El
ministro del Interior se encargó hoy de
aleccionar a periodistas, políticos, opinólogos y al público en general,
exhortando a que
“no se califique ni se adjetive” la ausencia de
Julio López, el testigo clave del caso
Etchecolatz del que no se tienen noticias desde hace 10 días. En realidad, lo que
Aníbal Fernández estaba recomendando es que la palabra
"desaparición” no sea usada, como si el vocablo tuviera más peso que la
misma
acción de esfumarse.
Sin embargo, la
“recomendación” del Ministro no responde, de ninguna manera, a una
manía por la corrección semántica. Fernández puede reclamar prudencia (si es que
le conviene) y en dos minutos,
lanzar la frase más inconveniente.
"Nosotros
trabajamos todas las hipótesis que están flotando
, desde que López esté en la casa de su tía hasta la peor de las circusntancias.
", aseguro el ministro, en declaraciones radiales.
En realidad, minutos después aclaró que esa frase no denota "anomia ni desidia" y que "el objetivo no es tener razón, sino encontrar la verdad".
"Lo que hay que hacer es ponerle toda la polenta que pueda tener el gobierno, aprovechando la voluntad de la sociedad civil que tiene una importancia superlativa", aseguró el Ministro.
"Busquemos entre todos dar una manito a ver si lo podemos encontrar, y ojalá en las mejores
condiciones", deseó Fernández.
El problema de los miembros del Gobierno con la palabra
“desaparecido” no es nueva. Ayer, tras anunciar que el albañil
Julio López es el
primer “desaparecido en democracia”, el gobernador bonaerense
Felipe Solá recibió un llamado del presidente
Néstor Kirchner, para recordarle que esa palabra está asociada al
terrorismo de Estado.