PERIODISMO PURO
Entrevista con Fontevecchia

Cornejo: "Este es uno de los pocos países en que no se puede hablar de ajuste"

El actual gobernador de Mendoza participó del ciclo de reportajes Periodismo Puro. La nota se transmitirá completa, a las 23, por Net TV.

Alfredo Cornejo, en la entrevista con Jorge Fontevecchia.
Alfredo Cornejo, en la entrevista con Jorge Fontevecchia. | Pablo Cuarterolo

El gobernador saliente de Mendoza, el radical Alfredo Cornejo, fue entrevistado por Jorge Fontevecchia para el ciclo televisivo Periodismo Puro. El reportaje se emitirá este domingo por Net TV a las 23. 

En uno de los tramos de la entrevista, el mandatario provincial se refirió a la necesidad de calibrar las cuentas fiscales y señaló: "Si nadie se anima a decir que hay que ajustar en algún momento, si es mala palabra 'ajustar', y oficialismo y oposición no la usan nunca, nunca se van a poder poner de acuerdo en público, aunque se pongan de acuerdo en privado".

—¿Se alegraron de que la ganadora de las PASO haya sido Anabel Fernández Sagasti y no el candidato del peronismo tradicional, Alejandro Bermejo?

—No sé de dónde salió eso. Quizá de algún off. La realidad es que creemos que ella era menos competitiva. Pero Alejandro Bermejo tampoco estaba especialmente preparado para gobernar Mendoza.

—¿Hubiera sido menor la diferencia?

—Tiene un conjunto de ideas menos refractarias. Es algo que cabe para la Argentina y particularmente en Mendoza.

Video: tramo de la entrevista Fontevecchia a Cornejo

—¿Se asume como calentón y de mecha corta? Tuvo algunos episodios con periodistas en los que se enojó bastante.

—Sí, pero honesto intelectualmente. Trato de ser prudente. Y los enojos fueron exabruptos de los que me arrepiento un poco. Cuando afirmo que soy honesto intelectualmente, me refiero a que digo lo que pienso. Lo hice con el Presidente. Creo haber colaborado con muchos consejos en privado. A Macri le dije en privado muchas cosas que después ocurrieron. Si hay autocensura en el periodismo, algo similar ocurre con la dirigencia política cuando se está cerca del poder. Muchos tienen una prudencia malentendida.

—También la Justicia.

—La deliberación pública en la Argentina es muy mala. Si fuera mejor, no hubieran pasado muchas cosas en el país. Este es uno de los pocos países en el mundo en los que el concepto “ajuste económico” no se habla en público, algo muy común en otros lados. Mientras estudiaba en Chile, el ministro de Economía de Patricio Aylwin, Alejandro Foxley, y la oposición decían: “Hay que frenar el consumo porque está recalentando la economía”. Lo afirmaban la oposición y oficialismo. No me imagino en la Argentina una discusión de ese tipo en las élites. Quizá lo charlen en privado, probablemente, pero no se atreven a decirlo en público. El efecto es que nunca vamos a enderezar la economía si no se habla sobre esos temas necesarios. Es bueno hacer el ejercicio de comparar nuestra situación con la de otros países. ¿A cuáles les fue bien? La respuesta es que fueron exitosos algunos países autoritarios, unos pocos, y algunos países democráticos. Que les haya ido bien significa que sacaron gente de la pobreza, que creció su clase media. Si no se mejora la distribución del ingreso, se piensa que es un problema intrínseco del sistema capitalista. Pero hay muchos casos de éxito: incluso en sistemas autoritarios. Países como China tienen su lógica cultural...

