OPINIóN
Homenaje

Carlos Miguel Tacchi, un funcionario con vocación de servicio

Un 31 de julio del año 1995, renunció a su cargo y si bien ya no está entre nosotros, por su vocación de servicio, vale la pena recordarlo.

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Carlos Tacchi | cronista.com

Hecha la ley, hecha la trampa. El que no llora no mama, el que paga impuestos es un imbécil. La evasión existe en todos los países, y si no existe es porque se controla, no por la buena voluntad de los individuos. En algunos países es más fácil que en otros; en el caso argentino la evasión viene desde los tiempos de la colonización española.

 “Los impuestos deben ser siempre pagados, más allá del buen uso que el administrador de turno haga de los recursos obtenidos”, afirma Carlos Miguel Tacchi, designado Secretario de Ingresos Públicos por Erman González, con destacada actuación durante la gestión del doctor Domingo Felipe Cavallo, ministro de Economía y Obras y Servicios Públicos.

Ahora el sistema impositivo argentino es muy simple. Se basa en un impuesto al valor agregado; otro a las ganancias de las corporaciones y de las personas; otro a las contribuciones para la seguridad social -que son  impuestos para la nómina salarial-, y unos pocos impuestos internos.

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¿A dónde van los impuestos?

Tacchi populariza el idea y vuelta de los impuestos. Esto es, pagar impuestos es una obligación, pero también es obligación del Estado retribuir a los contribuyentes con buenos servicios en áreas vitales como la salud, la educación, la seguridad, etc. Tarea nada fácil en una sociedad que desconfía del Estado. Los argentinos se llevan la plata al exterior y no pagan impuestos beneficiados por los paraísos fiscales; aducen la escasa ética pública de los funcionarios públicos, el desvío de la plata de los futuros jubilados para financiar otras actividades, la permisividad ante la proliferación del trabajo en negro.

Tacchi no se cansa de explicar con pasión y capacidad técnica las características del sistema impositivo, cómo los contribuyentes pueden vigilar la asignación del gasto, hay que pedir tickets en las playas de estacionamiento, se investigan comercios, industrias, bancos, etc.

Convencido de que el Estado debe ejercer coacción legítima si se quiere avanzar hacia un país más igualitario en términos sociales, lo plantea a través de spots televisivos en los que una enfermera en un hospital público y un maestro rural, intentan conmover: “Pagar impuestos es un esfuerzo que vale la pena hacer.” Pone en circulación frases dirigidas a los grandes contribuyentes: “Debemos controlar los elefantes que llevan los diamantes, y no a las pequeñas hormiguitas”; “Si Carlitos, mi hijo, se salva, voy a hacer mierda a los evasores”. Estas últimas palabras, “voy a hacer mierda a los evasores”, emitidas durante un programa de televisión, inolvidables por cierto, tienen su historia. Con su hijo Carlitos golpeado por un caballo, Tacchi recorre varias clínicas privadas que no lo quieren atender y termina en un hospital público. “Lo atendieron tan bien a pesar de la humedad que chorreaba por las paredes y de la escasez de medios que Carlitos se salvó. Ese día le prometí a Dios hacer mierda a los evasores.”

¿Los rubios sostienen con sus impuestos a los morochos?

La facturación obligatoria para los comerciantes; las inspecciones sorpresivas y espectaculares sobre grandes empresas y contribuyentes ricos y famosos, los scraches y la publicación de listado de deudores para detectar casos de evasión impositiva, integran una nueva estrategia explicitada a través de frases como las siguientes: “No deje que le roben” y “Exija su factura”. Tacchi también impulsa lo que él denomina “puentes de plata”, que consiste en conferir cada tanto a los contribuyentes la posibilidad de acogerse a facilidades de pago.

Esa nueva estrategia en la administración de los impuestos aumenta considerablemente la recaudación tributaria nacional: en el Impuesto al Valor Agregado (popularmente conocido como IVA) y en Ganancias. De recaudar 34 millones de pesos en 1992 trepa a 50 millones de pesos en 1994.

Hombre auténtico, franco, un funcionario que cree en lo que hace, tanto que se lo califica como un “fundamentalista”: en promover un cambio cultural tendiente a fortalecer las instituciones de la democracia; en la defensa del pago de impuestos proporcionales al ingreso de cada uno, como eje de un sistema rentístico sostenible junto con la moneda, el ahorro y el control del gasto público.

Tacchi era un funcionario público feliz, no sabía de horarios, ni en su oficina ni en su casa, como lo demuestra en una nota publicada en “Página 12, el 4 de octubre de 1994:

“Como acostumbra, birome en mano, Carlos Tacchi revisaba papeles de trabajo. Cerca, uno de sus hijos miraba la televisión y otro jugaba con la computadora. Pero su esposa Anita se acercó bastante enojada:

- Ves lo que te digo. Están todos locos. Ya conseguiste trasladar la locura del trabajo a casa.

- ¿Qué te pasa?, reaccionó Tacchi. Yo estoy leyendo, él mira tele y el otro está en la computadora. ¿Qué tiene de raro?

-Nada, que son las tres y media de la mañana.”

Considerado uno de los hombres que más impuestos cobró en Argentina, reconoce que hay que seguir preservando el equilibrio fiscal como pre-requisito, no sólo para la estabilidad sino también para un ofrecimiento que cada vez más depende de la confianza, del crédito y del mantenimiento de las reglas de juego, incluso con gente cercana al poder, como el caso IBM-Nación, realizado por la DGI durante su gestión, y la llamada “mafia del oro”. Por eso no le cae bien cuando el ala política del gobierno le pide bajar los decibeles en la lucha contra la evasión para no poner piedras en el camino de la reelección del Presidente de la Nación.

Un día como hoy, 31 de julio, del año 1995, Carlos Miguel Tacchi renunció a su cargo, después de cuatro años y medio de gestión exitosa: “La ardua labor que (enfermedad mediante) he desarrollado me permitió alcanzar los niveles máximos de recaudación histórica en el país y ayudó a concientizar a nuestra sociedad en la necesidad del pago de sus obligaciones tributarias.”

Si bien ya no está entre nosotros, por su vocación de servicio, creo que vale la pena recordarlo como un ejemplo de funcionario público, deseando que haya muchos como él.