POLICIA
Triple crimen

Quién es "seis dedos", el acusado por la masacre de San Miguel

Tiene 19 años. Fue detenido por la Policía como principal sospechoso del asesinato de un matrimonio y su hijo de 36 años.

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Triple crimen en San Miguel | cedoc

"Seis dedos" es su apodo. Así lo conocen en el barrio de la masacre. Cuando lo detuvieron como sospechoso del triple crimen de San Miguel reconoció su autoría ante los policías que lo esposaron pero no dijo más nada. No hacía falta: su remera y hasta las zapatillas estaban manchadas con la sangre de sus víctimas.  

Alejandro Amarillo, de 19 años, fue imputado por el fiscal de instrucción Gustavo Carracedo. Su declaración será clave para establecer por qué esta madrugada atacó con un cuchillo a sus vecinos Pablo Javier Danti (36), Rubén Ismael Danti (62) y Marta Inés Gómez (64). Al mismo tiempo, será sometido a una serie de estudios psicológicos y psiquiátricos para determinar si comprendía la criminalidad de sus actos.

Según lo que pudieron reconstruir los investigadores, Amarillo y Pablo Danti se conocían del barrio pero no eran íntimos amigos. La noche del martes se juntaron a tomar algo en la casa de la calle Las Tres Marías 369, casi esquina Azcuénaga, de San Miguel. "No bebieron en exceso", aclaró a PERFIL un jefe policial que estuvo en la escena del crimen.

Lo cierto es que algo pasó entre ellos aunque todavía no se sabe qué. Los vecinos sólo escucharon el desesperado pedido de auxilio de Marta, que salió a la calle a pedir auxilio pero fue asesinada al igual que su hijo y su marido.

De acuerdo a las fuentes consultadas, el acusado no tiene antecedentes. Sin embargo, algunos conocidos del barrio recuerdan un episodio ocurrido a principios de año: "En el verano lo andaban buscando en un auto cinco personas para darlo vuelta porque había dejado en terapia a un pibe".

"Seis dedos" no estudia ni trabaja. Vivía con su familia a pocas cuadras de la casa de las víctimas. Cuando lo detuvieron estaba en la casa de una amiga con su ropa toda ensangrentada.  Ni siquiera se había tomado el trabajo de cambiarse para despistar.