—... y otra religión

—No solo otra religión. En el caso de las democracias, más allá de las diferentes culturales, lo que resultó exitoso es un altísimo consenso acerca del programa económico y de la política internacional: qué hacer y con quién relacionarse. Son consensos que no se tocan ni se discuten. La Argentina necesita ese debate: cuáles son los instrumentos eficaces para bajar la inflación, por ejemplo. Hay que buscar un pacto de la élite política, pero que tenga un consenso de la ciudadanía. Si nadie se anima a decir que hay que ajustar en algún momento, si es mala palabra “ajustar”, y oficialismo y oposición no la usan nunca, nunca se van a poder poner de acuerdo en público, aunque se pongan de acuerdo en privado. Eso en la Argentina, y no solo en cuestiones como el ajuste. También pasó con la política internacional. Ahí el peronismo no republicano fue también un factor distorsivo durante todo este tiempo. Cuando está fuera del poder fragotea, y cuando está en el poder hace cambios brutales como las privatizaciones de Carlos Menem o las estatizaciones del matrimonio Kirchner. Cuando se van, dejan al país bastante indefenso.

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—En los dos últimos años, Macri usó la palabra “ajuste” sin pudor mientras usted hizo críticas al aumento de tarifas.

—El punto clave que discutíamos es cómo hacer las cosas. Lo que planteamos nosotros es lo que se está haciendo ahora, y que será usufructuado por el próximo gobierno. La propuesta era, es: invertí y luego te compensamos gradualmente esa inversión. Producí más gas, sí, pero cobrame ese costo financiero posteriormente, de manera gradual, para amortiguar el golpe.

—Para eso se necesita seguridad jurídica.

—Seguridad jurídica y acuerdos, y acuerdos. Que la oposición se comprometa. Mientras el peronismo fragoteaba, yo colaboraba con opciones. Sin mayor producción de gas no se puede tener tarifas razonables. Nuestras colaboraciones no fueron antiajuste. El Gobierno se equivocó en hacerle pagar el ajuste a su base electoral.

—La clase media.

—Exactamente. Lo político precedió a lo económico, aunque el Gobierno no lo asuma. Si hay poder político se puede controlar el dólar. Cuando se liberó el cepo, la gente no se fue al dólar, aun con la cultura superdolarizada de la Argentina. Cuando se perdió el poder político, el dólar comenzó a escaparse.

—¿El error de Mauricio Macri estuvo más en lo político que en lo económico?

—Mauricio Macri tiene en economía ideas muy sensatas. Ideas que funcionan en cualquier país normal, que son compartidas por buena parte de los argentinos, entre los que me encuentro: que haya una tasa de interés normal, una inflación normal, baja. Llegar a eso es una cuestión política, porque la manera económica es sabida por todos. Los argentinos estamos tan atrasados que discutimos un tema tan viejo como la inflación.

—¿Por qué cometió ese error primigenio Macri?

—Macri es un hombre inteligente. Y ahora está comprendiendo que la política no es solo la partidocracia que tanto desprecia. Esas reuniones largas de los políticos son acciones públicas con el objetivo de alcanzar resultados colectivos. La acción pública requiere persuasión, acuerdos, convencer. Macri también quiere un cambio cultural: entiende que hay una minoría de los argentinos que vamos hacia ese país normal, esa que lo entiende. Probablemente tenga razón pero la otra facción también es una minoría, solo que más ruidosa. A las mayorías hay que conquistarlas, y volvemos al punto, eso sucede a través de la acción política: persuadiendo, explicando las cosas. Otra cosa que no entendió es que el populismo es un fenómeno cultural pero no natural de la Argentina. Fue una creación política durante sucesivos años, no sé si 60 o 70, como dice él. Fue una creación de buena parte de la dirigencia argentina, con particular responsabilidad del peronismo.

—Usted estudió Ciencia Política. Macri, en cambio, llega a la actividad luego de su participación en la empresa privada y de estudiar ingeniería. ¿Puede ser esa la causa de su confusión entre política y politiquería?

