OPINIóN
Historia política

La muerte de Perón y la violencia política

“El pueblo vela a su conductor”, “Inmenso dolor popular”, “Luto nacional” son tapa de los principales diarios del país.

Perón
JuanDomingo Perón | CEDOC

Un día como hoy, 1º de julio, del año 1974, a los 81 años de edad, muere el general Juan Domingo Perón, presidente de la República Argentina. “El pueblo vela a su conductor”. “Inmenso dolor popular” “Luto nacional” son tapa de los principales diarios del país.

La muerte de Perón, lejos de detener las acciones armadas, las intensifica. El 15 de julio en la ciudad de San Justo, partido de La Matanza, provincia de Buenos Aires, un comando Montonero asesina al doctor Arturo Mor Roig, por haber sido ministro del Interior durante la presidencia del general Agustín Alejandro Lanusse, cuando se produjo el fusilamiento de guerrilleros presos en Trelew en agosto de 1972.

Al día siguiente del entierro de Mor Roig, en la ciudad bonaerense de Gonnet se encuentra sin vida a David Kraiselburd, -judío, estudiante reformista, abogado, socialista, había peleado junto a los republicanos españoles, opuesto al golpe de Onganía-, al que no se le perdonó haber sido director de “El Día” de la Plata, un diario de tendencia antiperonista.

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Por su parte, la Triple A acribilla a balazos al diputado nacional Rodolfo Ortega Peña, uno de los principales dirigentes de la izquierda peronista. El 11 de agosto, el ERP ataca, en forma casi simultánea, la fábrica militar de explosivos de Villa María (Córdoba) y el Regimiento 17 de Infantería Aerotransportada de Catamarca. Mueren 3 combatientes, pero se llevan decenas de fusiles y ametralladoras y a 2 oficiales; a 1, herido, lo devuelven; el otro es el mayor Julio Argentino del Valle Larrabure, cuyo cuerpo con huellas de tortura aparece en un baldío de Rosario luego de 372 días de encierro. Sobre su muerte hay dos versiones: por suicidio a causa de su estado depresivo, o ejecutado. En Catamarca mueren 16 guerrilleros, probablemente fusilados después de rendirse. El 7 de septiembre la Triple A coloca una bomba en la casa de Raúl Laguzzi, rector normalizador de la Universidad de Buenos Aires, matando a su hijito de 4 meses. En un hotel del barrio de Once, en la Capital Federal, son secuestrados Hipólito Atilio López, ex vicegobernador de Córdoba y dirigente gremial combativo, y el contador Juan José Varas, cuyos cuerpos aparecen en Capilla del Señor, provincia de Buenos Aires. El 19 los Montoneros secuestran a los hermanos Juan y Jorge y Born, directivos de Bunge y Born, asesinan a 1 gerente y a 1 chofer de la empresa cerealera. Los secuestradores los liberarán por 50 millones de dólares. El 20 se fusila en el barrio porteño de Barracas a Julio Troxler, quien había sido subjefe de la policía bonaerense. Silvio Frondizi, hermano de Arturo, ex presidente de la Nación, es secuestrado en su casa de la calle Cangallo. El secuestro es resistido a balazos por su yerno, Luis Mendiburu, que es asesinado. El cadáver de Frondizi aparece en los bosques de Ezeiza horas más tarde. En los siguientes términos, lo comunica la Triple A, el 27 de septiembre de 1974:

“Sepa el pueblo argentino que a las 14 y 20 fue ajusticiado el disfrazado número uno Silvio Frondizi, traidor de trabajadores, comunista, bolchevique y fundador del ERP. Bajo el mandato de su hermano fue el infiltrador de ideas comunistas en su juventud. Murió como mueren los traidores, por la espalda. Como nuestro querido pueblo argentino y patriota observa, cumplimos lentamente pero sin pausa nuestra palabra, y no nos identifiquen con los mercenarios zurdos de la muerte sino con patriotas peronistas y argentinos que queremos que el dolor actual de nuestro país tenga un futuro argentino y no comunista. ¡Viva la Patria! ¡Viva Perón! ¡Vivan las Fuerzas Armadas! ¡Mueran los Bolches Asesinos!

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Es asesinado el cordobés Alfredo Curutchet, asesor legal de gremios combativos, ligado al ERP. El 13 de octubre la Triple A asesina al periodista Pedro L. Barraza, y a su amigo Carlos Laham, por comunistas. El día 23 los guerrilleros matan al teniente coronel médico José Francisco Gardón y tres días después, hacen lo mismo con el conocido nacionalista Jordán Bruno Genta, quien había sido profesor de la Escuela de Oficiales de la Fuerza Aérea. El 1º de noviembre, los Montoneros asesinan al del jefe de la Policía Federal, comisario Alberto Villar y su esposa mediante una bomba que ponen en la lancha en la que acostumbraban pasear en el Tigre. Un mes después, el capitán Humberto Antonio Viola, del Regimiento 19 de Tucumán es sorprendido por un comando del ERP. Lo matan a él, a 1 de sus hijas, hieren a la otra de un tiro en la cabeza. Pocos días después es muerto Ramón Samaniego, gerente de personal de La Cantábrica; el 21 el ingeniero químico Emilio Kasalik, gerente de Hilandería Olmos; y el 22 el abogado, investigador del CONICET, profesor en el seminario diocesano de San Isidro, en la Facultad de Derecho de la UBA y en la UCA, Carlos Alberto Sacheri, nacionalista y anticomunista, cuando estaba dentro del coche con su esposa, sus 7 hijos y 2 amiguitos. En enero de 1975, Montoneros acribilla a balazos en Quilmes al gerente de Bunge y Born, Antonio Muscat y trata de incendiar los depósitos de la fábrica Rigolleau en apoyo de las comisiones obreras combativas. Hipólito Acuña, del FREJULI para Santa Fe, es el segundo diputado nacional asesinado a balazos. El 26 de febrero  secuestran y asesinan en Córdoba al cónsul de Estados Unidos, John Patrick Egan.

