OPINIóN
Columna de la USAL

Oratoria y comunicación política, dos caras de una misma moneda

Candidatos que se esmeran por seguir la aristotélica idea de utilizar los diferentes recursos del coaching para lograr un mayor caudal de votos.

Discurso de macri 09032018
Mauricio Macri , en su discurso presidencial | Captura Presidencia

Más vale un imposible verosímil, que un inverosímil posible. Así definía Aristóteles, en el año 300 antes de Cristo, la forma en que se debía persuadir a los demás. De esta forma, nos transmitía esta idea de que la retórica (el arte de la persuasión) resulta ser un factor de importancia para generar influencia a través de nuestra comunicación.

Y es una idea que nos vuelve con fuerza en tiempos de campañas electorales previas a las ya inminentes PASO. Un aluvión de spots publicitarios ameniza la jornada como telón de fondo de nuestros días; con candidatos que se esmeran por seguir la aristotélica idea de utilizar los diferentes recursos del coaching para lograr un mayor caudal de votos.

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Usar la voz con convicción. Cuidar la imagen personal. Sonreír ante todo. Y por supuesto, mantener el control en cualquier situación mediática adversa (algo que puede ser cómicamente difícil para algunos políticos en campaña). Son todas prescripciones que entrenadores y expertos en oratoria recomiendan a los aspirantes a obtener el preciado sufragio ajeno.

Pero de pronto nada parece ser suficiente: todos los candidatos miran de la misma forma, hablan igual, dicen las mismas cosas.  Y al comoditizarse, se transforman en monótonos productos del marketing político. Como si de alguna manera estuvieran disponibles en la góndola del supermercado. ¿Cuál es el secreto entonces? ¿Se equivocaba el gran Aristóteles? ¿Cómo se podría  lograr el tan ansiado posicionamiento?

Hacer y decir

Lo que la mayoría de los políticos olvida (o no quiere recordar), es uno de los aspectos fundamentales de la retórica y la persuasión: el artificio y la teatralidad, deben estar ordenados a un conocimiento verídico de las cosas. ¿Qué quiere decir esto? Que cualquier recurso que utilicemos para potenciar nuestra oratoria, debe de estar enfocado en transmitir una episteme, una verdad que pueda perdurar en el tiempo.  

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Por todo esto, la comunicación política es eficiente cuando sabemos expresarnos, pero también cuando tenemos algo real para decir. Una historia que contar. Algo significativo,  que además de parecer verdadero, lo sea. Y existen innumerables ejemplos de esta eficiencia. Uno de ellos: basta recordar la celebrada reacción de la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal frente al periodista Diego Brancatelli en 2017. Y  la reflexión del periodista Jorge Lanata sobre el tema: “a veces los políticos no se acuerdan que la gente les cree cuando dicen la verdad. No seas buena. Sé lo que sos", le recomendó Lanada a Vidal en ese momento.

Para los retóricos, hacer y decir tienen que estar alineados. Ser y parecer, dos caras de una misma moneda. Porque el público no es necio, se da cuenta de todo y aprende. Y nos va a seguir no porque piensan en nosotros, sino porque creen en nosotros. Y ese acto de fe sólo se logra cuando damos testimonio de nuestro discurso, mediante nuestros actos concretos. Sino seremos, como en las épocas atenienses, meros sofistas.

(*) Decano de la Facultad de Ciencias de la Educación y Comunicación Social. Universidad del Salvador.