas se ganan o se pierden en base a quien posee la mayor cantidad de bajas. Este el criterio que suele emplearse para discernir ganadores y perdedores en este penoso y repudiable proceso milenario de ajuste de diferencias.

Los detonantes y las causas que incitaron tanto al gobierno argentino como al británico a embarcarse en la guerra de 1982 respondieron esencialmente a cuestiones de política interna. La crisis social interna que padecían ambos Estados hizo que los respectivos gobiernos vieran en la soberanía de los archipiélagos, una oportunidad para exhibir la defensa rabiosa de una causa nacional. En la Argentina funcionó, en un principio, como una gesta patriótica, como un pretexto para mejorar la imagen de un gobierno de facto decadente. Posteriormente, la derrota militar empeoró drásticamente  la imagen gubernamental y dejó en caída libre a la Junta Militar.

"En el Reino Unido, significó la consolidación en el poder de Margaret Thatcher"

En el Reino Unido, el resultado de la guerra significó la consolidación en el poder de Margaret Thatcher. El choque armado fue un recurso de legitimidad al que apelaron un dictador y una “Dama de Hierro” para que la gente no evalúe sus respetivas gestiones gubernamentales en base a lo que acontecía en el interior de los respectivos Estados.

Lo sucedido en 1982 hace necesaria la reflexión colectiva respecto a ciertos comportamientos que ameritan replanteos. Por ejemplo, ¿qué reacción hubiese tenido el pueblo argentino si el resultado de la contienda bélica hubiese sido exactamente el opuesto? ¿Se hubiera mantenido el repudio generalizado al gobierno militar que decidió enviar a unos jóvenes sin preparación y sin recursos a una guerra? ¿O un resultado militar positivo hubiese hecho pasar por alto todos los errores? Pero la pregunta va más allá: el reconocimiento asignado a los excombatientes, ¿hubiese sido el mismo si el resultado de la guerra hubiere sido el opuesto?

En cuanto a la decisión de ir a la guerra –vale recordar que esto siempre es una decisión política y no militar–, el Informe Rattembach reveló con precisión quirúrgica, que la racionalidad fue suprimida y que la pasión y el triunfalismo fueron los motores tanto para los gobernantes de turno como para los gobernados. Esto se debe a la gran carga simbólica que se le logró infundir a la causa Malvinas mediante la manipulación de la información. La única opción por entonces era: “todo o nada” y nunca se examinó seriamente el contexto internacional, ni otras alternativas de negociación, ni las capacidades militares nacionales. Enferma de patriotismo, la Argentina se embarcó en un juego de suma cero y no supo ver otra opción que la lucha armada. El fervor popular era tan intenso que cuando se firmó la rendición, el 14 de junio de 1982, se produjeron fuertes manifestaciones populares que repudiaron la decisión.

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Tarantini, Monzón, Pasarela y Menotti apoyando la causa Malvinas 

Con el arribo de la democracia en 1983 a la Argentina, el simbolismo de la guerra del Atlántico Sur siguió siendo un recurso utilizado –con mayor o menor énfasis–, por los gobiernos constitucionales posteriores a la Junta Militar. El “paraguas de soberanía”, “la política de seducción”, el restablecimiento de relaciones consulares y diplomáticas, el desenlace de los acuerdos de exploración y explotación hidrocarburífera en la zona de la controversia, la construcción del cementerio de Darwin para honrar a los soldados argentinos, el posterior reconocimiento de los cuerpos de los caídos en combate y el inicio del proceso de restitución al continente, son hechos políticos, que junto con la Ley de Obediencia de Vida, la Ley de Punto Final, los indultos,  la posterior anulación de las leyes del perdón, y la orden del entonces presidente de Néstor Kirchner de bajar los cuadros de los dictadores Jorge Videla y Reynaldo Bignone del Colegio Militar, adquirieron gran protagonismo en la memoria del pueblo argentino, respecto a la Cuestión Malvinas y a los grupos antagónicos que actuaron dentro del territorio nacional en los sombríos tiempos del Proceso de Reorganización Nacional. Los discursos oportunistas –disfrazados de nacionalistas– sobre Malvinas, también son moneda corriente en la Argentina. Hay un tendencia a electoralizar el tema.

