Con sigilo, tal como estaba planeado, el Ejército Argentino desplegó sus defensas antiaéreas en descampados del conurbano bonaerense para formar un paraguas de defensa en torno a la Ciudad de Buenos Aires y blindar los cielos de la Cumbre de Líderes. Al término de la misma, se replegaron con idéntica reserva, siguiendo lo dispuesto en el protocolo de acción.
Si bien la Armada y la Fuerza Aérea tuvieron una participación mucho más visible en el esquema de seguridad planeado por el Gobierno para controlar el espacio aéreo ante cualquier posible amenaza, en el caso del Ejército su involucramiento fue mucho más reservado por las propias limitaciones que reglan su accionar dentro de las fronteras.
En todo momento, la entrada en acción de las fuerzas del Ejército se concibió como una respuesta extrema ante una situación extraordinaria que desbordara la capacidad de contención de las fuerzas federales y con el objetivo primario de brindarles apoyo logístico. Así figuró en el Plan de Seguridad de la cumbre del que el Ministerio de Defensa, Oscar Aguad, formó parte, supeditado a la cartera de Seguridad de la Nación, que dirige Patricia Bullrich.
Protocolo. Poco más de diez días antes del inicio del foro internacional, el presidente Mauricio Macri decretó el protocolo para el derribo de aviones no autorizados. A través del decreto 1054/2018, el mandatario estableció las reglas bajo las cuales debían intervenir las Fuerzas Armadas ante la posibilidad de que cualquier aeronave cruzara los anillos de seguridad aéreos, cuya tercera órbita arañaba el espacio uruguayo, y se adentrara en la zona de exclusión.
La norma reservaba la decisión de ejecutarse en la autoridad del ministro de Defensa. En forma previa, fijaba una serie de pasos antes del disparo mortal, como ser los intentos de contacto y el uso disuasivo de las armas. Según el protocolo, cualquier aeronave que presentara acciones “hostiles o beligerantes”, como volar por debajo del mínimo de altitud, en forma errática o sin atender a las órdenes de desviar su rumbo hacia algún punto sensible del operativo, sería considerada una amenaza sujeta a ser neutralizada por la Fuerza Aérea o el Ejército.
Para fortalecer el monitoreo de los cielos, el Instituto de Investigaciones Aplicadas (Invap) aportó su tecnología en la modernización y actualización tecnológica de dos radares y la planificación y montaje de un tercer dispositivo móvil en tiempo récord, que también fue localizado en algún punto secreto de la provincia de Buenos Aires, “un poco más lejos del Conurbano”, indicó una fuente a este medio. Operados por la Fuerza Aérea, cada uno de los dispositivos, con un radio de cobertura de 320 kilómetros, permitió desplegar un escudo invisible sobre toda la Ciudad de Buenos Aires y sus alrededores. El operativo general contó con el despliegue de 22 mil hombres y mujeres de seis fuerzas de seguridad y de la Fuerza Aérea.
“Tenemos alguna tecnología, pero tampoco tanta. Nos encantaría tener todo lo que se dice”, bromeó ayer la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, cabeza del operativo.
Además de acuerdos comerciales y un documento de compromiso, el G20 le dejó a la Argentina una serie de elementos que modernizarán el accionar de sus fuerzas federales. La donaciones de países como China, de unas treinta motos “inteligentes”, tres camiones escáneres y cuatro vehículos blindados por valor de US$ 18 millones, permanecerán en manos de las fuerzas que los operaron durante el G20. Países como Estados Unidos, Francia, Brasil e Israel capacitaron a las fuerzas locales en estrategias antiterroristas y guerra cibernética. También el Invap pudo mostrar sus desarrollos tecnológicos ante varios de los ministros extranjeros que visitaron sus instalaciones y dejaron interés en avanzar en compras y proyectos en conjunto. India y Brasil, entre ellos.
