POLITICA
el ex funcionario, despues de los bolsos

A un año del convento, López hace bolsitas de papel, canta y escribe

El ex secretario de Obras Públicas asiste a un taller laboral en el penal de Ezeiza. Quiere estudiar Derecho y mantiene contacto con su familia.

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Hoy. El ex número dos de Julio De Vido se distrae con la elaboración de bolsas reciclables. Está desmejorado, sufre de colon irritable y tuvo asistencia psicológica. | GZA. LA NACION

De los bolsos con plata a las bolsitas de papel. José López está por cumplir un año tras las rejas. El hombre que se hizo famoso por arrojar casi 9 millones de dólares a un convento en la madrugada del 14 de junio de 2016 se convirtió en un emblema de la corrupción kirchnerista. Hoy, luce muy descuidado y pasa sus días en el penal de Ezeiza en un taller carcelario, donde se dedica a fabricar bolsas de papel reciclables, como una nueva salida laboral. Tomó cursos de narrativa y practica canto. También se interesó en estudiar Derecho y habla seguido con el capellán.

Mientras tanto, el hombre fuerte de la obra pública durante el kirchnerismo guarda el secreto de la ruta del dinero. “No es mío, vino de la política”, disparó en una indagatoria, pero no dijo más. Dejó la revelación en puntos suspensivos: “Cuando tenga la fortaleza física, psicológica y espiritual necesaria, voy a dar todos los detalles con relación a ese dinero”. Por ahora, el momento no llegó.

No es fácil ir a prisión siendo la tapa de los diarios. López estaba alterado cuando arribó al complejo de Ezeiza. Hacía días que se sentía vigilado y perseguido. El mismo admitió que no estaba “en su sano juicio”  aquella madrugada en que sacó el dinero que guardaba en la casa de Dique Luján. “Yo también, como ustedes, quiero entender y comprender lo que pasó el día de mi detención”, dijo en otra indagatoria.

Encierro. En prisión, perdió peso (18 kilos le dijo al juez Daniel Rafecas, aunque los registros indican que fueron menos de diez) y soportó los embates que sufre por una gastritis crónica y colon irritable. Se fue adaptando al ritmo carcelario. Camina dentro del pabellón y sale al campo de deportes. Habla con el capellán de prisión. Se interesó por iniciar la carrera de Derecho y lee la causa. Pero también se dedicó a la literatura porque comenzó a tomar cursos de narrativa. No abandono la música: hoy practica canto en prisión, como cuando animaba reuniones con su guitarra antes de caer preso. Lo que no “canta” es de dónde era el dinero que lo dejó tras las rejas.

Aquel 14 de junio del año pasado ronda en su cabeza en el encierro. Con asistencia psicológica, pidió el traslado a un pabellón común. El 19 de agosto de 2016 llegó a la celda 11 del pabellón C, módulo 6, de Ezeiza. Fue el propio López el que escribió de puño y letra: “No necesito resguardo físico y me encuentro conforme con el alojamiento asignado. No tengo problemas con la población ni con el personal”.

No era fácil, sin embargo, vivir con él mismo. Indicios de culpa y arrepentimiento aparecían permanentemente, sobre todo por la situación en la que había dejado a su familia y a las monjas del convento, según pudo saber PERFIL

Por eso, para el ex funcionario es clave el diálogo con sus abogados y el contacto con su mujer y sus hijas. Incluso, para Navidad sufrió una crisis cuando supo que no iban a poder ir a visitarlo. “Tiene los altibajos lógicos de una persona con la enfermedad del poder. No el de la impunidad. Estuvo 25 años ligado al poder, trabajando 20 horas y recibiendo 500 llamados al día. Desde el 10 de diciembre de 2015 no le sonó más el teléfono”, dijo a PERFIL un allegado del ex secretario de Obras Públicas.