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Cristina, entre deserciones y el laberinto del campo

El delicado momento político de la Presidenta a ocho meses de las elecciones que marcarán el futuro de sus últimos dos años de gestión.

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Cristina Fernández de Kirchner enfrenta un momento político delicado: no encuentra solución al conflicto con el campo y observa impotente las deserciones que se producen en las filas oficialistas del Congreso, a ocho meses de las elecciones que marcarán el futuro de sus últimos dos años de gestión.

Ambos casos son una muestra clara de la falta de ideas para resolver los problemas que se le presentan al Gobierno y del ocaso de un modo de conducción que se sustenta en la fuerza, más que en la convicción.

La salida de Carlos Reutemann, Roxana Latorre, Juan Carlos Romero y Sonia Escudero dejan al borde del abismo a la mayoría con la que cuenta el kirchnerismo en el Senado. El titular del bloque, Miguel Angel Pichetto, no se encuentra en situación de garantizar al Poder Ejecutivo un freno a la sangría y sólo puede salir a desmentir nuevas deserciones, entre ellas la de su comprovinciana María José Bongiorno.

Aunque no lo hizo público, la decisión de Reutemann se sustenta en la convicción de que subido al barco K sus chances en octubre son escasas. El kirchnerismo es un lastre que pocos políticos, hoy, están dispuestos a arrastrar.

Romero fue más claro. Argumentó no compartir "la visión estalinista de la Casa Rosada", la "falta de diálogo e intolerancia" y anunció un encuentro con Reutemann para formar un bloque interprovincial. El caso del salteño es una muestra de lo antinatural que pueden llegar a ser las alianzas K y de cómo lo que se dice desde los atriles no se condice con la realidad. Romero fue compañero de fórmula de Carlos Menem en 2003 y eso no fue impedimento para ser bien recibido en el bloque oficialista.

El modelo electoral utilizado por los Kirchner tuvo buenos resultados hasta ahora, pero deberá ser revisado para enfrentar los próximos comicios. El proyecto de la transversalidad y la Concertación Plural, la utilización de figuras de peso cuyos triunfos locales eran contados como propios y los enroques distritales de figuras de primer nivel, como el paso de Cristina de Santa Cruz a Buenos Aires, dieron resultados en los comicios del 2005 y 2007.

Pero ya quedó patente que la transversalidad y la Concertación sólo fueron buenas intenciones. En el último caso, la deserción de Julio Cobos es una muestra más que elocuente del fracaso y la venganza contra el vicepresidente adquiere ya ribetes cómicos, como el negarle granaderos para un acto en Corrientes.

La formación de un polo peronista disidente macrista en el eje Capital Provincia de Buenos Aires, con Felipe Solá en sus filas -otro que dejó al oficialismo- es también foco de preocupación oficial. Las reacciones desde el oficialismo, encarnadas por el ex presidente Néstor Kirchner, así lo evidencian. Kirchner conduce hoy al Consejo Nacional del Justicialismo, aunque no encabece reuniones partidarias y no permita el debate interno.

En ese estilo personalista, quizás, haya que hurgar las causas de las actuales deserciones y de la bronca contenida de muchos gobernadores, intendentes y legisladores que sólo son llamados para comunicarles decisiones en las que no tienen participación y cuyas consecuencias deben afrontar en soledad.

CONFLICTO CON EL CAMPO La resolución del conflicto con el campo es de vital importancia para el Gobierno, aunque aún no encuentre la forma de ponerle fin. La negativa de la administración de Cristina a tocar las retenciones se sustenta en una cuestión "de principios" pero también de necesidad: las cuentas fiscales del 2009 pasarían directamente a rojo sin ese impuesto y eso sería trágico en un año electoral.

Por eso el énfasis puesto por la Presidenta en la necesidad de sostener el superávit fiscal. "Sería fantástico decir nadie paga más impuestos". "Hay sectores pequeños, poderosos, que saben que renunciar a privilegios, o a una partecita de privilegios se expresa en términos económicos". "Mientras algunos discuten la renta, millones discuten el agua potable". "Todos tiene derecho a discutir renta y ganancias, pero es bueno mirar al costado y atrás para entender que todos los argentinos merecen igualdad de oportunidades". Estas fueron algunas de las alusiones que en pocos días lanzó Cristina.

Pero los últimos hechos no auguran un desenlace a corto plazo. Se volvieron a repetir las escenas del año pasado, con medidas de fuerza, convocatorias a diálogos demoradas, acusaciones cruzadas.

Incluso, el gobierno cometió un grave error en su afán de "quebrar" a la Mesa de Enlace al revelar la existencia de conversaciones secretas entre el ministro Julio de Vido y el titular de la Sociedad Rural Hugo Biolcati. Con esa sola jugada dejó mal parado al ministro y provocó una reacción contraria a la buscada entre la dirigencia del campo.

Según Mario Llambías, de la CRA, un emisario de Néstor Kirchner le propuso un encuentro "reservado" con el ex presidente... íJusto después de conocido el caso Biolcati! ¿Se pueden cometer tantos errores? Ante esto, la Mesa de Enlace respondió con un mensaje de unidad. El llamado tardío al diálogo formulado por el gobierno, sólo a nivel ministerial, fue respondido con el lanzamiento de un paro de comercialización por cuatro días y un acto en Córdoba.

A diferencia del año pasado, en este caso el gobierno no bajó la convocatoria como consecuencia de la medida de fuerza y de los fuertes discursos que se pronunciaron en Leones.
Este gesto, por sí solo, alcanza para entender la urgencia que existe en la Casa Rosada para resolver el conflicto.

Saben que el campo no tiene el mismo margen para realizar paros y cortes, pero no quieren que la sociedad vea y escuche, en plena campaña electoral, a los dirigentes del campo hablando de las "inaceptables condiciones de desigualdad", de la existencia de "13 millones de pobres" y de los amigos del poder que se benefician del Estado.

(*) Agencia DYN