OPINIóN
Columna de la Universidad Austral

Las familias, formadoras de ciudadanía

En un año electoral y con primarias en ciernes, las vivencias de civilidad y democracia son experiencias potentes para nuestros niños.

Letras
Las circunstancias que enmarcan una elección presidencial nos colocan en un lugar de intervención que se traduce en dinámicas variadas en el seno de cada familia. | Imagen de Gerd Altmann en Pixabay.

La educación de la ciudadanía en el contexto de las sociedades globalizadas requiere del compromiso de todos. Demanda del esfuerzo sinérgico del conjunto de actores de una comunidad, comenzando por las familias, los entornos primarios, y abarcando las instituciones educativas y los medios de comunicación, que hoy por hoy ejercen una acción formativa de magnitud. No obstante, es la familia el microsistema que, de niños, condensa nuestras primeras representaciones de la realidad. En él, padres y madres operan como mediadores con el tejido social más amplio, de ahí que cada una de sus acciones venga a moldear esa materia flexible y dúctil que son las subjetividades infantiles. Y también a desplegar lo que potencialmente son, ya que todo acto educativo es a un tiempo motivación y estructura.

Es por eso que, en una toma de conciencia progresiva de los efectos de nuestras decisiones parentales y aún cuando no meditemos cada paso a dar, deberíamos sí abrazar unos principios y sostener actuaciones consistentes con ellos.¿Qué ven los hijos de nuestras propias conductas ciudadanas? ¿Cómo asimilan nuestro sentir patriótico? ¿Qué virtudes cívicas nos definen y cuáles desearíamos transmitirles? Son preguntas que nos ayudan a echar luz sobre un devenir cotidiano en el que los niños son testigos de las prácticas de sus adultos referentes.

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Las circunstancias que enmarcan una elección presidencial nos colocan en un lugar de intervención que se traduce en dinámicas variadas en el seno de cada familia. En un año electoral y con primarias en ciernes, las vivencias de civilidad y democracia son experiencias potentes para nuestros niños. Habrá familias que lo vivan con mayor intensidad; otras, quizás, con cierta indiferencia. Habrá quienes internalicen desde pequeños la lógica de pertenecer a un sector político definido, de estar de uno u otro lado en ese binario histórico argentino que aún subsiste.

En este escenario, la noción de patriotismo parece casi demodé. Sin embargo, lo que se juega aquí es la disquisición entre el aprendizaje de una ciudadanía cosmopolita, desapegada de lo vernáculo,y la configuración de un modelo que anteponga la identidad nacional, sin que esto implique un rechazo a las influencias externas. El dilema tiene profundas consecuencias a nivel de formación en capacidades cívicas y en el sentido de pertenencia de los futuros ciudadanos. ¿Dónde está mi hogar? ¿Cuáles son mis raíces? ¿Está caduco el amor a la patria en épocas de aldea global? Frente a estos interrogantes, la educación parece ser, una vez más, la clave necesaria, pues favorece un razonamiento moral que conduce a la apropiación de valores indispensables para la vida en democracia.

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De lo anterior se desprende que el desarrollo de virtudes republicanas en los niños, hecho vinculado aun extenso abanico de apegos e identificaciones, debe trascender esa visión dicotómica. Esto les permitirá, como cosmopolitas, reconocer que la dimensión ética del ejercicio de la ciudadanía permea los límites de un país determinado. Y, como patriotas, los empoderará para resignificar la historia, la cultura y las políticas de su nación, como debido reconocimiento al propio origen.

En todos los casos, la promoción de valores en el núcleo familiar, la búsqueda de la verdad y la libertad, el sentido de justicia, la defensa de los derechos humanos y de la no exclusión contribuirán decisivamente a extender los horizontes de los niños, de sus concepciones acerca de lo que es deseable para las sociedades del futuro y de su implicación en el presente, en un camino hacia formas de gobernanza infantil que es preciso fortalecer y expandir.

Que nuestros hijos nos acompañen a votar no solo sumará un buen momento compartido, sino que dejará en ellos una huella de valoración de lo propio: del compromiso con la construcción común, del sustento delos mecanismos de participación y de la necesidad de trabajar para el desarrollo de sociedades inclusivas, equitativas y solidarias. Ideas que dejen de ser abstracciones discursivas en un imaginario infantil y pasen a integrar el universo de lo posible.

*Directora de la Licenciatura en Orientación Familiar de la Universidad Austral.