POLITICA
La muerte de Gorriarn Merlo

El día que mataron a Somoza

Por Marcelo Larraquy - Periodista e historiador. Autor de Fuimos Soldados. Historia secreta de la contraofensiva montonera

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Para Gorriarán Merlo, en la década del setenta, el imaginario de la lucha revolucionaria formaba parte de todo el territorio latinoamericano. Después de que Roberto Santucho fuera muerto por el Ejército en 1976, y el ERP fuera aniquilado pocos meses más tarde, Gorriarán Merlo, como muchos líderes guerrilleros, formó parte de la revolución sandinista. No sólo en la toma del palacio presidencial en julio de 1979, sino también para eliminar cualquier foco de conspiración que atentara contra el gobierno revolucionario.

Pocas horas antes de la toma de Managua y después de un breve paso por Estados Unidos, Somoza se asiló en Paraguay, con la protección del general Stroessner. Un grupo de guerrilleros argentinos, liderado por Gorriarán Merlo, se ofreció para eliminarlo.

Simulando diferentes nacionalidades e identidades supuestas, el grupo fue llegando a Asunción a partir de febrero de 1980. Una de las primeras tareas fue conocer su domicilio. Habían obtenido uno, pero estaba desactualizado. A esas alturas, la búsqueda ya llevaba varios meses. Harta de merodear sin resultados positivos, una mujer, miembro del grupo, decidió ir a una comisaría y preguntó: “¿dónde queda la peluquería, que está a una cuadra de la casa de Somoza?”. La peluquería existía, y estaba a tres cuadras de la casa de Somoza, sobre avenida España.

El grupo empezó a realizar un plan de observación en distintos turnos; algunos caminando, otros en un auto alquilado. Intentaban cruzarse con Somoza. Pero no lo veían. A cinco meses de haber llegado a Paraguay, todavía no lo habían visto nunca. En julio, un miembro del grupo lo encontró, de casualidad, en el centro de Asunción. Detectó su auto: un Mercedes Benz, y también otro auto más, que integraba la custodia cedida por Stroessner.

El grupo intentó establecer la rutina de movimientos de Somoza, pero para un hombre ya retirado del poder, sus salidas eran imprevisibles. Entonces decidieron observarlo desde un punto fijo. Un miembro del grupo se ofreció como socio en un kiosco, que estaba a menos de dos cuadras de la casa de Somoza. Le ofreció al dueño poner un puesto de ventas de revistas en la vereda. Esto le permitió observar los movimientos de la casa, y no sólo eso: también empezó a venderles revistas para adultos a los custodios de Somoza, que jugaban al bowling en el local de al lado.

Para completar la logística de la operación, en agosto de 1980, una pareja alquiló una casa sobre avenida España. Argumentaron ser los representantes artísticos argentinos de Julio Iglesias, quien tenía pasión por Paraguay, e iba a pasar una temporada; ellos se ocuparían de refaccionarla para dejársela a gusto. Este argumento les permitió justificar las entradas y salidas del grupo dentro de la casa. La comunicación comenzó a desarrollarse entre el kiosco y la casa alquilada, a través de un walkie takie, que informaba cada vez que veía pasar el Mercedes Benz de Somoza.

El grupo liderado por Gorriarán comenzó a comprar armamento: pistolas, fusiles m16 y cohetes RPG2. Pero una vez que la logística ya estaba armada, Somoza desapareció. Fue casi un mes de incertidumbre en el que pensaron desactivar la operación, e incluso llegaron a irse de la casa alquilada. Hasta que el supuesto vendedor de revistas, volvió a ver el Mercedes. Entonces decidieron realizar el atentado apenas lo vieran. Una mañana que el Mercedes de Somoza pasó frente al kiosco, el walkie takie dio la señal de ataque. Del garage de la casa alquilada salió una camioneta que, detuvo el paso del Mercedes, y le lanzaron un cohete RPG2. Pero el cohete falló, y mientras fueron a buscar otro adentro de la casa, se generó un combate con la custodia, pero el nuevo RPG2, el último que les quedaba, una vez lanzado, destruyó el auto de Somoza y terminó por definir la operación. Somoza fue herido de muerte. La salida del grupo fue muy dificultosa por el cierre de fronteras, y “Santiago”, Hugo Alfredo Irurzun, fue ultimado en una casa en la retirada. Gorriarán Merlo demoró casi dos semanas en salir. Simuló ser un ciudadano venezolano.