La Paz.- El referendo revocatorio del presidente Evo Morales, su vice y ocho prefectos este domingo
en Bolivia es el resultado de una fuerte pugna que no ha logrado resolverse mediante el diálogo
entre el oficialismo, que impulsa una visión de país estatista e indigenista, y la oposición que
resiste ese enfoque.
"El referéndum es para que el pueblo boliviano con su voto defina la política económica" de
Bolivia, afirmó este jueves el presidente Morales, quien cumple dos años y medio de
gestión y nacionalizó las riquezas hidrocarburíferas que eran administradas por firmas de Brasil,
España, Holanda y Gran Bretaña, principalmente.
Morales -el primer indígena que gobierna Bolivia, en sus 183 años de historia- llamó en
varias oportunidades a sus adherentes a "revolcar" a los prefectos opositores, principalmente de
Santa Cruz, Beni, Pando, Tarija, La Paz y Cochabamba, a quienes acusa de defender los intereses de
las petroleras transnacionales.
En el discurso del gobernante aymara ha predominado la constante denuncia de que grupos
políticos y empresariales de derecha -que según él se beneficiaron de los 20 últimos años
de neoliberalismo- planean "cómo tumbar al indio", como él mismo se llama por su origen étnico, e
incluso ha señalado a Estados Unidos como parte de ese supuesto complot.
"Pueden tumbar al indio, pero jamás van a poder tumbar este proceso de cambio que es
irreversible", ha sido el reiterativo mensaje que el gobernante ha utilizado en casi todos sus
discursos públicos de los últimos días, principalmente cuando está frente a grupos indígenas, la
columna vertebral de su régimen, a quienes ha prometido tierras improductivas en manos de ricos
latifundistas.
En su recorrido por todo el país, el jefe de Estado ha asegurado que el referendo servirá
para dirimir en las urnas entre su proyecto de gobierno y el de la oposición, que lo rechaza y, en
cambio, apuntala la formación de gobiernos autónomos de tinte liberal. Sin embargo, las encuestas
privadas aseguran que no sólo el gobernante quedaría ratificado, sino al menos tres de las
autoridades rebeldes, entre ellas las de Santa Cruz, Beni y Tarija. Son estas regiones, junto a la
de Pando, las que han impulsado la formación de gobiernos autónomos, aprobados por amplia mayoría
en referendos entre mayo y junio, que también son resistidos por el gobernante indígena, que
considera esos modelos de gestión pública como secesionistas.
Rubén Costas, prefecto de la rica región de Santa Cruz y cabeza de los movimientos
autonomistas, deploró el estilo y la visión de gobernar que aplica Morales, firme aliado del
presidente de Venezuela, Hugo Chávez, y del líder cubano, Fidel Castro, a quien suele llamar
"abuelo sabio".
"Nuestra patria no debe ser manejada como un sindicato cocalero", dijo el miércoles Costas,
en alusión a Morales, líder de los aguerridos cosechadores de la planta en Bolivia, y
acotó que Bolivia tampoco "quiere la intromisión de gobiernos extranjeros", refiriéndose al
gobernante venezolano. Como reflejo de la pugna política, Costas, quien llamó el año pasado a
Chávez como "macaco mayor", convocó a los bolivianos a acudir el domingo a las urnas, para no
repetir la "mala experiencia" del pueblo venezolano que al no participar de pasados plebiscitos
permitió que el líder bolivariano "tome el poder absoluto".
A excepción del gobierno que sí cree en la consulta, hay poco optimismo en Bolivia de que las
urnas permitirán zanjar la crisis política y que, por el contrario, dados los convulsos
antecedentes del proceso, la consecuencia pueda ser todo lo contrario.
(*) Agencia AFP, desde La Paz.