OPINIóN
Caso Garrahan

¡Con los niños no!

El caso del pediatra acusado de pedofilia es de una magnitud que pone en alerta a la sociedad y a las autoridades.

Abuso sexual de menores
Abuso infantil | Pixabay

Se acaba de conocer la existencia de una red internacional de pornografía que abarca a Estados Unidos, Brasil y Argentina. Y se sospecha que también tendría extensión a otros continentes.

Etimológicamente, el significado del término pornografía, en griego, es producto de dos palabras: “Porne” (cortesana, prostituta, promiscua) y “Grafía” (escritura, descripción). Vale decir, se refiere a permitir la visualización de quienes ejercían la prostitución (según algunos  historiadores, “la profesión más antigua del mundo”), sus “actividades” y sus “clientes” a través de pinturas, dibujos, entre otras cosas.

Actualmente, y según la Real Academia Española, el vocablo pornografía se utiliza para descripciones por cualquier medio (escrito, sonoro, visual), que sean explícitos en cuanto a sexo, órganos sexuales, contactos sexuales de lo más diversos, buscando excitar (o intentar hacerlo) a quien recibe esos estímulos.

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Pornografía infantil: el pediatra detenido en el Garrahan se negó a declarar

Hay algunos países -muchos de ellos asiáticos- que los entendidos consideran “paraísos sexuales” por la diversidad de lugares con oferta sexual. En general, esos países son grandes productores de pornografía.

Sin embargo, hay una variante deleznable y horrorosa: cuando lo expuesto se nutre de protagonistas menores de edad, algunos bebés, en lo que se denomina “pornografía infantil”, expresión despreciable y patológica de algunos con dudosa condición humana. Desde luego, quien goza con la “pornografía infantil” ha practicado o desea realizar actos sexuales con niños. Son entonces individuos “altamente peligrosos”, o bien enfermos que la sociedad debe aislar e intentar curar, cosa por demás difícil y problemática.

El Hospital Garrahan será querellante contra el pediatra acusado de distribuir pornografía infantil

Lamentablemente, el caso del pediatra platense Ricardo Russo parece revestir una magnitud y una gravedad que apabulla y alerta a toda la sociedad y a los gobernantes. Algo falló en todos los estamentos para que, durante muchos años, se mantuviera la actividad de este individuo que ha producido daños irreparables. La Justicia tiene ahora la última palabra: si la sanción del por ahora máximo responsable es leve y contemplativa, estamos perdidos.

Si por el contrario, la ley cae sobre el responsable con el máximo rigor es posible que nosotros (y nuestros niños) tengamos esperanzas de un futuro mejor. Que así sea.