POLICIA
la vida en la carcel

“Nos escupían en los traslados porque creían que lo merecíamos”

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La propiedad que habitaban Estefanía Heit y Jesús Olivera en Coronel Suárez es conocida en la ciudad como “la casa del horror”.   
En los más de cien días que llevan detenidos acusados de secuestrar y abusar de Sonia Molina el lugar casi no se abrió, aunque ellos denuncian que todas sus pertenencias fueron “robadas”.

“Nos robaron nuestra ropa; ropa interior, nuestros muebles, los papeles que tenía en mi casa de una investigación que estaba haciendo contra el intendente (Ricardo Moccero), me robaron dinero que había dentro de nuestra casa. Que nosotros seamos los monstruos ameritó que se hagan infinidad de cosas desde que la policía nos golpeara, nos escupiera en los traslados porque consideraban que nos lo merecíamos sin importar si había pruebas o no. Moccero salió a decir que había videos que nos comprometían (N. de la R.: se hablaba de videos filmados por Heit donde se maltrataba a Molina y hasta había escenas de abuso sexual) y no hay ninguno en la causa”, dice Heit a PERFIL.

Sobre esta acusación Olivera agrega: “Estuvimos un año y medio sin poder ingresar a nuestra casa para recuperar nuestras cosas, nuestra ropa. Llegamos acá y los internos nos prestaban ropa porque no teníamos nada nuestro, porque la fiscal no habilitaba poder retirarlo. Y cuando finalmente lo habilita, ya no teníamos nada”.

Los vecinos llamaron tres veces a la policía porque escucharon ruidos en el interior de la casa. Y hasta aseguran que vieron una camioneta de culata cargando muebles, según les contaron a ellos. “Ninguna puerta ni ventana está violentada y nuestras cosas no están más. Es decir que ingresaron sin romper y la que tiene la llave es la policía”. Sonia Molina declaró que en esa casa la tuvieron prisionera durante tres meses y que la habían llevado engañada con promesas de ayudarla a progresar en su vida. Quería estudiar para contadora y supuestamente la pareja le había prometido ayudarla. La mujer explicó que el trato agradable cambió cuando ya no podía llevar dinero a la casa de la calle Grand Bourg y en ese momento comenzó su tormento: la violaron, golpearon, no la alimentaban, la hacían tomar su propia orina y comer alimento balanceado. La pareja asegura que nada de lo declarado por Sonia sucedió, y ahora es la Justicia la que tiene que determinar quién tiene razón. El 12 de mayo comenzará un juicio que promete ser histórico.