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El conflicto por las retenciones a las exportaciones agropecuarias ocupó y seguirá ocupando el centro de la escena, pero igualmente deja espacio para observar los movimientos de la dirigencia sindical.

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| Cedoc

El conflicto por las retenciones a las exportaciones agropecuarias ocupó y seguirá ocupando el centro de la escena, pero igualmente deja espacio para observar los movimientos de la dirigencia sindical.

Por un lado, volvió a ubicarse en un lugar preponderante el mandamás de los camioneros y de la CGT, Hugo Moyano, quien, fustigando a la dirigencia agropecuaria, reforzó su soldadura al Gobierno encabezado por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.

Pero Moyano, con comodidad de movimientos a partir de la constante ratificación de su alianza con el oficialismo y con la mira puesta en la renovación de la cúpula cegetista a mitad de año, actuó prácticamente en solitario. Hubo, es cierto, un comunicado de la CGT, pero esa organización es hoy una sigla sinónimo de Moyano y algunos dirigentes muy cercanos. El pronunciamiento, con una fraseología poco novedosa, no surgió precisamente de un necesario y prolongado debate sobre la profundidad del conflicto con causas y consecuencias locales y externas, que exceden de manera abrumadora el facilismo del slogan y la expresión oportunista para congraciarse con el socio político del momento.

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Sólo fue, en definitiva, una manifestación políticamente ineludible para el grupo de Moyano, elaborada entonces para integrar el coro de expresiones progubernamentales.
Así, en síntesis, salvo algunas excepciones, la mayoría de los gremialistas nacionales mantuvo silencio a la hora de expresarse sobre la cuestión.

Aunque hubiera sido importante, más que declaraciones de ocasión a favor o en contra, escuchar alguna idea valiosa para aportar al abordaje de esta cuestión que, en el esquema productivo argentino actual, de diversas maneras tiene influencia sobre toda la sociedad. Claro está: haciendo honor a las más puras tradiciones peronistas, estén o no en la CGT, ninguno quiere "sacar los pies del plato", sobre todo si ese plato tiene hoy como dueño absoluto al Gobierno.

Hubo también algunos a los que la situación se les tornó incómoda, como el ruralista Gerónimo Venegas, quien había logrado esquivar al toro durante varios días pero finalmente quedó en el brete, sobre todo a partir de las alusiones presidenciales a los trabajadores del campo como los presuntamente peores pagos y con mayor militancia en el terreno del empleo no registrado.

De todas maneras, dado su estrecha vinculación con los dos sectores en pugna, Venegas jugó una carta previsible, llamando al diálogo entre las partes. Y en ese marco destacó el rol de la Iglesia Católica, con la que tiene una estrecha relación, en el marco de las iniciativas para resolver el caso.

En tanto, muchos de los dirigentes gremiales que miraban para otro lado, continuaron enfrascados en sus propias cuestiones, entre las cuales siguieron teniendo prioridad las negociaciones salariales. No hubo sorpresas, ya que todo continuó desarrollándose en el marco del pacto Moyano-Gobierno, o sea bajo el paraguas del tope de aumento diseñado en la Casa Rosada.

Sin embargo, surgieron datos que volvieron a sumar dudas a lo que se plantea como realidad desde las cuestionadas estadísticas oficiales. Un trabajo de la Sociedad de Estudios Laborales (SEL) determinó que hubo un aumento de la pobreza y que en esa franja milita alrededor del 30 por ciento de la población, casi 11 millones de personas. Detalló además que el valor de la canasta que establece el límite debajo del cual moran los pobres se situó en 1.185 pesos, superior en 230 pesos al establecido por el INDEC.
El SEL destacó también, y lo calificó como una "paradoja" que la pobreza vuelva a elevarse, mientras, aunque levemente, disminuyó la desigualdad en el ingreso.

El estudio de la entidad que conduce Ernesto Kritz mencionó al monstruo que alimenta a la contradicción: la inflación. Lo cual se traduce en que el constante aumento de precios se devora las mejoras salariales, aunque estas hayan sido porcentualmente superiores en los estratos más bajos. Además, los distintos niveles salariales por actividad siguen mostrando marcadas diferencias, aunque en general todos los ingresos son acechados por el incesante costo de vida, por supuesto especialmente los que están en las catacumbas.

En ese marco, el índice Gini continúa orillando el 0,5 por ciento. Ese coeficiente -con valor de 0 a 1- marca la concentración de la riqueza. Cuando está más cerca de 0, quiere decir que hay más equidad en la distribución de la riqueza en el país. A simple vista puede notarse entonces: la piel argentina, aunque curtida en mil batallas, sigue teniendo todavía muchos granos, aparte de los que son eje de conflicto por estos días.