Después de la derrota militar, y tal vez como consecuencia de ello, la sociedad argentina pareciera haber comprendido que los militares deben ocupar una función netamente técnica y subordinada al poder político. La idea de que gobernar es simplemente poner orden, demostró ser insuficiente para dirigir un país. Porque gobernar implica muchas otras cosas y requiere también otras capacidades. Imponer orden a balazos, torturas y desapariciones, nada tiene que ver con planificar y ejecutar una gestión de gobierno. Los problemas sociales, como la pobreza, el desempleo y la inflación, no se solucionan con garrotes, tanques y aviones militares. Se combaten con políticas públicas, inclusión y eficiencia social. En otros términos, si bien una de las funciones de la gestión gubernamental es el mantenimiento del orden público –y el Estado posee el monopolio de la fuerza–, no debemos caer en el error de suponer que es la única acción que le compete a un gobierno. Desde 1983 hasta 2017, es dable apreciar medidas tendientes a profundizar la subordinación de las Fuerzas Armadas al poder civil. Pero en 2018, mediante un decreto presidencial, se produjo una polémica reformulación del rol de las Fuerzas Armadas en la Argentina. El texto ambiguo posibilita interpretaciones que ven puertas entreabiertas para que los militares se involucren en el plano interno. Esto reflotó miedos y fantasmas que parecían parte de un pasado lejano. La conversión de válidas demandas sociales en triviales eslóganes electorales, es sumamente peligroso en un mundo caracterizado por un resurgimiento rabioso de nacionalismo y xenofobia.

Efectuar un análisis riguroso y una evaluación crítica de lo ocurrido en el conflicto del Atlántico Sur, aporta importantes experiencias de naturaleza política, militar y diplomática, que deben ser consideradas como verdaderas enseñanzas para entender la imperiosa necesidad de perfeccionar la organización de la Nación, para el logro de sus objetivos políticos en situaciones de conflicto y para el mejor empleo del aparato militar en casos en que las circunstancias así lo demanden. Malvinas es una triste lección que debe ser aprendida por el pueblo argentino pese al inmenso dolor que causa el recuerdo de la contienda bélica, y debe materializarse en hechos concretos que reflejen evolución social, en honor a los heridos y muertos en batalla, y al sufrimiento que debieron padecer quienes defendieron la bandera argentina en las australes islas de del Atlántico.

Es preciso reconocer que la Argentina carece de ideología de Estado, esto es, no se caracteriza  por poseer constancia en el seguimiento de objetivos nacionales estratégicos y esta peculiaridad constituye un déficit importante.

"El desafío del pueblo argentino es hacer lo imposible para evitar caer nuevamente en una irracional y eufórica aventura castrense"

El desafío del pueblo argentino –incluye a sus gobernantes en primera fila– es hacer lo imposible para evitar caer nuevamente en una irracional y eufórica aventura castrense –que bajo la capucha de una causa justa– condenó a jóvenes seres humanos a las consecuencias nefastas de una guerra. Y pensando en el futuro, el pueblo  argentino debe tener bien presente que la recuperación del ejercicio pleno de la soberanía sobre los archipiélagos del Atlántico Sur es un mandato constitucional, y que el ansiado reencuentro entre las islas y su legítimo dueño, la República Argentina, debe alcanzarse haciendo uso de la ley, la diplomacia y la razón. Ojalá estas líneas aporten unas pequeñas dosis de luz a los que vienen, en honor de los que fueron…

*Analista internacional especializado en Defensa en la Universidad Nacional de Defensa de Washington; Director de Gestión de Gobierno en la UB; autor del libro Malvinas, un pretexto para legitimar a un gobierno totalitario.

ANEXO | Material de archivo: la propaganda política de la dictadura por Malvinas

ANEXO | Material de archivo: audios históricos de la guerra de Malvinas

El libro MALVINAS, puede adquirirse en www.tintalibre.com.ar