No es habitual que un editor explique por qué decide no publicar un tema que para otros medios puede ser relevante o de tapa, como solemos decir. Es verdad que tampoco argumentamos cuando publicamos lo que publicamos. Quizás por eso algunos puedan decir que esta columna no sea periodísticamente correcta.
Hace una semanas –cuando todavía no se había iniciado el juicio– surgió la posibilidad de realizarle una entrevista a Fernando Farré, el ejecutivo que asesinó a su esposa de 66 puñaladas en su casa de un exclusivo country de Pilar.
La propuesta llegó en el habitual debate semanal de sumario, y en una mesa con mayoría femenina: el veredicto periodístico fue igual de unánime que el del jurado popular que condenó a Farré a pasar el resto de sus días en la cárcel. Se votó por la negativa y casi que no hubo tiempo ni ánimo para la discusión.
No se ignoró el tema. En efecto, se eligió otra cosa. Se buscó –aunque sin éxito– entrevistar a Sandra Schaefer, hermana de la víctima y tutora de los tres hijos del matrimonio antes de que comenzara el juicio. Con el caso juzgado, priorizamos la pericia psiquiátrica al imputado que cerró el debate sobre su inimputabilidad; un informe que lo definía como una persona fría, egocéntrica y calculadora, y que frente al peor de los crímenes que se puede cometer “exhibió indiferencia” y no mostró señales de “angustia ni arrepentimiento”.
Esta semana Farré recibió a Clarín, La Nación, Infobae y la revista Gente, entre otros medios. Se volvió a sentir importante como cuando trabajaba para las grandes corporaciones. ¿Era relevante escuchar su versión y dejar que argumente su posición cuando él eligió encerrar a su esposa en el vestidor de su casa y clavarle 66 puñaladas hasta matarla?
Insisto, quizás esta columna no sea periodísticamente correcta. Elegimos otro enfoque. Buscamos a especialistas que ayudaran a explicar su personalidad criminal. Y también decidimos contar por qué decidimos no hacerle la entrevista.