Comienzan los enfrentamientos del ERP con el Ejército en Tucumán, después de que la Presidente de la Nación, en acuerdo general de ministros, autoriza, mediante el llamado Operativo Independencia, “a ejecutar las operaciones militares que sean necesarias a efectos de neutralizar y/o aniquilar el accionar de los elementos subversivos”.

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En Mar del Plata se secuestra al cirujano Bernardo Goldemberg, cuyo cadáver es arrojado a la avenida Peralta Ramos. En Bahía Blanca matan al vicerrector del Instituto Juan XXIII, Juan Carlos Dorak, religioso checo de 50 años. En el partido de Almirante Brown, un grupo de encapuchados inicia una cacería por locales partidarios y domicilios particulares, secuestra a 6 personas y las fusilan. El 5 de agosto pierde la vida el teniente José Conrado Mundani y el 16 el cabo primero Miguel Dardo Juárez en un enfrentamiento en Tucumán. Cinco días después, es muerto Marcos Osatinski, uno de los principales jefes montoneros, cuya muerte en manos de un miembro de la Triple A es atribuida a una delación hecha por un estudiante montonero, el que luego fue ejecutado por su “debilidad ideológica”. El 22, hombres rana montoneros ponen dos cargas de 85 kilos de demolición submarina en el casco de la Santísima Trinidad, primera fragata misilística, provocándole serias averías. Una semana después hacen estallar una bomba en la pista  del aeropuerto de Tucumán cuando levantaba vuelo un avión de la Fuerza Aérea. El 5 de octubre atacan el Regimiento 19 de Infantería de Monte de Formosa y el aeropuerto El Pucú después de secuestrar un avión de Aerolíneas Argentinas. Mueren 16 subversivos y 12 militares, 10 de los cuales son conscriptos de 20 años. En Córdoba es asesinada la familia Pujadas, padre, hermanos y cuñados de un guerrillero muerto en Trelew. En Entre Ríos, cerca de Paraná, es ultimado el general Jorge Esteban Cáceres Monié, “ex jefe de policía de la dictadura militar de Lanusse, ex comandante del II Cuerpo de Ejército y torturador”, según el Número 10 del boletín “Evita Montonera”; se llevan a la esposa, también herida, y la dejan en una zanjón, donde se desangró. El ajuste de cuentas no se hace esperar: los cadáveres de 9 jóvenes son encontrados en las proximidades del dique Los Molinos, Córdoba. Según el diario La Opinión, se trata de “cinco bolivianos, tres argentinos y un peruano, a los que ataron de pies y manos, y con los ojos vendados, fueron fusilados.”

En enero de 1976, los Montoneros irrumpen en la fábrica Bendix, en Munro, provincia de Buenos Aires, y matan a 2 directivos y 1 cabo de policía. Posteriormente intentan ingresar en la escuela de Policía Juan Vucetich, en La Plata, para apoderarse de los helicópteros, pero fracasan. El 28 de febrero el ERP asesina en Córdoba al empresario Héctor Minetti por haber “acumulado fortunas con el sudor de miles de explotados en sus molinos harineros, en sus canteras de cemento y en otras fábricas por él controladas”. El 15 de marzo los Montoneros colocan un artefacto con 20 kilos de trotyl en un coche estacionado cerca del Cuartel del Comando General del Ejército (Edificio Libertador), resultando con heridas leves 4 coroneles. El 22 de marzo el ERP se venga de Atilio Santillán, secretario general de la FOTIA, el peronista que más había luchado contra ellos, y lo matan  a balazos en la propia sede sindical. El 24 es asesinado el teniente coronel retirado Bernardo Alberte, quien horas antes había enviado una carta al general Jorge Rafael Videla, comandante del Ejército, en la que le advertía acerca de la posibilidad de que las Fuerzas Armadas fueran “llevadas a ser custodios de los intereses de una de las partes, precisamente, la menos indicada para representar el interés general”.  

El justicialismo, en el poder desde el 25 de mayo al 24 de marzo de 1976 con Cámpora-Solano Lima y con el matrimonio Perón-Perón, no sólo no había podido apaciguar la violencia política, sino que la había agravado. En sus aspectos más salvajes, los unos parecen no diferenciarse de los otros. Así, empresarios y directivos secuestrados para conseguir fondos o apoyar a trabajadores radicalizados; empresarios, guerrilleros, intelectuales, militares, policías y sindicalistas asesinados; centros de tortura física y psicológica; apropiación de bienes y de bebés; leyes de guerra, especialistas en técnicas encubiertas; sabotajes y atentados; copamientos de localidades, destacamentos policiales, bancos, escuelas, universidades, y bases militares.

En esos tres años se cuentan 1803 muertos, 1358 por la guerrilla y 445 guerrilleros.

Muy lejos del compromiso en un sentido o en otro, el pueblo argentino en su mayoría ocupado en la búsqueda y logro de un lugar confortable donde vivir bajo el sol en familia, permanece indiferente esperando no verse implicado en hechos cuyo relato de lo acontecido la mayoría de las veces hiela la sangre.