La presidenta Cristina Fernández de Kirchner no echó de su cargo a Juan Carlos Fábrega, el hasta ayer presidente del Banco Central. Pero, con tres duras definiciones en su discurso de ayer no hizo falta: La mandataria lo acusó de filtrarle información a los bancos, de complicidad con las cuevas, y de manejar con ineficiencia el mercado paralelo. El funcionario entendió el mensaje y esta tarde presentó su renuncia.
Anoche, la jefa de Estado recordó que el Banco Central rebajó entre un 30 y un 20% el porcentaje de activos en moneda extranjera que pueden tener las entidades financieras y lanzó: "Parece que se filtró la información, porque hubo bancos con información privilegiada que cuando todos compraban dólares, ellos vendían, como si supieran que después se iban a tener que desprender".
Sólo el BCRA, que se ocupa de la regulación de las divisas, pudo haber filtrado el dato. De esa forma, según expresó Cristina, los bancos Patagonia, Supervielle, Macro, Mariva e Itaú "tendrán que explicar por qué ese cambio de posición", dijo.
Pero además de lanzarle acusaciones, la jefa de Estado advirtió que le quitará facultades a su entidad para dárselas al hombre con el que Fábrega mantiene una fuerte interna: Axel Kicillof. "También voy a instruir al Ministerio de Economía para que se haga una denuncia acerca de cotizaciones paralelas del dólar y la modificación de la posición general de monedas extranjeras de los bancos", sostuvo. Esa función, hasta ahora, la cumple el Banco Central.
Otro momento tenso que vivió el banquero anoche fue el apoyo de la Presidenta a la iniciativa de la Procuraduría de Criminalidad Económica y Lavado de Activos (Procelac), de impulsar una reforma al Régimen Penal Cambiario que le saque al presidente del BCRA el rol de controlar al mercado paralelo. Eso significaría una facultad menos para su entidad. Demasiado y todo junto para un funcionario que ya estaba incómodo dentro del Gabinete.
