OPINIóN
Elecciones 2019

La economía post PASO 2019

Se inauguró un nuevo capítulo de la crisis económica que se profundiza desde el 2018 y a la que enfrentamos, cada vez, con menos herramientas posibles.

Dólares
La crisis actual es aún más compleja que la de 2018 y la libertad de acción en la política económica es cada vez más restringida. | Imagen de 3D Animation Production Company en Pixabay.

El Banco Central venía utilizando numerosos artilugios para conseguir la desaceleración de la inflación y la tranquilidad económica, sobre todo después del pico de marzo 2019. El plan era mantener la calma financiera y el congelamiento de las tarifas de cara a las elecciones, con una desinflación conseguir un resultado electoral parejo que desembocaría en un balotaje, donde, triunfantes, mantendrían las políticas tomadas en busca de “sanear las cuentas públicas”.

El crecimiento económico fue la luz al final del túnel del discurso de Cambiemos, que tendrá 3 de 4 años de gestión con caída en la actividad económica. Acorde a su ideología, establecer el equilibrio macroeconómico, sin mirar la deuda externa, traería la lluvia de inversiones y el crecimiento real. El tiempo pasó y las esperanzas se acumularon en slogans vacíos. La gente se expresó en las urnas y la diferencia de 15 puntos entre el actual presidente y Alberto Fernández mostró una vez más sus errores en las estimaciones numéricas.

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Aún más grave fue que la sorpresa por el resultado de las PASO dejó en evidencia la falta de un Plan B. El lunes el Banco Central se tomó dos horas, fundamentales, para actuar sobre el mercado cambiario, que abrió con fuertes presiones que ya se evidenciaban en la noche del domingo. Un lunes donde el dólar llegó a los $65 para terminar la jornada valiendo un 23% más que en el cierre del viernes, una nueva corrida cambiaria en la gestión de Cambiemos. Se suma el derrumbe histórico en las acciones de empresas argentinas, en los bonos y la disparada del riesgo país.

La incertidumbre reinó la semana y trajo recuerdos preocupantes a gran parte de la población argentina, que vio como locales cerraban porque no tenían un precio de referencia para poder remarcar sus productos. Ante esta situación, se enfrentaron medidas económicas improvisadas que plantean riesgos fiscales e incidencias cuestionables en el bolsillo de los ciudadanos que se despiden del camino de desaceleración de la inflación para transitar un 2019 aún más inflacionario que el 2018.

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El plan de contención del dólar terminó, el plan déficit primario cero también y se llevó a Dujovne con él. Será este martes, cuando el nuevo ministro de Hacienda anuncie las medidas económicas a tomar de cara a los casi cuatro meses que quedan de gestión, donde el nuevo desembolso del FMI por 5.500 millones de dólares se vuelve central para cumplir los compromisos de pago y reducir los niveles de riesgo país.

La misión técnica del Fondo tendrá que evaluar las políticas económicas tomadas la semana pasada, todas contrarias a su ideología y sobre todo a la búsqueda del déficit primario cero, eje del acuerdo firmado con el organismo. La discusión sobre los plazos de pagos debería estar sobre la mesa, como aconsejan desde la oposición.

La crisis actual es aún más compleja que la de 2018 y la libertad de acción en la política económica es cada vez más restringida. Se quemaron muchas naves para mantener la calma cambiaria y la tasa de interés en el 75% anual ya no tiene incidencia real, los 60 millones de dólares subastados todos los días por el Tesoro no llegan a fortalecer la oferta y más de 500 millones de dólares de las reservas del Banco Central se subastaron esta semana sin una clara intencionalidad.

El shock producido por los humores del mercado dan cuenta de la vulnerabilidad a la que estamos expuestos y la inflación de agosto/septiembre evidenciaran una nueva transferencia de ingresos desde los sectores pesificados a los dolarizados. Ante este contexto, y sin claridad sobre si se alcanzó la estabilidad cambiaria, las proyecciones se vuelven futurología y las presiones están puestas en las definiciones políticas, a ambos lados de la grieta, que tienen que dar respuesta a una economía completamente endeudada, con más de 14 millones de pobres, desempleo en alza y salarios reales en baja.