POLITICA
perfil alto

Bullrich suma protagonismo y se consolida como vocera

Rechaza críticas y endurece su defensa a las fuerzas. La relación con Carrió, en un difícil momento. Pocas chances de candidatura.

201812081366_politica_07090337
Otros tiempos. Cuando eran socias en la Coalición Cívica. | Cedoc Perfil

Desde que Patricia Bullrich abandonó la Coalición Cívica, en 2011, nunca suspendió el diálogo con Elisa Carrió. Al contrario, la ministra y la diputada mantuvieron (y todavía lo hacen) una relación amable. “No es algo personal”, le aclaró una diputada lilista a un funcionario que responde a Bullrich. Se refería a los cuestionamientos de Carrió hacia el protocolo que flexibiliza el uso de armas de fuego por parte de las fuerzas federales.

“Viola los derechos humanos fundamentales”, opinó Lilita, quien a su vez propuso tratar el reglamento en el Congreso. Después puso la lupa directamente sobre su ex compañera de espacio: “A la ministra se le fue la mano”.

Bullrich se defendió de las críticas, exhibiendo el capital que la llevó y la sostuvo durante tres años en el Ministerio de Seguridad: el apoyo directo de Mauricio Macri. A los 62 años, no está muy dispuesta cambiar su estilo de conducción. Tiene un perfil tan alto como el de sus ambiciones políticas. Defiende a las fuerzas de seguridad de forma blindada, siempre al borde del mensaje corporativo.

Esto no le gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Patricia Bullrich se fortalece en la mirada de Macri, pero suma críticas propias y ajenas

Lo hizo con Gendarmería tras el tiroteo a una murga juvenil en una villa porteña; en el momento más tenso de la desaparición de Santiago Maldonado; lo repitió con Prefectura después del asesinato del mapuche Rafael Nahuel; y con el policía comunal de Avellaneda Luis Chocobar tras matar a un ladrón en La Boca. A esta altura, Bullrich sabe perfectamente que nunca seducirá a los votantes progresistas.

Es pragmática. “Si quieren que sea vicepresidenta, bien. Si no, sigo con lo mío sin problema. Pero me van a elegir únicamente si sumo para ganar la elección”, contó días atrás, en una reunión con su tropa. Bullrich no pertenece al club de los macristas de la primera hora.

En Casa Rosada prácticamente descartan que vaya a ser la compañera de fórmula de Macri en 2019. La vice Gabriela Michetti y la ministra de Salud y Desarrollo Social, Carolina Stanley, tienen más chances de ocupar ese lugar.

Un juez porteño declaró inconstitucional la resolución de Patricia Bullrich

Cerca de Macri, sin embargo, le reservan un papel electoral importante: una suerte de vocería proselitista sobre seguridad. Esperan que el clima de la campaña los ayude, al no centrarse en el debate sobre el rumbo y los resultados económicos del ciclo cambiemista.

En adelante, el oficialismo pretende un discurso interno más alineado sobre la reivindicación del orden callejero. Macri llegó a reprochar en público una supuesta tolerancia de Horacio Rodríguez Larreta hacia los cortes y piquetes. La renuncia del ministro de Seguridad porteño, Martín Ocampo, reemplazado por Diego Santilli, podría favorecer ese corrimiento hacia una política más intransigente (ver página 6). Bullrich y el radical Ocampo arrastraban un vínculo zigzagueante. El operativo policial fallido en el River-Boca evidenció esa tensión.

El jueves pasado, el alcalde Rodríguez Larreta, Santilli y Bullrich encabezaron el acto de egreso de 1.800 cadetes de la policía porteña y de 200 bomberos. También estuvo el ministro bonaerense Cristian Ritondo. Fue un gesto de unidad amarilla.

“Todo reglamento que contribuya a mejorar la seguridad de los vecinos sirve”, concedió Santilli, respecto del nuevo protocolo de las fuerzas federales.

El miércoles próximo, el gobierno de Rodríguez Larreta dará otro paso de acercamiento hacia el estilo Bullrich (y el de Macri, por añadidura). Con la ayuda de la mayoría automática oficialista, la Legislatura reformará el Código de Contravenciones de la Ciudad. Entre varios cambios, cumplirá un viejo sueño del macrismo: prohibir la actividad de los trapitos y limpiavidrios.