—Cada uno hizo su propia experiencia vital. Macri tiene casos de éxito político importante, como administrador de la Ciudad de Buenos Aires, como administrador de Boca. No es político, pero esos casos de éxito lo envalentonaron para el desafío de llegar a ser presidente. Esas experiencias fueron muy buenas, está preparado para ser presidente. Pero la complejidad de la Argentina requiere mucho poder político para la gobernanza económica. El salto al país le hace ruido en la cabeza. Va al mundo, ve cómo una parte de los líderes mundiales lo quieren ayudar y se siente defraudado en lo personal con lo que pasa. No ve lo que sucede como parte de un proceso. A mí tampoco me gustaría hacer una evaluación personal de Macri, también quisiera entenderlo como un proceso. Macri, en 2015, fue un antiestablishment: su voto podía asimilarse al de Donald Trump, pero también podía haber sido de izquierda. Podría asimilarse tanto a Trump como a Andrés Manuel López Obrador. Surge de una manera disruptiva.

—Porque llegaba desde afuera de la política.

—Era más como una canalización que un tema ideológico. No había que leer su irrupción ideológicamente. Tampoco podemos juzgarlo porque en la Argentina no hay una gran demanda de cambio. Apenas ganó por dos puntos y monedas. Ganó por muy poco.

—Y en un ballottage bastaba la mitad: un punto.

—También hay que ponerse en ese lugar, el de la poca demanda de cambio. Lo que ocurre es que Argentina requiere un cambio fuerte de su modelo de producción.

—¿Ese desprecio de la política tuvo como manifestación la profundización de la grieta? ¿Ese fue su principal error?

—Las antinomias simbólicas generan cierta violencia, No creo que sean buenas. Usar la grieta por demás fue una estrategia de marketing político. Muy por el contrario, hay que tratar de buscar acuerdos. También es cierto que hay que tener con quien llevar a cabo esos acuerdos. También ahí existe una dificultad. Hay que ponerse en el lugar de Macri en ese punto. Del otro lado hay una facción minoritaria pero muy ruidosa, que es la del kirchnerismo residual, que niega hasta la ley de gravedad. Un caso paradigmático es el de Santiago Maldonado: más de cincuenta peritajes dijeron que ese pobre chico se había ahogado. Sin embargo, esa facción ruidosa seguía diciendo que la Gendarmería tenía la responsabilidad, que la Gendarmería lo había desaparecido. Es difícil lograr consensos cuando hay una facción así. En los países serios, esas facciones son aisladas por la política. Pero la Argentina los revaloriza. Al principio se podría haber hecho con los gobernadores peronistas un gobierno de coalición más fuerte y desde allí haber efectuado todas las reformas necesarias. Con esas expectativas más la salida del cepo exitosa, se podría haber generado un cambio. A pesar del triunfo legislativo, en 2017 ya las chances eran un poquitín más acotadas, y ni hablar en 2018, cuando los mercados internacionales dejaron de prestarnos dinero. Ahí se cayó todo.

—¿La grieta podría ser una síntesis de esa concepción errada de la política?

—A la grieta hay que mirarla desde el punto de vista del marketing. En la Argentina hay una grieta mucho más real: entre los que trabajan, producen, y los que viven del Estado, una grieta que existe desde hace muchos años en la Argentina, y que no es peronistas y antiperonistas, sino mucho más profunda. Es de modelo productivo.

—¿El error profundo estaría en pensar que el marketing político es una estrategia? ¿Tanta obsesión con el kirchnerismo también mantuvo a Cristina Kirchner con un protagonismo que terminó favoreciéndola?

—Es muy probable. Es una suma de la mala deliberación pública, con muchos actores demagogos en el sistema. Así se valora a esa figura que atrasa. Objetivamente, Cristina no tiene ninguna idea para aportar al futuro de la Argentina. Basta con ver su libro. La escucho y es el pasado. El pasado más nefasto.

—¿Fue un error político convertir en protagonista a esa “minoría bulliciosa”?

—El error más grave estuvo en lo que no se hizo con anterioridad, en vez de revalorizar su figura. El punto central es que si hubiésemos logrado mayores consensos al principio con los gobernadores habría sido otra cosa. Nadie hablaría hoy de Cristina. Tampoco colaboró la Justicia en casos flagrantes de corrupción. La Justicia no funciona bien, no tiene agilidad.

Leé el reportaje completo de Jorge Fontevecchia a Alfredo Cornejo haciendo click acá